When Franco Met Don Pepe

El post de hoy va exclusivamente dedicado a mi amigo Don Pepe, que es también -como todos saben- uno de los más antiguos seguidores de este blog, y más aún: de los trasnochados relatos eróticos que emergían de mi calenturienta pluma virtual, allá por el comienzo de este siglo. Junto con Manu, ambos podrían verdaderamente disputarse el título de Decano de VH. Sí, podría analizar e investigar los antecedentes de cada uno para definir a quién darle el título, pero más excitante encuentro que ellos mismos entablaran un duelo mexicano, no a muerte, sino a vida, en amorosa lucha cuerpo a cuerpo para obtener el decanato. (lo imagino y ya fluyen dentro mío oleadas de feromonas)
Pero no nos vayamos de tema. La razón de este post es la felicidad. ¿Cómo no sentirme feliz de haber ido conociendo personalmente a cada uno de los amigos de Café VH?. La lista de aquellos a los que pude darles un abrazo en persona, ya es notable, teniendo en cuenta que parecía impensable que viviendo en ciudades y continentes tan lejanos, un encuentro tête à tête con los amigos con los que diariamente nos encontrábamos en el Café podía ser posible.
Pero los astros vellohomescos, tarde o temprano, nos son favorables en su particular alineación, y después de tantas charlas virtuales donde fuimos conociendo uno del otro los rasgos que nos hacen semejantes (y distintos), finalmente se produce ese otro conocimiento tan especial que empieza en el abrazo real, tantas veces imaginado a través de las palabras.
Dos semanas atrás, y después de un minucioso preparativo donde los horarios fueron organizándose, Don Pepe llegaba a Buenos Aires y ese abrazo real se producía.
Los primeros gestos algo formales fueron dando paso a una soltura más confiada. Es extraño, conectar tantas charlas en las que hablamos de todo -y de lo más íntimo- con las primeras palabras que se dicen frente a frente, es como empezar de nuevo todo, como cuando balbuceas las primeras frases tímidas en el primer momento de habernos presentado. Mente y alma van haciendo ese delicioso reconocimiento como si se activaran escaneos precisos de la forma de moverse, mirar, y sobre todo, de hablar. El timbre y color de la voz, la cadencia de su discurso, la intensidad de sus tonos, la forma en que se marcan los acentos de las frases, todo eso aparece por primera vez a pesar de que mucho ya había sido imaginado. Sin embargo siempre hay algo nuevo que emociona conocer. La persona que intuía, su personalidad, su interior, se dejó descubrir en cada conversación. Y esta vez, el café, el malbec, y las medialunas fueron de verdad.
Fueron momentos llenos de sonrisas. Y ambos tuvimos la sensación de que nos conocíamos de toda la vida.
Descubrí en Pepe (el Don desaparece siempre que hablamos más directamente), a un increíble cultor de nuestro blog. Conoce detalle preciso de toda su trayectoria y me encantó compartir con él recuerdos inolvidables que este sitio nos dio a tantos amigos en común. La "era" del Café Vellohomo, realmente fue una gloria para todos los que asistimos a sus tertulias en aquel tiempo. Una época dorada que pasó, como todo ciclo que se cumple al dejar paso a otros ciclos, llena de reuniones tan divertidas como interesantes, habitadas de respeto e interés por todo lo que aquí se decía, y que nos dejó amistades valiosas. Fuimos reviviendo cosas hermosas, y yo respondiendo a cada interrogatorio en cada mesa compartida y en las caminatas a través del imposible tránsito y calles cortadas del centro porteño.
La síntesis es lo dicho: felicidad. Y feliz de afianzar los dos, una amistad que seguirá allí, esperando el próximo abrazo, de este o del otro lado del Ecuador.
Mientras, querido Don Pepe, sonriamos junto a los protagonistas de esta galería, inspirada en nuestro hermoso encuentro, y dejemos fluir felicidad al compartirla con todos los que interpretan estas cosas de la vida como verdaderos regalos imposibles de valorar. Hasta la próxima. Hasta ahora.

































































Comentarios

  1. Bueno, como en anteriores ocasiones, una prueba mas de que las casualidades son muy casuales!!!! sino, como explicar que mi pregunta de ayer ya tuviera la respuesta escrita? ... y con una descripción del SEÑOR Pepe tan precisa!!! como precisa es lo que dices del encuentro de los VHmanos... en este lugar hemos hablado(y confesado) de todo, y hasta divertido con guarradas inverosímiles... y cuando nos encontramos, como me paso con UD. amigo, o con Pepe, o ya tiempo atras con el escurrizo Turco, en un primer momento no se encuentran las palabras (a mí me pasa, al menos), y es como si nos hallaramos ante un hermano cuya existencia desconocíamos, y que aparece, cono en los folletines de la tele, alguien que es parte indivisible de nosotros, al cual podemos confiar cosas que no conocen ni nuestros familiares mas cercanos ni los amigos que frecuentamos... y que nos inspira un profundo respeto!!! es que conociendo nuetras "debilidades", nos comprende...
    Franco, todo esto es obra tuya...! y si bien por la edad es imposible, sós el hermano mayor de esta fraternidad y te apreciamos mucho!!!!
    Y como te conozco.. se que estaras pensando en una omisión que hice en la lista... bue.... corresponde a otra dimensión...
    Gracias, AMIGO FRANCO!!!

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  2. Seba,
    Hermoso tu mensaje.
    Así como las casualidades (casi) no existen, tampoco aquello que se omite, pues por más que nos empeñemos en no nombrarlo, lo que no se dice parece estar presente o dicho a gritos. Te entiendo, amigo.
    Conocer a Don Pepe, fue realmente una experiencia encantadora. Con personas como él, se lamenta mucho la lejanía y la distancia.
    Y sí..., me siento un poco a veces el hermano mayor, y a veces el tío Franco, un tío por momentos mayor y por otros, menor (que los hay). Y aunque no sé si tengo pasta de tiíto protector, como tal me siento cuando sigo las andanzas y los encuentros por el mundo de "mis" tertulianos.
    Agradezco mucho tus palabras. Las siento sinceras y verdaderas, y siempre me llega el aprecio de ustedes.
    Abrazos!!!

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  3. Una sonrisa luminosa, que caminante se asoma.

    Apenas atravesó las puertas automáticas del hotel, supe que era él. Llegó cual caballero andante, armado de una sonrisa enmarcada por un escudo medieval de barba entrecana y tupida y vestido aún como si fuera invierno en primavera, un blazer negro le cubría el cuello (y sí, también llevaba pantalón). Me levanté del mofletudo sillón. Le sonreí y le extendí la mano, no me atreví a abrazarlo, aun cuando le conocía sus intimidades y fantasías más profundas y divertidas por años y lo conocía por fotos.

    Fue una sorpresa. Tenía la sensación de estar buscando que el cuadro virtual encajara como un guante en el cuadro vivo, se hizo tan lentamente que sólo extendimos los brazos y quedaron pendientes los abrazos.

    Su sonrisa, que no le abandonó nunca, se vio acompañada con el movimiento en V invertida de una poblada ceja negra. Un movimiento que interpreté como, ¿conque este es Don Pepe?

    Mi corazón latía amoroso, con una cadencia de tranquilidad diastólica y una ansiedad sistólica. Tranquilidad emanada de la felicidad que me permeaba después de recorrer la pampa húmeda argentina y tener un grato sabor de boca de la convivencia con los argentinos del interior. Durante los muchos días anteriores encontré a Sebas, un encuentro también largamente esperado y que me sorprendió tanto en el encuentro como en la despedida, y que junto con el largo asueto en un casa antigua a la orilla de un río de agua ámbar, llenó de reposada calma mi alma para este anunciado cruce de vidas con Don Franco.

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  4. La ansiedad surgía del poder abrazar al amigo con el que me identificaba en los placeres del erotismo masculino, del amigo de fina pluma que trazaba personajes e historias en las que me sentía cómodo participando como un personaje más y no como un público embobado con el placer inmediato, pidiendo y gritando sólo ¡pelos, pelos! en las obras del burlesque y vodevil de los 70`s en mi país.

    Del amigo dueño del Palacio de Aráoz de infinitas galerías, que enriquecía día a día, con una inagotable fantasía y el motor de erotismo como rebanada de sandía, hacia el hombre viril y con vello. Del amigo que tenía un entrañable Café, con el que me encontré en divertidas y cachondas tertulias, que como bien dice Don Franco, son ahora un tesoro que guardamos en el corazón.

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  5. La tarde empezaba a caer en ese plomizo cielo primaveral de la tierra de la virgen del Bon Air.

    -¿Adónde te gustaría ir?

    -No sé, tú sabrás mejor que yo. (No sabía él que ya había recorrido los sitios más emblemáticos de su bella capital de antiguos edificios), incluso me había asomado a su bella oficina, para verlo trabajar.

    Salimos caminando, fue un larguísimo trayecto que nos llevó a una de las dársenas del puerto. Y en el camino, salió el orgulloso citadino complacido en mostrar y describir los encantos de la ciudad porteña. Sus conocimientos del estilo arquitectónico y de los edificios y su pausada exposición, hacía que se despoblaran las transitadas calles, se alejara el ruido y llegara así el silencio necesario para contemplar esa belleza majestuosa de los inmensos edificios de estilos tan variados: barrocos, art nouveau, neoclásicos, renacentistas, art déco, y moderno.

    Perdía yo nombres ante tanta información y me quedaba sólo con la atmósfera antigua de esa ciudad que pareciera, a inicios del siglo pasado y según contaba mi privilegiado guía, la París de América y que no contenía una herencia colonial española como lo tenía México.

    Era un deleite oír al culto amigo y atisbar con curiosidad su físico, que parecía el de un atractivo padre de la iglesia católica con su cuello clerical oculto por un abrigo negro. Sólo unos abundantes vellos negros asomaban por sus poderosas y masculinas manos y dejaban a la imaginación el poder recorrer el camino y descubrir los secretos que escondían esas vellosidades.

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  6. Llegamos a un pub y nos sentamos, frente a mi tenía por fin a Don Franco para conversar, exponer mi curiosidad y regocijarnos del encuentro. Nos dimos nuestro primer ¡salud! y después en otro lugar, dimos rienda suelta al Malbec y a los deliciosos aperitivos de la cocina argentina. Y la conversación seguía y seguía, amable, fluída, en modo entrevista a veces, en modo historia otras. Y así, como dice la canción…

    "Y nos dieron las diez y las once
    Las doce y la una, y las dos y las tres
    Y desnudos al anochecer nos encontró la luna."

    Bueno, la tercera estrofa quedó pendiente.

    Continuará...

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  7. Querido Sebas,

    Amigo mío, te debo el relato de tan maravilloso encuentro lleno de Rock Rosarino. Contesto primero tus maravillosos correos. Te abrazo, aunque haya quedado dolorosamente e inesperadamente pendiente, el de la despedida.

    Don Pepe.

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  8. Querido Franco,

    ¡Qué sorpresa tu maravilloso post! Me ha llenado de tanta ternura, y me siento desnudado en lo que considero le da vitalidad y ternura a un hombre, y al ser humano en general, su sonrisa. Que tu reseña de nuestro encuentro esté lleno de tantos hombres guapos, viriles, atractivos y sobre todo velludos, sonriendo, es el mejor homenaje a este encuentro. Las fotos con tu sonrisa es la primera que veo imaginariamente en esta encantadora galería. Recuerdos que enmarcan para siempre un momento eterno, del final de mi visita a tierras argentinas. Te agradezco ahora, como te lo agradecí antes.

    En la siguiente parte de mi reseña, te contaré un pensamiento que será secreto develado, cuando recorríamos de regreso el centro de Buenos Aires y veía yo la gran bandera argentina ondeando a lo alto de ese mástil en esa negra noche.

    Dormiré hoy con una sonrisa en los labios y así despertaré mañana.

    Don Pepe

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  9. No puedo escribir ahora..., sólo me quedé escuchando, embobado...
    Lo que puedo decir, sí, es que Ortolani encendió todas las luces del Café, y está puliendo y desempolvando -feliz- cada rincón.
    Después vengo, guárdenme el lugar...

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  10. FRanco que fotos lindas. Sempre impecável. Adorei. Parabéns! Que lindo ver e saber que estes homens lindos e deliciosos, estão por aí para nos encantarmos a cada pequeno riso! Bjs Edu

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