Cuán fascinante resulta contemplar el sexo viril descansando plácidamente sobre sus mullidos y peludos cojines (¿o debo decir "cojones"?). Todo ahí resume ternura, paz, y habla de la inquietante belleza de la calma cuando ésta es preludio latente del más mínimo cambio de actividad. Asistimos expectantes al excitante espectáculo, y así, podríamos quedarnos horas en ese recóndito acto de observación. Como cuando se contempla el sueño del hombre amado, mirar -o también hacer algo más que mirar- una verga en estado de reposo, es una de las vivencias más encantadoras que pueda haber en el mundo de la sensualidad masculina compartida. --------------------------------- Nota del autor: Cuando vuelvas mañana, ya no las verás tan dormidas.
Mmmmmmmmmm... ¡Los delirios vampirescos salieron a flote con este post!
ReplyDeleteHe de reconocer que en el día a día no voy precisamente fijándome en los cuellos de los varones; y cuando lo hago es porque quiero ver si hay algún rastro de vellosidades que asome de los cuellos de las camisas, provenientes del pecho o de los hombros... pero en la intimidad sí es de esos lugares donde me gusta provocar reacciones; ver cómo mi contraparte actúa, tiembla, gime ó se estremece... además es un lugar que emana unos aromas deliciosos; esa mezcla de perfume y sudor que puede ser el acabose... ¡o el empezose!
Los besos en el cuello son prácticamente el camino a la perdición... porque los sientes y ya no hay vuelta atrás. ¡Te entregas a los placeres y pierdes la noción de tiempo y espacio!
¡Bravo, mi querido Franco! Nos sorprendes con estos tópicos tan lógicos en los que quizás no pongamos mucha atención en esencia; pero basta que nos los pongan en el mapa... ¡y de ahí no hay quien nos saque! ¡Bravísimo de Nuevo, Gaucho de Oro!