Buenos vecinos V
Buenos vecinos
Parte final: "Desnudos y calientes"
-Pues
¡menuda noche estamos pasando! – vociferó Carmelo – y pensar que todo comenzó cuando
dije que no pensaba morirme sin probar una polla en mi culo, anda que...
-Basta
ya, gallego bruto, a veces tenés la sensibilidad de un elefante – interrumpió
Felipe – ¿no ves que Ignacio no está bien?
-Cállense,
che. Ignacio ¿estás bien?, tenés los ojos húmedos - dijo Pipo.
-No,
no...no es nada..., estoy bien..., fueron demasiadas emociones... – dijo
Ignacio, poniéndose de pie, amagando retirarse pero tambaleando en el intento.
Enseguida Carmelo lo tomó por los hombros:
-Vamos,
hombre, ¿dónde crees que vas? Ven, ven... a ver, Pipo, ayúdame, que Nachito se
nos cae, coño...
-Apoyate
en mí, Ignacio - murmuró suavemente Pipo – vení, Felipe.
-Aquí
estoy – dijo acercándose Felipe, intentando ayudar.
Los
tres hombres rodearon a Ignacio, que se dejó sostener por sus nuevos vecinos.
Todos estaban enternecidos por lo que acababa de contar, y no solamente lo estaban
sosteniendo para que no cayera, sino que también sintieron un deseo
incontenible de abrazarlo. En eso estaban, cuando el mismo Ignacio propuso un
brindis sobreponiéndose y cambiando de humor.
-Queridos
y nuevos amigos, propongo un brindis... ¡por la amistad!
-Por
la amistad, qué lugar tan común - dijo Pipo, mirando para arriba.
-Sí,
común, pero hoy el brindis, común y todo, será por la amistad - sonrió Felipe.
-¿Otro
brindis? – preguntó Carmelo que tenía que sujetarse de Pipo para no caer
nuevamente en el sofá.
-Sí,
sí, brindemos – dijo Felipe, llenando las copas.
Ya
con las copas en alto, formando un círculo en el cual podían tocarse los
hombros, los cuatro amigos, con sus torsos desnudos bajo la luz central de la
habitación, se miraron entre sí, sonrientes, pero muy conmovidos como quien
asiste a un ritual importante. Ignacio se puso muy serio entonces, y volvió a
afirmar con mayor resolución:
-¡Por
la amistad, y... por nosotros!
Todos
repitieron a coro, chocaron sus copas y se miraron muy significativamente.
Ignacio bebía, mientras abrazaba a Felipe por encima de sus hombros, el que a
su vez se apoyaba en Carmelo, siempre aferrado a Pipo, que cerraba el círculo
apoyando su brazo en el hombro de Ignacio. Cuando dejaron las copas, no podían
dejar de abrazarse. Abrazados así, se sintieron aún más unidos. Carmelo
profirió un deseo:
-Que
siempre perdure nuestra unión, majos míos.
Y
juntaron aún más las cabezas, mirándose a los ojos. Fue cuando la mano de Pipo
descendió por el hombro de Ignacio y cayó por su espalda hasta toparse con su
toalla que, como estaba un tanto floja, resbaló hasta el piso. Todos miraron la escena y Pipo puso cara de
pícaro, como un niño que sabe que acaba de cometer una travesura. Ignacio, en
pelotas y muy entrado en copas, comenzó a reírse a carcajadas, sin poder parar,
y contagiando a Felipe, que miraba la espléndida desnudez de su amigo. Carmelo,
que tenía enfrente a Ignacio, volvió a comprobar las inmensas dimensiones de
aquel pene con sus ojos bien abiertos. En medio de las risas, Ignacio dijo a
todos:
-¡Ah,
no es justo, no es justo, no voy a ser el único que quede en pelotas...!
Y
antes de que alguien pudiera darse cuenta tomó rápidamente los pantaloncitos de
Carmelo por el elástico, y aprovechando que éste estaba absorto mirando su
sexo, se los bajó hasta las rodillas en un solo movimiento. Carmelo quedó en bolas,
asombrado pero muerto de risa. Su miembro, más gordo que largo, se mostraba
bastante duro y bastante despegado de las bolas. Todos se rieron, con ese
nerviosismo que provoca el deseo contenido, divertidos por la situación.
-¿Ah,
sí?, ¿conque eso os traéis?, pues si queréis ser justos, la justicia es ciega y
actúa para todos por igual. ¡Ven aquí, chaval! – dijo tomando por los hombros a
Pipo. Al ver la resistencia de su víctima, tentado de risa, Carmelo pidió la
ayuda de sus amigos, entonces Ignacio y Felipe atraparon a Pipo que en vano
quiso escapar, lo tomaron por los brazos y Carmelo empezó a desabrocharle el
pantalón.
-¡Ya
te arreglaré a ti!, ven aquí, ven, que hace tiempo que quería verte en pelotas
– dijo Carmelo entre risas y una excitación creciente - A ver, muéstrale a tu
Carmelo lo que llevas en ese paquete, hijo.
Ignacio
se situó detrás de Pipo, intentando inmovilizarlo, y su miembro rozaba repetidas
veces sus nalgas. Felipe vio esto y notó como nuevamente la verga inmensa de
Ignacio iba perdiendo poco a poco su elasticidad. Carmelo, finalmente pudo
desbotonar por completo la bragueta de Pipo y a duras penas empezó a bajarle
los pantalones.
-¡Joder...
sostenedlo con más fuerza, que no puedo con él...!
-¡Todos
ustedes son unos degenerados!¡Degenerados y putos! – gritaba Pipo, sin poder
parar de reírse.
Notó como nuevamente la verga inmensa de Ignacio iba perdiendo poco a poco su elasticidad. |
-Esos insultos te costarán caro, Pipo,
lo de putos no te lo voy a negar, pero ¡degenerados!, ah, no... – dijo Felipe
tomándolo por detrás de la espalda y abrazando el pecho de Pipo con sus anchos
y peludos brazos. Fue cuando Carmelo consiguió bajar los
pantalones a su protegido, con tanta fuerza que los calzoncillos también fueron
arrastrados hacia abajo. Entonces todos lanzaron un aullido de aprobación, pues
la pija completamente erecta de Pipo saltó escapando de su ropa interior como
una lanza hacia el techo y golpeando contra su adbomen. Entonces vociferó
obscenidades hacia todos los presentes.
Desternillados
de risa, todos miraron a Felipe. Ignacio lo señaló:
-Solo
falta mi vecino de arriba.
-¡Felipe!
– contestaron todos.
Entre
carcajadas, Felipe intentó escabullirse, pero los tres amigos le cortaron el
paso y él cayó sobre el sofá, quedando boca abajo. Entonces Carmelo lo tomó por
hombros, al tiempo que lo atraía prácticamente a su erguido sexo, Pipo
inmovilizó sus pies, e Ignacio fue directamente a desabrochar su pantalón.
-¡Manga
de maricones!, ¡Traición por la espalda!
-Quédate
quieto, si no quieres que sea una traición por el culo - le dijo Carmelo,
mientras lo sostenía con las piernas paralizando los hombros con sus pesados
muslos. Felipe estaba a pocos centímetros de su polla, ahora sí, erecta y
mojada por completo. Sintió el olor de ese sexo imponente, sobre aquellas
peludas y pesadas bolas, y ya no pudo dejar de mirarlo. Entre los forcejeos, el
glande fue a dar varias veces contra su barba, mojándola de líquido
transparente. Carmelo no hizo nada por evitar esto, más bien, era como si lo hiciera
a propósito. Sin dejar de reír, miraba muy divertido como sus pelos púbicos se
mezclaban con los de la cuidada barba de Felipe.
-¡Vamos,
Felipe, colabora, no seas maricón! – rió estrepitosamente Carmelo.
Entre
forcejeos, risotadas y palabrotas, Ignacio le bajó los pantalones, dejando el
velludo y redondo trasero ante la vista de todos. Felipe se retorcía apresado
pero no inmóvil, porque en realidad todos esos forcejeos eran más actuados que
reales; a tiempo que en cada movimiento, dejaba ver sus pelotas colgando por
entre las piernas abiertas. Todos se deleitaban ante la visión de su culo cubierto
de pelos, y cuando abría las nalgas exageradamente, el espectáculo se ponía más
interesante con la vista del bosque oscuro que crecía en su ojete. Entonces Felipe
pudo liberar sus manos de la presión de los muslos de Carmelo, y se apoyó en
ellos, sin dejar de mirar aquel sexo, enorme y pendular. Carmelo, suavemente,
estiró una mano y acarició la barba de Felipe, como atrayéndolo a él. Las
carcajadas se fueron calmando y la risa fue dejando paso a las sonrisas casi
cómplices. Pipo soltó los pies de Felipe, dejando que éste pudiera avanzar aún
más hacia Carmelo situado en el otro brazo del sofá. Entonces todos se fueron
poniendo más serios, pues comprendían que algo estaba por suceder. Felipe, con
la barba en la mano de Carmelo, miró a este muy profundamente. Luego vio lo que
tenía delante: un matorral de pelos ensortijados que olían a hombre, y del cual
asomaba una vigorosa y erecta lanza, con el glande brilloso aún a medio cubrir,
chorreando gotas trasparentes. Apuntaba directamente a su boca.
-Vengan
a ver, Ignacio, Pipo... pues esta será la primera vez que mi polla entre en la
boca de un hombre.
Entonces
Felipe se detuvo, y mirando a Carmelo le dijo:
-No
es que esquive la invitación, pero creo que... si va a ser la primera vez,
tendría que ser en la boca de Pipo.
Todos
se miraron, y luego miraron a Pipo, que tenía los ojos anclados en los ojos de
su adorado gallego.
-Sí,
gallego, vos lo querés como a un hijo – dijo Felipe, y mirando a Pipo le dijo
sonriendo – Vení, Pipo, te cedo el honor.
Carmelo
sonrió, comprendiendo lo importante que era esa amistad, sorprendiéndose de que
todos se anticiparan a ese deseo tan íntimo. Pipo se acercó tímidamente
situándose al lado de Ignacio que se había arrodillado muy cerca para no
perderse detalle y que lo atrajo de la mano, confiriéndole el lugar. Pipo
estaba fascinado. Se arrodilló ante el sofá, sin alejar la sonrisa de su boca,
y miró la verga latente de su querido Carmelo. También era su primera vez.
Observó cada detalle de ese palo duro. Ignacio lo sostenía por los hombros de
una manera muy especial, acariciando también su espalda y su cuello. Carmelo
tomó la mano de Felipe, en señal de sincero agradecimiento sin poder creer que
su chaval devorara con los ojos su sexo anhelante.
-Ven,
chaval – dijo dulcemente Carmelo – esta es para ti. ¿La quieres?
-Es
mi primera vez también – dijo tímidamente Pipo – no sé como hacerlo, pero a la
vez, me muero por comértela, Carmelo.
-No
te preocupes, lo que hagas va a estar bien, Pipo.
Entonces
se acercó más, y abriendo sin poco miedo su boca, sacó la punta de su lengua,
que entrecortadamente probó el roce sutil sobre la punta de aquel durísimo
falo. Carmelo gimió involuntariamente, ante la mirada muy compenetrada de
Ignacio y de Felipe. La lengua volvió a posarse, sintiendo el sabor salado de
su fruta deseada. Y poco a poco, las lamidas se hicieron más frecuentes, hasta
que abriendo más los labios, todo el glande desapareció dentro de su boca.
Carmelo, conmovido, dejó derramar algunas lágrimas, tomando cariñosamente la
cabeza de su Pipo venerado. Pipo lamía, chupaba y tragaba su verga cada vez más
animado, rodeado por sus atentísimos amigos.
-Así,
así – decía Felipe – abrí bien tu boca. Cuidá de que los dientes no molesten la
piel, mojalo bien y juntá tus labios en su base, regalale todo lo que sólo un
hombre puede hacer sentir a otro hombre.
-¡Ah,
amigos... no entiendo cómo me he perdido de esto durante tantos años... es
maravilloso... Pipo, Pipo, joder, esto es increíble, nunca me han mamado así en
toda mi vida...! – decía Carmelo, entre suspiros y gemidos.
Ignacio
se incorporó y fue a abrazar a Carmelo, sosteniéndolo por detrás. Al oído le
preguntó:
-¿No
querés devolverle el favor a Pipo?
Carmelo
acarició los brazos de Ignacio, que lo sujetaba por los hombros, y mirándolo le
contestó:
-Nada
me haría más feliz, Nachito, has leído mi mente.
Entonces,
Felipe tomó suavemente a Pipo, y lo recostó sobre su propio cuerpo, quedando expuesto
boca arriba y con las piernas muy abiertas. Su erección atrajo la atención de
todos, pero más en Carmelo, que se acercó lentamente hacia su chaval. La pija
de Pipo no era muy grande. Se ensanchaba en su base y se erguía bien recta,
apuntando como una estaca hacia el techo. Lo rodeaba la cantidad perfecta de
vello, unos pelos revueltos y desordenados, y sus bolas, contraídas y pequeñas,
daban señal de que en cualquier momento derramaría su semen.
-Joder,
¡Cómo estás, muchacho! – dijo Carmelo – si quieres, puedes correrte, pero hazlo
dentro de mi boca, nada me encantaría más que tragarme toda tu lefa.
-No,
no quiero acabar todavía, quiero sentir todo el placer que me vas a dar...
-Entonces,
ven aquí – y murmurando esto, se tragó la polla de Pipo de un solo bocado,
haciendo que éste se estremeciera vibrantemente. Carmelo había quedado en
cuatro patas sobre Pipo, lo cual dejaba ante los otros su enorme culo en total
exposición. Por debajo colgaban las pelotas velludas que se movían lentamente.
Al ver ese espectáculo, Ignacio tomó su gran verga y comenzó a masturbarse
lentamente. Felipe lo contemplaba mientras se acariciaba los pezones. Sin dejar
de observar el gran aparato del nuevo vecino, anunció:
-Muchachos,
me parece que es momento de darle la bienvenida a Ignacio de una vez por todas.
-Hombre,
tienes razón, Ignacio pensará que somos unos maleducados – contestó Carmelo, a
tiempo que se incorporaba.
-Vení,
Ignacio – dijo Pipo – Sentate aquí, en el respaldar del sofá.
Los
tres amigos condujeron al asombrado y excitado Ignacio donde había indicado
Pipo. Felipe lo sostenía desde atrás, dejando que él se recostara de espaldas
sobre su peludísimo pecho. Al sentir ese increíble contacto, Ignacio no pudo
más que estremecerse y al hacerlo su glande expelió un nuevo chorro de jugo
transparente. Carmelo y Pipo se situaron entonces a cada lado de sus muslos que
suavemente mantenían abiertos a más no poder.
-Mira
esto, Pipo, ¿a que nunca has visto un pollón de este tamaño? Vaya aparato que
tienes, Ignacio, que nos ganas a todos. Mirad, mirad.... es enorme. ¿Sabes?, te
había visto mientras entrabas al baño hoy, y joder, que me excitaste como a un
adolescente. ¿Quieres sentir lo que puede hacer un par de bocas de hombre sobre
semejante polla?
-Pero
no te lo vayas a comer vos solo, gallego, dejá un poco para los demás – exclamó
Pipo.
-Pues
entonces empieza tú, chavalote, y no te preocupes, que con esta, todos tenemos comida
para rato – contestó Carmelo, y tomando la pija de Ignacio por la base de sus
bolas, le ofreció la portentosa vianda acercándole la punta hacia la boca.
Pipo
tragó su segunda verga, intentando en vano abarcar por completo semejante
carajo. Ignacio, en medio de gemidos, era sostenido por los fuertes brazos de
Felipe, que acercó sus manos a su pecho y empezó a frotarlo con avidez. Sus
manos tomaron dulcemente los pezones que se endurecieron al momento. Ignacio
echaba la cabeza hacia atrás, tanto que su mejilla chocaba con la de Felipe.
Poco a poco, sus bocas fueron atrayendo como si fueran imanes. Carmelo, extasiado,
situó su boca al lado de la de Pipo, esperando su turno para mamar la verga de
Ignacio. Seguía cada movimiento, tomando la cabeza de Pipo entre sus manos y en
parte dirigiendo cada empujón. No pudo esperar mucho más, y comenzó a lamer uno
de los costados de la polla de Ignacio, diciendo:
-Este
carajo es enorme, aunque Pipo se lo engulla casi todo, siempre quedará un sitio
libre.
Mientras
tanto, aprovechando el éxtasis de Ignacio, Felipe había conseguido juntar su
boca a la de él, lamiendo sus labios e intentando introducir su lengua. Sus
manos seguían su trabajo en las tetillas, las rodeaba, las pellizcaba, las
martirizaba, enrojeciéndolas al límite del dolor, para volver a empezar con
tiernos roces y dulzuras nuevamente. Las mojó con su propia saliva, sintiendo temblar
cada erección entre sus dedos. Mientras tanto, Carmelo y Pipo tragaban esa extraordinaria
verga entre los dos. Alternaban sus lenguas, chupaban cada flanco, las pesadas
bolas, se repartían su glande turnándose en las mamadas. En un momento sus
labios se juntaron uniéndose en un apasionado beso, con la pija custodiando la
unión.
-Carmelo,
Carmelo, qué hermoso es besar a un varón.
-Claro
que sí, hijo, ven, dale un beso a tu galleguito, ven aquí, abre esa boca de
ángel que tienes, qué rico eres.
Carmelo
y Pipo tomaron ambos muslos de Ignacio y los levantaron de modo tal que el
agujero de su culo quedó bien expuesto ante ellos.
-Vamos
a chuparle también el culo a este cabrón, Pipo, ¿te animas?
-Carmelo,
hoy me animo a todo. Nunca pensé que los hombres me calentaran así.
Ya
sin ninguna timidez, los dos amigos se apropiaron del ano de Ignacio que creyó
no poder aguantar tanto placer al mismo tiempo.
-¡Van
a hacer que acabe! – susurró Ignacio.
-No,
no... aguantá... todavía quiero gozarte yo – le dijo Felipe, y tomando su
enorme falo, acercó su boca hasta engullírselo hasta la mitad de su largura.
-¡Ah..!
amigos: me están matando... – jadeaba Ignacio, haciendo un enorme esfuerzo por
no eyacular.
Ignacio
era presa de tres bocas: Carmelo y Pipo alternaban sus lenguas en su culo,
mientras que Felipe saboreaba su sexo. Tuvo que detenerlos y apartarse, pues
aún quería seguir disfrutando.
Entonces
Felipe pasó por encima del respaldar del sofá hasta situarse enfrente de
Ignacio, quería seguir su trabajo sobre sus pezones, pero esta vez con la boca.
Se besaron intensamente antes de esto, y enseguida Ignacio sentió rozar los
pelos de Felipe sobre sus pectorales lampiños. Carmelo se agachó hasta pasar
por entre las piernas de Felipe, atrapando su sexo entre sus bigotes. Y Pipo
mirando toda la postura, abrazó las grandes tetas peludas de Carmelo y empezó a
lamerlas en toda su extensión hasta concentrarse cada vez más sobre sus gordos
pezones. Parecían un tótem humano en el que prevalecía una intensa actividad
oral. La sala se llenó de ruidos húmedos, chasquidos, succiones y suspiros de
saliva en movimiento.
-¿Vieron
lo que son las tetas del gallego? – dijo Pipo a sus amigos.
-Sí,
las he visto, no he dejado de observarlas en toda la noche – dijo Ignacio – y
yo también quiero probarlas.
-Pues
toma, Ignacio – invitó Carmelo, sentándose en el sofá, hay para una boca más. El
grupo se desarmó una vez más para probar nuevas poses del placer.
Ignacio
abrazó a Carmelo, tocándole los pezones. Sus pechos eran enormes y carnosos,
podían compararse a los de una mujer entrada en carnes. Sobre su pecho, Carmelo
tenía infinidad de pelos que pasaban por toda la gama de grises. Los más
blancos, se concentraban tupidamente en el centro. Rodeados de los vellos más oscuros,
sus pezones pulposos y rojos, invitaban a ser mordidos por cualquier ser
viviente. Ignacio tomó un pectoral entre sus manos amasándolo, hundiendo sus
dedos entre el matorral ensortijado, y finalmente, acercando su boca, chupó
desesperadamente el turgente pico. Felipe, tomando cada movimiento de Ignacio
como modelo, hizo lo mismo con el pectoral de Carmelo que había quedado libre.
Pipo se sentó en las piernas abiertas de Carmelo y pudo situarse entre sus dos
custodios, tomando con sus manos la cara de su gallego y besándolo con total
dedicación. Carmelo tomó el pene de Pipo y lo masturbó magistralmente, sosteniendo
sus bolas y juntándolas con su sexo acompasadamente.
Entonces,
las bocas de Felipe e Ignacio fueron reptando ascendentemente por los grandes
pectorales, y en pocos segundos fueron a reunirse con los labios abiertos de
Carmelo y Pipo. Los cuatro hombres se besaron largamente entre sí, juntando las
cuatro bocas, juntando las cuatro lenguas sedientas, sin dejar de explorar cada
rincón de sí mismos, mojando sus labios entre sí, sus caras y cada sitio
cercano. Entonces Carmelo, resueltamente se puso de pié y giró ofreciéndole el
culo a sus amigos, apoyando sus manos en el respaldar del sofá.
Se puso de pié y giró ofreciéndole el culo a sus amigos. |
-Aquí
está mi culo, amigos. ¡Folladme!, quiero saber lo que se siente. Quiero tener
una polla dentro de mí. Ya lo dije antes y lo repito ahora. Hacedlo ya, por
favor.
Todos
se miraron entre sí, sin decidir quién sería el primero. Pipo abrió bien las
nalgas de Carmelo, pasando la lengua varias veces por su ano. Entonces Felipe
tomó un trozo de manteca de la mesa y apartando a Pipo, lo untó bien sobre cada
pliegue, lubricando toda la zona. Sin demasiados preludios, acercó la punta de
su hermoso pene, y empezó a penetrar a Carmelo.
-Mientras,
dame otra vez tu polla por la boca, Ignacio – ordenó Carmelo, a lo cual Ignacio
obedeció rápidamente.
La
polla de Felipe fue horadando el agujero lentamente. Carmelo se quejaba, pero a
la vez, su culo, que era inmenso, parecía poder albergar la erecta lanza en su
totalidad. Y poco a poco, aprendió a relajarse, pues el deseo que quemaba su
interior, era demasiado aliciente. Cuando la pija de Felipe estuvo metida por
la mitad, Carmelo, con la boca ocupada con la verga de Ignacio, alcanzó a
decir:
-¡Ah...!,
me gusta... me gusta... Entra más, Felipe, méteme todo tu carajo en el culo,
¡venga, macho! – y con ambas manos se abrió los glúteos, sintiendo como el
movimiento de Felipe hacía que la pija se deslizara más y más hacia su
interior.
Pipo,
que observaba toda la situación masturbándose, se acercó por detrás de Felipe y
lo abrazó besándolo en el cuello. Éste lo recibió con la respiración
entrecortada por el gozo que el culo de Carmelo le estaba haciendo sentir y
extendiendo sus brazos por sobre su cabeza alcanzó a atraer la de Pipo hacia
sí. Pipo, que tenía ya su duro miembro entre las nalgas de Felipe, mojó bien su
caliente entrada, a la vez que la punta demandaba pasar por ese delicioso
umbral. Felipe seguía follando a Carmelo, pero eso no le impedía abrir su culo
ante la insistencia de Pipo. Y se abrió tanto, que el glande de Pipo entró
completamente, y de un sólo envión, en su ano totalmente dilatado.
-Tenés
un culo perfecto, Felipe. Te siento totalmente abierto a mí.
-Sí,
Pipo, yo también te siento. No pares, por favor.
Carmelo
tragaba la gran lanza de Ignacio mientras era dulcemente sodomizado por Felipe,
que a su vez, estaba siendo penetrado por Pipo. Los tres pares de bolas se
golpeaban entre sí, mezclando sudores, pelos y olores masculinos. En un
momento, Carmelo, que nunca terminaba de maravillarse por el tamaño del pene de
Ignacio, tomó ese palo por su base y dijo a todos:
-Mirad
este carajo, ostia. Me pregunto quién será lo suficiente macho aquí para
empalarse sobre Ignacio...
-Creo
que Felipe no tendrá ningún problema – dijo Pipo sin dejar de bombear el culo
de su amigo.
-No
sé si entrará, pero estoy ansioso por probar – dijo Felipe respondiendo la
alusión, y también extrañamente honrado por la elección de Pipo.
-Pues,
venga, que quiero ver como esta verga desaparece en tu culo.
-Carmelo,
sos incorregible – dijo Pipo riendo.
-Estoy
muy guarro, ¿verdad?, disculpad, es que toda esta escena me da un morbo que...
¡joder, mirad que cachondo que me habéis puesto...! Nunca estuve tan empalmado.
A ver, ven aquí Ignacio, a joder con este tío, que no puedo creer que alguien
pueda gastar semejante trozo de carne entre las piernas.
Felipe
tomó el sitio de Carmelo, dejando las piernas muy abiertas. Carmelo trajo una
crema lubricante del baño y la aplicó directamente sobre el ojete de Felipe, al
cual la verga de Pipo se había encargado de dilatar y poner a punto. Todos
estaban expectantes. Ignacio se ubicó detrás de Felipe y abriéndole el culo,
apuntó su erección al húmedo ano, sin ayuda de sus manos. Fue entrando muy
despacio, pero con firme e interrumpido avance, mientras Carmelo y Pipo
colaboraban acariciando y explorando cada parte de los dos cuerpos. Como dos
espectadores en una cancha de fútbol, alentaban y comentaban cada instancia de
la acción. Pipo se fue situando al lado de Felipe, en la misma postura, en
cuatro patas y apoyando sus manos sobre el respaldar. Juntó su boca con la de
Felipe en sostenido roce de labios y lengua, ofreciéndole a Carmelo, una visión
muy inquietante de su culo abierto.
-Vení,
Gallego – dijo Pipo mirando a Carmelo – Es hora de que yo también pruebe tu
pija en mi culo.
Carmelo
no se hizo rogar, y se arrodilló para besar el ano de Pipo, lamiéndolo y
chupándolo para darle una mejor lubricación, pero como sabía que una primera
vez requiere de mayor cuidado, lo untó también con buena cantidad de crema, que
esparció por fuera y dentro del ano latente. También embadurnó su anhelante
verga, que acarició una y otra vez entre ruidos húmedos. Pipo estaba tan
dispuesto, que Carmelo logró penetrarlo, aunque, como su verga era bastante
ancha, sólo pudo hacerlo hasta la mitad.
-¿Está
bien así, mi rey? ¿No te estoy haciendo daño? – preguntó Carmelo a Pipo.
-No,
Carmelito. Metemela todo lo que puedas.
-Despacio,
despacio... todo a su tiempo, chaval, que no quiero que tu hermoso culito se
rompa a la primera vez. Pero mira, ¡mira como Felipe se ha tragado todo el
pollón de Ignacio...!
Efectivamente,
los huevos de Ignacio, abatían dulcemente el perineo de Felipe, que soportaba
estoicamente el gran palo que su amigo introducía en él. Finalmente había entrado
todo. Las dos parejas se movían casi al unísono, aumentando o disminuyendo el
ritmo según las diversas sensaciones. Felipe y Pipo se besaban en la boca,
creando el istmo de unión entre las dos parejas acopladas. Todo se desarrollaba
entre gemidos y hondos suspiros de placer. Así estuvieron durante largo rato
hasta que sintieron que pronto no podrían aguantar un segundo más sin inundarse
en su propio semen. Entonces Carmelo dijo agitadamente:
-Hostia,
que no doy más. No sé a vosotros, pero a mí me apetecería mucho correrme...
sería magnífico si lo hacemos todos a la vez, ¡y cómo me gustaría que nos
corriéramos en nuestras bocas!
La
simple sugerencia hizo que los cuatro hombres se situaran sobre la alfombra
formando un círculo, de manera que la verga de cada uno fuera tragada por la
boca del siguiente.
-Ven,
Pipo, dame tu polla, quisiera que tu primer chorro con un hombre sea mío y me
lo hagas sentir directamente en la boca – dijo Carmelo cariñosamente, mientras
buscaba con sus labios el glande de de Pipo.
Los
cuatro vecinos se ofrendaron generosamente los duros sexos. Carmelo ya había
atrapado el de Pipo, mientras que éste saboreaba el de Felipe, que tragaba el
de Ignacio, que ya había metido en su boca la gorda polla de Carmelo. El
círculo estaba completo. Frenéticamente, cada uno proporcionaba un cuidado
placer a su compañero, y todos se sintieron en la gloria al chupar y ser
chupados. Activas lenguas, sudores compartidos, olores masculinos, líquidos mezclados,
chasquidos intensos, narices hundidas en pelos, manos explorando lo imposible, movimientos pelvianos,
respiraciones entrecortadas, gemidos, resoplidos, espasmos.... todo fue
haciéndose cada vez más rotundo y los cuatro supieron intuitivamente que
estaban llegando a la cumbre de su gozo. El primero fue Pipo, que volcó
grandes chorros en la boca de su adorado Carmelo. Esto fue como un detonante del
que todos se apercibieron, incitando un efecto de reacción en cadena. Carmelo
se vació en la garganta del nuevo vecino. Felipe fue el tercero, y con incontrolables
y violentos movimientos colmó de espesuras la boca de Pipo. Finalmente,
Ignacio, gimiendo agitadamente, se descargó por completo en la boca de Felipe, sin
dejar de acariciar dulcemente la cara barbuda de su nuevo amigo.
Por
un momento todos quedaron recostados unos sobre otros, sin fuerzas, con los
pechos subiendo y bajando aceleradamente. Tomándose de la mano, todavía entre
acaloradas caricias, los cuatro hombres sintieron la delicia de sentirse
fuertemente unidos.
Lentamente
volvieron a la calma. Con parsimonia y languidez se fueron incorporando entre
miradas cómplices. Cuando se vieron a sí mismos, entre sonrisas llenas de
satisfacción, aún sentados en el piso y con grandes cantidades de esperma
chorreando por sus barbillas y pechos, se volvieron a decir lo bien que la
habían pasado.
-Qué
fuerte ha sido, ¿verdad? – comentó Carmelo – queridos míos: lo dicho..., ya me
puedo morir tranquilo. Ya sé lo que se siente cuando una polla entra en tu
culo.
-A
mí me gustó mucho..., y me parece que me hice puto – dijo Pipo, abrazando el
voluminoso cuerpo de Carmelo que lanzó otra vez sus sonoras carcajadas por la
ocurrencia de su chaval.
-Sí,
estuvo tan bien que me encantaría repetir – suspiró Felipe estirando su velludo
torso, y guiñándole un ojo a Pipo le dijo - creo que yo también me hice puto.
-¿En
serio? - preguntó Pipo.
-Bueno,
no, creo que ya era puto de antes - rió Felipe.
-Dime
una cosa, Ignacio - preguntó Carmelo.
-¿Qué?
¿Querés sabér si yo también me hice puto esta noche? - rió.
-No,
tonto. Quería preguntarte: ¿Qué coño harás con tu socio? Me imagino que lo
llamarás...
-Ay,
Carmelo, siempre el mismo metido, vos - dijo Pipo poniendo los ojos en blanco.
-Bueno,
decía nomás, que el pobre hombre debe todavía estar esperando en la cama sin
entender nada...
-No
te preocupes, Carmelo. Hoy me han ayudado a acomodar ciertas cosas desordenadas.
Y sí..., creo que mañana lo voy a llamar.
-¿Mañana?,
podés hacerlo ahora mismo - dijo Felipe - no sé, ¿por qué no lo invitás? así lo
conocemos.
Ignacio
rió de buena gana:
-Ustedes
son incorregibles. Ya los voy conociendo bien ¿Pero de verdad querés que invite
a mi socio, Felipe? - preguntó Ignacio con toda intencionalidad.
Felipe,
con la sonrisa más dulce que tenía, miró profundamente a Ignacio y le apretó la
mano:
-Sinceramente...,
no.
Carmelo
y Pipo, se miraron, alzando las cejas, susurrando divertidos un sonido en forma
de "uh", y dándose cuenta de que algo especial empezaba a pasar entre
Felipe e Ignacio, que no dejaban de observarse.
-Ya
lo creo que nos conociste, hombre - retomó la charla Carmelo, luego de un denso
silencio - ¿y qué te hemos parecido?, porque tu nos caíste muy bien, ¿no es
verdad, muchachos? - todos asintieron con sonrisas.
Ignacio,
algo emocionado, se enjugó los labios, mirando a los ojos a cada uno de sus
amigos.
-Como
decía, los estoy conociendo, y ya los estoy queriendo.
-No
te podés quejar - dijo Pipo, después de otro instante en silencio - te dimos
una bienvenida muy especial.
Ignacio,
sonriendo tiernamente se acercó a Felipe, y pasando su mano por entre esa
pelambrera áspera, dejó que su cabeza se recostara cerca del matorral denso del
pubis. Luego dijo con un tono encantador:
-Sin
embargo yo tengo una queja. Por tratarse de una bienvenida a un nuevo vecino,
digamos que fue bastante incompleta.
-¿Qué?
¿Pero qué dice este hombre? si hasta cociné en su honor mi famosa tortilla,
joder. Pipo, ¿tú sabes de qué está hablando este cabrón?
-No,
Gallego, ¿y vos, Felipe?
-Ni
idea, che. Pero no le hagan caso, debe estar delirando a causa del alcohol -
dijo, mientras sus dedos acariciaban la cabeza de Ignacio.
-Estoy
completamente sobrio, querido Felipe. Pero si todavía no entendieron, les
explico: de los cuatro, yo fui el único que se quedó sin su polla en el culo.
¿Les parece justo eso? No, no... eso no se le hace a un vecino nuevo. Creo que
me quejaré al consejo de administración del edificio...
Todos
rieron, sin fuerzas ya, mientras Carmelo decía con su inefable tono:
-¿Nachito,
has oído hablar del derecho de piso?, bueno, aquí eres nuevo, así que tendrás
que esperar...
-¿Hasta cuándo? – imploró Ignacio con gesto cómico.
-Pues...
déjame ver... ¿Dentro de media hora te parece bien?
-Hum....
si es así, creo que podré esperar... pero... sólo entonces los consideraré
"buenos vecinos".
Franco
Muy bueno Franco!!! Ya quisiera que me den esa bienvenida jaja
ResponderEliminarUn abrazo grande
Juanjo
gracias, Juanjo!!!!
ResponderEliminarUn abrazo
¡Bravísimo por los nuevos agregados, mi querido Gaucho de Oro! Este reencuentro ha sido un verdadero deleite... Te leí anoche y acabé soñando con esos encuentros, esos descubrimientos... y esos goces tan realmente plenos... y esta nueva perspectiva, con ese "puede ser". Literalmente, "acabé soñando"... hasta quedarme dormido.
ResponderEliminarEsta nueva serie de elementos se está prestando a una segunda parte que bien podría llamarse "Entre dos amores". Es un hecho que Ignacio sintió una química especial con Felipe, pero también es un hecho que lo que pasó con su socio fue lo que puso a sus emociones en el ojo del huracán... ¿Cómo podría poner en orden definitiva a su mente y a su corazón? Tatatatáaaaaaaannnnnnn... ¡Estos vecinos sí que resultaron mucho más que buenos! Qué coraje que nomás no se vean rastros de algo parecido aquí en mi edificio... Snif Snif! Jejeje...
¡Este Café VH no dejará de deslumbrados con su brillo exquisito! Mil millones de gracias por hacer que así sea, Franco. ¡Ven acá que te quiero dar un abrazo!
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ResponderEliminarManu,
ResponderEliminargracias por tus palabras. Y sí... te cuento que me estoy animando a escribir un poco, y ya comenzó "Buenos vecinos II", donde pasarán algunas cosas que intentarán distanciar a los vecinos, algunos sustos, y sí, Ignacio sufrirá una dicotomía amorosa, pero con alguien más de su reciente pasado, provocando grandes movilizaciones en Felipe que, como era de esperar, quedó locamente enamorado del nuevo vecino. También nuevos personajes vendrán a tocar a la puerta de nuestros vecinos. Pero no te cuento más para mantener el suspenso. (eso sí, la elaboración va lenta, y el parto de la nueva criaturita no tiene fecha determinada, je)
Bueno, a ver si esta vez me dan el Premio Cervantes de una buena vez.