El cuentito de fin de mes
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"Nuestro Secreto" a misteriosa atmósfera de los vestuarios, el etéreo erotismo de los varones desnudos yendo y viniendo, la inconsistencia de las toallas como breve y única vestimenta, los sonidos que reverberan como en un sagrado claustro: silbidos, vociferadas, cantitos, diálogos perdidos…, los olores de distintos sudores mezclándose con perfumes corrientes, lociones y desodorantes, el ruido del agua cayendo constante, el vapor, la luz, el clima… ¿Por qué todo eso me despierta tanto morbo? Ahora que escribo estas líneas, creo encontrar la respuesta a eso. Los recuerdos de mis primeras vivencias en los vestuarios masculinos fluyen, innumerables. En esos escenarios vi por primera vez la desnudez adulta de un hombre. Pero siempre vuelvo a un recuerdo en particular, una vivencia especialmente significativa. Papá trabajaba entonces siendo agente de propaganda médica, un oficio conocido comúnmente como “visitador médico”, o “valija”, como se decía en la jerga