El cuentito de fin de mes
Gracias, señor. J uan venía a trabajar todos los días por la mañana bien temprano. Era un tipo muy callado pero también amable aunque casi nunca se lo viera sonreír. Vino recomendado por unos amigos. Desde que me había mudado a la nueva casa, cuatro meses atrás, había quedado una habitación por terminar. Se trataba de la reparación del cielorraso y la instalación de nuevos tomacorrientes. Juan era el albañil perfecto para ese trabajo. Conocedor de su oficio, se abocaba a su tarea desde el primer minuto hasta el momento de retirarse, y sólo hacía una breve pausa para comer algo al mediodía. Hacía una semana que había empezado, pero, por alguna extraña razón, yo nunca había reparado en su persona. Juan es de esas personas a las que uno no toma en cuenta en un principio. Tal vez por la opacidad de su carácter, o por su modesta discreción, lo cierto es que ese día, inexplicablemente, comencé a mirarlo con detenimiento, y cuando me di cuenta, ya había estudiado interesad...