Cuentito de fin de mes

DON TITO, EL MECÁNICO DEL PUEBLO.


Hoy, al volver, mi pueblo chico me parece aún más chico. Llego a las siete y media de la mañana, y a esa hora, parece un pueblo fantasma. Sus casas y calles están ahí, pero no sus caras, ni su gente de hace 10 o 15 años atrás. Vuelvo a mi casa, la casa de la infancia, la casa de mi madre, la que dejé para irme a la gran ciudad... y allí me espera tanto para hacer. Levantarla, desmantelarla y desarmar también tantas cosas que me conectan a un pasado cercano, pero también con toda mi vida. En el buzón hay varias cartas, cuentas, facturas de impuestos y resúmenes de no sé qué cosas. Por un momento desfallezco, no tanto por el cansancio del viaje sino por lo que me espera: vender esta casa ahora deshabitada tras la partida de mamá.

Me dejo caer en el antiguo y modesto sofá con las cartas aún en la mano, que se desparraman sobre el abrigo que todavía llevo puesto. Contemplo la pequeña habitación iluminada apenas por los primeros destellos del día filtrándose a través de las persianas cerradas. Entre los sobres hay uno que me llama particularmente la atención. En él está escrito con letra despareja: "Señor Mariano A. Gutiérrez". Miro el remitente y un torrente de recuerdos invaden todo mi ser: ¡Es...de Don Tito! No me alcanzan las manos para abrir el sobre. Me quito el abrigo, lo apoyo sobre mi valija, y me pongo a leer, con la emoción en la garganta.
Querido Mariano:

Espero que esta carta te encuentre bien de salud. Ahora que Doña Elena nos dejó (Dios la tenga en su gloria), me animo a escribirte estas líneas. Te doy mi pésame por lo de tu mamá. Nunca le pregunté a ella tu dirección en Buenos Aires, y creo que tampoco tenía sentido mandarte una carta entonces. Como en este pueblo las cosas se saben muy rápido, me enteré de que ibas a venir para vender la casa y me pareció una buena oportunidad para saber de vos, pues siempre te recuerdo con mucho cariño, más de lo que te puedas imaginar... 
Interrumpo la lectura ganado por la emoción. Me llevo la carta al pecho y miro hacia el pasado con mis ojos llenos de lágrimas.
El recuerdo de Don Tito arranca en tiempos de mi más tierna infancia. Rememoro esas imágenes cuando entonces pasaba por la calle de su taller mecánico casi todos los días en mi bicicleta. Iba a la panadería que estaba en la calle siguiente. Si Don Tito estaba en la puerta, siempre recibía su saludo con la mano en alto "¡Qué hacés, Marianito!". No sonreía, pero se sentía su atención especial en ese saludo. Él, que había sido muy amigo de papá antes de que nos abandonara, era el único mecánico del pueblo. Su taller subsistía porque estaba a pocos metros de la ruta a Buenos Aires. 
... Y te recuerdo desde que eras un pendejito tímido que casi no saludabas cuando pasabas por la puerta. ¡Qué épocas!, cuando había tanto trabajo que te llamé para que vinieras a ayudarme con el taller. Fue tu primer trabajo. Eras casi un niño ¿te acordás?, tenías quince años, pero ya eras muy seriecito para tu edad...
En el taller de Don Tito tuve mi primer trabajo. A mis quince años, iba a vivir algunas otras "primeras veces" también. ¿Pero cuántos años tendría él? Nadie sabía la edad precisa de Don Tito. Era un hombre común y corriente. Algo bajo, tosco, con rudos modales, pocas palabras, pero siempre con cierta nobleza y firmeza de quien es un hombre de bien. Si había sido amigo de papá, seguramente tendría su edad, por lo que yo deducía que en aquella época rondaría los 40 años.
-Es muy simple – me dijo mientras seguía revisando un distribuidor – tu mamá me dijo que todavía no te decidiste a entrar a la secundaria y que unos pesos le vendrían muy bien para llegar mejor a fin de mes. Yo tengo bastante trabajo y necesito un ayudante. Por lo pronto vas a empezar viniendo 8 horas al día. Quiero que seas puntual y trabajador, aquí no hay lugar para vagancias. ¿estamos?
-Sí, Don Tito.
-Abro a las 9. Entrás a las 10. Podés comer aquí conmigo, y quedás libre a eso de las 18.
-Gracias, Don Tito.
-Empezás mañana. Saludos a tu mamá.
Y ahí estaba yo, aún niño, pero con un cuerpote de adulto, ensimismado, tímido y sin la auto confianza suficiente como para continuar mis estudios. Supongo que estaba inmerso en la inercia de aquella anodina atmósfera del pueblo, así que me sentía muy extraño por tener un empleo.
... Tu primer día fue un desastre. No pegabas una, y cuando te fuiste me pregunté ¿quién me manda a mí a meterme con este pendejo que no sabe ni limpiarse los mocos? De veras que lo pensé. Pero claro, vos fuiste progresando, y pronto descubriste que para tu sorpresa, (¡y la mía!) no eras nada tonto. Nunca tuve otro ayudante como vos, sabía que te iba a sacar bueno. Pero, como en todo, hacer algo por primera vez, cuesta siempre. Con ese aprendizaje, vino tu confianza en vos mismo. Yo no era tan bruto como para no darme cuenta...
Todos los días llegaba con mi bicicleta, me ponía mi overol azul, y empezaba a trabajar en alguna tarea que me indicaba Don Tito. A las 12:30, hacíamos una pausa para comer algo. Generalmente, después de almorzar, ambos nos tomábamos un tiempo para descansar, siempre que no hubiera mucho trabajo que hacer. A veces Don Tito se iba a recostar un rato, dormía una breve siesta, y yo me quedaba cuidando el negocio. Él vivía solo, y la continuación del local era un par de modestas habitaciones que conformaban su vivienda.
Después de unas semanas, yo ya amaba tener ese trabajo. Don Tito era severo en su trato, pero empecé a tener cierto afecto en él. Percibía su cariño y yo me sentía seguro a su lado. Tal vez por eso, comencé a apegarme a él, como si fuera una variante paternal. Nunca me hubiera animado a preguntarle sobre su vida, pero me moría por saber más de él. No se le conocían novias, o demasiados amigos. No era atractivo, ni tenía un torneado cuerpo. Más bien su barriga tendía a hacerse prominente debajo de sus grandes pectorales puntiagudos. Tenía brazos velludos, muy fuertes, y grandes manos, impregnadas siempre con un color negro, sobre todo bajo sus uñas.
A veces me quedaba mirándolo, como si quisiera indagar todo sobre él. Solía vestir una camiseta sin mangas y pantalón de trabajo. Bajo la camiseta, sus pezones marcaban la tela como si hubiesen tenido por todo objetivo traspasarla y el holgado escote mostraba casi con desfachatez la abundancia de sus pechos sin vello. Por eso me llamaba la atención que sus sobacos fueran tan peludos. Estaban poblados de largos y negros pelos que al final del día perfumaban el aire con olor a sudor. No me molestaba aquello en lo más mínimo. Era parte del olor familiar que aprendía a reconocer como cotidiano. Era el olor de Don Tito, a quien empezaba a querer mucho.
... Y nos hicimos muy compañeros. No éramos muy parlanchines, pero aprendimos a comunicarnos de otra manera, los hombres somos así. Yo me sentía observado. Me mirabas, en parte, porque aprendías mucho viéndome trabajar, pero por otro lado, creo que me mirabas para saber más de mí. Pero, Marianito, yo te miraba más. Me gustaba verte, eras como el sol que entraba a mi casa... te miraba, sí, no sé si vos te dabas cuenta...
-Hasta el lunes, Don Tito – dije un día, dispuesto a regresar a casa – que tenga un buen fin de semana.
-Chau, Marianito... pero... ¡Eh!, ¡Vení para acá!... ¿Vos te das cuenta en el estado de mugre que salís del taller?
-¿Yo? Y... sí. ¿Pero... qué hay? ¡Si estuve trabajando!
-¡Precisamente! ¡Mirate un poco...! ¡Estás hecho un asco! ¡Tenés grasa hasta en la frente!
-Bueno sí, pero, Don Tito, esto es un taller ¿no?... además...
-¡Además nada!. Vení. No pensarás ensuciar toda la casa a tu madre, o el baño... la pobre ya tiene bastante con su trabajo y encima, tiene que limpiar tu roña.
-Pero ¿dónde quiere que me bañe?
-¡Aquí!
-¿En su casa?
-¿En dónde si no? ¿En el Sheraton? Todavía no abren ninguno en el pueblo...
Me reí de buena gana. Y también Don Tito se rió. Era una de las pocas veces que veía sus blancos pero desparejos dientes.
-Desde hoy, si querés, podés bañarte aquí. Ahora que estás trabajando más, te vas a ensuciar también mucho más. Y acá está el baño que podés usar todos los días antes de irte. ¿de acuerdo?
-Si usted lo dice, está bien, Don Tito. Gracias.
-Andá. Ahí tenés jabón y toallas limpias.
Como en todas las casas viejas, el baño, con puerta de grandes vidrios traslúcidos, daba al patio interno. Don Tito me hizo un gesto de su mano para que pasara y entró a la habitación pequeña enfrente al baño. Era un improvisado despacho con una mesa que hacía las veces de escritorio. Ahí Don Tito llevaba las cuentas y organizaba sus tareas.
-La puerta del baño no cierra muy bien.
-No se preocupe, Don Tito, ya la conozco – dije, mientras entraba y encendía la luz.
Abrí el agua caliente sintiendo como el viejo calefón sacudía un poco la casa desde la cocina. El lugar se llenó de vapor y yo me quité la ropa. No había ni bañera ni cortinas rodeando la ducha. El agua caía despareja y sin mucha presión desde lo alto. Cada tanto le daba un empujón a la puerta, que insistía en abrirse. Hasta mis oídos llegaba el tango silbado por Don Tito, que se había quedado ordenando unos papeles en la habitación de enfrente.
Me metí bajo el humeante chorro, sintiendo el placer del agua caliente sobre mi desnudez. La puerta rechinó y se abrió aún más. Podía ver a Don Tito desde la ducha. Contaba el dinero y lo ponía siempre en aquella cajita metálica, sobre el estante. Volví a empujar la puerta y me enjaboné todo el cuerpo. La puerta se volvía a abrir. ¡Carajo! ¿Porqué Don Tito no le dará unos martillazos y la pondrá en su lugar? La cerré nuevamente, pero cuando vi que era inútil, ya no me preocupé más.
De pronto advertí que el tango que silbaba Don Tito había cesado. Me pregunté que estaría haciendo. Pero no le di mucha importancia. Terminé de bañarme, me vestí y me fui a casa.
No. Creo que no te dabas cuenta, como tampoco te diste cuenta que el día que te bañaste en casa aquella primera vez: te espié. Y ahí empezó todo. Me felicité por no haber arreglado la dichosa puerta del baño. Y, desde ese día, sabiendo que ibas a ducharte en casa, no hice nada por repararla... ¡Joder!, pensé... ¿A esta altura del partido, no me estaré haciendo puto? Sí, ese día empezó todo.
En la semana siguiente noté que Don Tito estaba más pensativo, y varias veces al día lo sorprendía con su mirada fija en mí, serio, observador. Y cuando nuestros ojos se chocaban, él se sentía incómodo, bajaba la vista y seguía haciendo su trabajo.
Los primeros calores llegaban, y después del trabajo, cuando me duchaba, ya lo hacía con la puerta del baño totalmente abierta. Era como una rutina. Yo entraba al baño, y Don Tito siempre estaba en el cuarto de enfrente, silbando y... dejando de silbar.
Con el verano, los días se hacían difíciles de soportar. Los techos del taller eran de chapas de zinc y el ambiente se hacía sofocante. Don Tito trabajaba sin camiseta. Se ponía algo sólo si entraba algún cliente, pero su generoso pecho desnudo era el paisaje habitual de todos los días. Comprendía ahora por qué esos pezones se marcaban tanto en la tela de sus prendas. Parecían dos hamburguesas por su tamaño y estaban rodeados de pelillos suaves y oscuros. No entiendo hasta el día de hoy porqué me atraían tanto. No tenía una clara inclinación sexual por los hombres. Todo lo contrario. Pero había algo en esas formas, en la abundancia de esas carnes colgantes pero firmes, en lo rojizo de esas aureolas, que me desviaban la vista involuntariamente cada vez que Don Tito pasaba a mi lado. Comparaba esos pechos increíbles con las fotos de mujeres desnudas que colgaban de la pared del taller. Eran solo imágenes, y las tetas que me mostraba Don Tito, eran de carne real.
-¿Qué mirás tanto?
-¿Yo?... eh... nada, Don Tito...
-Están grandes, ¿no? Pero no te confundas, no son tetas... – me decía, riendo fuertemente.
Yo sonreía sonrojado, bajando la vista, escuchando su risa burlona, pero complacida a la vez.
Y fue así como yo empecé a notar – para mi gran asombro – que cada día que pasaba, me fijaba cada vez más en Don Tito. Como aquella vez en que él estaba tirado debajo del motor de un Peugeot y me llamó para que le fuera alcanzando las herramientas. Parte de su torso había quedado debajo del auto, sólo podía ver su vientre descubierto y las piernas enfundadas en el sucio pantalón azul de trabajo. Me acerqué con la pinza que me había pedido y al dársela no pude evitar posar mis ojos en el bulto de su entrepierna. El pantalón, como siempre, estaba más abajo que lo que marcaba su cintura. Los pelos de su ombligo marcaban una tentadora senda hacia abajo. No podía apartar la vista de esa prominencia. Imaginé mil veces lo que había debajo de esa bragueta.
-La llave inglesa, pibe – me gritaba desde abajo. Y yo se la alcanzaba, asomándome un poco más para ver la negrura de sus axilas peludas. Al hacerlo, olía su sudor, y fue entonces que me sorprendí tanto al sentir que mi pene respondía con unos latidos a tales visiones. Era claro, uno sabe cuando su verga va a despertar, y la mía lo estaba haciendo.
-Tomá, poné todas estas piezas en el tachito con nafta, después las limpiás.... traeme el destornillador grande – y ahí iba yo de un lado al otro, sintiendo como la pija me abultaba el pantalón.
-¡Mierda, esto costó, pero bueno, creo que está listo! – dijo saliendo de abajo del auto y chocando con mi mirada. Yo me quedaba como tonto, viendo emerger sus hermosas tetas y aguantándome para no tocarlas.
-¡Eh!, ¿Qué te pasa? ¿Estás en la luna, vos?
Y yo bajaba la vista, escapando antes de que notara mi apretada entrepierna y mi cara enrojecida.
Un día, como de costumbre, terminé mi trabajo y preparé las cosas para ducharme. Entré al baño, hacía calor, así que sólo dejé que corriera agua fría. Don Tito, como era habitual, estaba silbando desde su pequeño cuarto. Me desnudé y me metí bajo el aliviante chorro de agua.
...Pero vos estabas tan hermoso bajo el agua que no me detuve a pensar qué estaba haciendo al mirarte, ni me importó demasiado que un jovencito en bolas acaparara toda mi atención. Tus quince años te habían dado un cuerpazo enorme y en ese momento me di cuenta de lo mucho que habías crecido. A pesar de ser tan joven, ¡Qué pelambrera tenías en tu cuerpo! Yo, que prácticamente te había visto nacer, no salía de mi asombro al verte tan hombrecito. Con tu culito bien levantado, redondo, perfecto... tu pecho, también velludo, con esos dos botoncitos rosados que empezaban a volverme loco, y al darte la vuelta... ¡tu pija joven y virgen!, ¡cómo me moviste el piso con esa verga! Lo sabés, claro...
Después de un rato me di cuenta de que como no había vapor en el baño, el espejo estaba completamente desempañado. Don Tito había dejado de silbar. Miré a través del espejo, y me quedé muy impresionado al ver el reflejo de Don Tito con su vista clavada en mí. Me había dado cuenta entonces de que: ¡Don Tito me miraba todas las tardes cuando me bañaba!
...No estaba dura, pero se te levantaba entre los huevos y quedaba mirándome hacia adelante. Cuando te fuiste, bajé la vista avergonzado, y casi no te saludé. Tenía pánico de que me hubieras descubierto, Mariano. Y el corazón me latía a mil por hora...
Al principio me asusté. No podía voltearme hacia la puerta. Tampoco mirar al espejo. Intenté seguir como si nada, pero estaba muy confundido. Me dio mucho pudor y por un momento no supe que hacer. Entonces miré otra vez aquel reflejo y ahí estaba Don Tito, inmóvil, con sus ojos devorándome. ¿Por qué? No lo podía entender. No entendía por qué un hombre – y mucho menos Don Tito – se sintiera atraído por un chico como yo. Terminé como pude, y me fui a casa como un torbellino.
Esa noche tardé en dormirme. No podía apartar de mi mente los ojos del mecánico puestos en mí. Un cúmulo de emociones me asaltaban. Sentía despertar cosas que no podía digerir. Todo era nuevo. Pero también excitante. Recuerdo que sentí muchas cosas, pero jamás rechazo hacia ese hombre con el que convivía tantas horas. En la oscuridad de mi habitación, volvían a mi mente los pechos de Don Tito, sus sobacos peludos, sus enormes pezones. ¿Qué me pasaba? Mi pito se empezaba a poner duro tan solo de pensar en la cara de Don Tito. Esa cara con barba cerrada de tres días, sus ojos mirándome, su expresión rara, devoradora, como si se tratara de la de un león sobre su presa. Mi mano fue instintivamente a mi miembro erecto y me masturbé de una manera casi brutal.
...Yo no soy de escribir. Nunca lo hago, y perdoná si tengo faltas de ortografía, no sé expresarme escribiendo, pero, ahora, por primera vez, me sale todo esto después de tanto tiempo... pero seguramente vos te acordarás de lo que pasó después...
Al día siguiente fui a trabajar como si nada. Pero una vez en el taller, me costó mucho ocultar mi nerviosismo ante Don Tito. Ahí estaba él, con su olor a macho, sus pectorales al aire y su pantalón que como de costumbre se bajaba un poco más allá de la cintura. Si Don Tito se agachaba, como muchas veces pasaba cuando estaba trabajando, me dejaba ver el comienzo de su culo. Ya no podía apartar mi vista de él. Lo buscaba y lo observaba, cuidando siempre de que no se diera cuenta.
Así pasaba las horas, atento al momento en que Don Tito dejaba escapar parte de sus nalgas cuando se sentaba, o una porción de su vello púbico cuando se estiraba para agarrar la nafta de aquel alto estante. ¿Qué veía en él? ¿Qué extraña atracción sentía? Estaba totalmente confundido, pero mi ingenuidad ni siquiera me hacía pensar en algo anormal o sucio. Para mí era todo nuevo, todo raro, una extraña mezcla de emociones e instintos básicos.
Apenas pude esperar hasta el momento de la ducha. Después del episodio del día anterior, curiosamente, estaba totalmente excitado con la idea de que Don Tito se quedara observándome otra vez.
El calor había sido implacable y yo estaba todo sudado. Cuando llegó el momento ducharme, Don Tito ya estaba en su cuartito, esperando, silbando su tango. Encendí la luz del baño y abrí el agua fría. Me quité la camiseta por encima de mi cabeza. Lo hice lentamente, sabiendo que era observado. Me sequé un poco el sudor con la prenda. Lo pasé por mis axilas, por mi cuello, y luego, muy lentamente por mis pectorales tapizados de mojados vellos. Me cercioré de que la puerta del baño estuviera bien abierta. Entonces continué con mi pantalón. Lo desabroché despacio, despacio, deslizándolo hasta el piso. Mis piernas peludísimas quedaron al aire. Jugué en rato con el elástico del calzoncillo blanco, sintiendo mi sexo palpitante debajo de la tela. Al despojarme de mi prenda interior, el silbido de Don Tito cesó. Quedé desnudo completamente y me situé debajo de la regadera.
... Ese día me volviste loco, y desde mi cuartito, a duras penas me contenía para no ir a meterme en la ducha con vos. Cuando te quitaste el calzoncillo, tu pija estaba más grande. Nunca la había visto así. En seguida me excité...
Sabía que él no perdía detalle de mis movimientos. Empecé a enjabonarme deteniéndome mucho más de la cuenta. Repasaba cada curva, cada recoveco de mi esbelto cuerpo.
...me diste la espalda y abriste tu culo. Te pasaste tantas veces el jabón, que me asombré de que siguiera intacto después de cada ir y venir. ¡Qué culo, qué hermoso culo  tenías, Mariano!... 
Me atreví a mirar por el espejo, y vi como la mano de Don Tito se posaba temblorosamente sobre su entrepierna. Se la empezó a frotar lentamente, sin dejar de mirarme un solo segundo.
...Hiciste un leve movimiento, y tu verga erecta quedó al descubierto. Quedé inmóvil. Nunca había visto algo así. Nunca me había fijado en algo así. La enjabonabas y la enjuagabas, jugando con el agua. Sentí tantas cosas entonces. Quería hacerte el amor ahí mismo. Pero no podía. Jamás me hubiese atrevido en ese momento ¿entendés?...
Sí, ese día me pregunté por primera vez: ¿Qué estamos haciendo? ¿No somos un par de pervertidos? Pero algo mucho más irracional me impelía a seguir mostrándome ante ese hombre cada vez más excitado. Me froté la pija tomándola desde su base y empecé a bombearla rítmicamente. Estaba completamente dura, grande, y sentía un raro orgullo de exponerla así a otro hombre.
...Si me hubieras visto en ese momento habría muerto de vergüenza. Pero yo tenía una mezcla de miedo y excitación muy grande, no podía dejar de espiarte. Mi verga estaba durísima bajo el pantalón, y si no hubiera corrido el riesgo de ser visto, me la habría sacado afuera...
Don Tito seguía frotándose el bulto, y cada tanto se tocaba los pechos, apretando entre sus dedos los grandes pezones. El hecho de mirarlo de reojo por el espejo, me daba cierta seguridad porque él no se daba cuenta que lo miraba. Todo eso era muy excitante para mí. Comencé a subir y bajar mi mano en torno a mi empalmado sexo, sintiendo siempre la mirada del mecánico sobre mí.
...Metiste un dedo enjabonado en tu culo, en tu precioso culo que era para mí la imagen misma del deseo, te pajeaste divinamente y yo no podía creer que despertaras en mí tantas cosas...
Eyaculé con una descarga de semen que saltó y se estrelló contra la pared. Me apoyé contra los azulejos porque el placer me había tambaleado y arqueado de tal manera que estuve a punto de caerme. Cuando volví en mí, me avergoncé por completo de lo que había hecho. Miré disimuladamente por el espejo, pero Don Tito no estaba ya observándome. Me enjuagué rápidamente, me sequé y me fui casi huyendo del taller.
...Querido Mariano, tantas veces, tantas tardes repetiste ese esperado ritual al final del día, que yo me sentía en el cielo. Casi lo interpretaba como un obsequio. Por eso no pude entender entonces, lo que hiciste con la cajita del dinero...
Ya casi no recuerdo qué me había llevado a cometer esa equivocación. Aunque... sí, creo que fue...
Yo sabía que querías cambiar la bicicleta. Claro. Si yo mismo te habría dado el dinero que te faltaba. Habías ahorrado algo y te faltaban solo unos pesos...
¡Sí! ¡La bicicleta! Ahora lo recuerdo bien. Quería aquella bicicleta. ¡Qué tonto y pendejo fui! Fue una estupidez, un arranque de adolescente que no piensa en las consecuencias: un día, después del almuerzo, mientras Don Tito se había retirado a descansar unos minutos, me quedé solo en taller y miré la cajita metálica donde estaba el dinero. Don Tito ponía allí toda la recaudación del mes. Pensé en mi anhelada bicicleta nueva y la tentación fue demasiada. Volví a mirar la cajita. ¿Y si yo tomara...? ¡No, ni pensarlo!, ¿cómo se me había ocurrido sacar el dinero de ahí? Pero... ¿Por qué no?  Con el sigilo de un gato me acerqué a la cajita. Don Tito no volvería a abrirla hasta después de haberme pagado el sueldo, y yo ya habría devuelto lo extraído. Estiré la mano. No, no iba a darse cuenta. Toqué la cajita. ¿Porqué temblaba? La tomé en mis manos. La abrí. Tomé parte del pilón de billetes y cerré la cajita, poniéndola nuevamente en su lugar. Me latía el corazón como nunca. "Ya está, lo hice", me dije a mí mismo. Pero cuando me volví, ¡Don Tito estaba en el umbral del cuartito, mirándome con la expresión más terrible que jamás había visto en persona alguna!
...Cuando te vi me sentí tan traicionado que la furia me ganó. Ahora sé que fue una travesura, pero en ese momento, no podía creer que vos me estabas haciendo eso. Te quería como a un hijo, y solo podía ver, con toda la bronca del mundo, que me estabas robando...
-¡Don Tito! ¡Yo le voy a explicar...!
-¡¿Explicarme?! ¿Te parece que esto necesita una explicación? – gritó furioso. Su cuerpo corpulento en la puerta del cuartito, obstruía toda posibilidad de salida.
-Pero... yo....
-Vos sos un pendejo traicionero que estabas esperando la ocasión ni bien me distrajera, si ya no me robaste otras veces...
-¡No, nunca!
-Lo único que lamento, es el dolor que le vas a dar a tu vieja, cuando se entere de todo, y cuando...
-¿Cuando qué?
-¡Cuando sepa que perdiste tu trabajo, pendejo boludo!
-¡No, Don Tito, por lo que más quiera!, No le cuente a la vieja, ¡Y no me despida!
-¡Te vas de acá, Mariano!
-¡No, por favor!, ¡Castígueme, pero no me despida! ¡Yo le iba a devolver todo el dinero!
-¡Claro que lo vas a devolver! ¡ahora mismo!, ¡y después te podés ir!
-¡No, Don Tito! – le dije agarrándolo por los breteles de la camiseta, y poniéndome casi de rodillas. Me miró con un desprecio que me hizo estremecer. - ¡No me haga eso, yo quiero trabajar con usted! ¡Pégueme, castígueme, haga lo que quiera conmigo, pero deje que siga viniendo al taller!
-¡Claro que te voy a castigar! ¡Lo que vos andás necesitando es un buen escarmiento!
Don Tito, en un torbellino de ira, me tomó de la mano y me llevó al taller. Vociferaba y me maldecía con insultos. Nunca lo había visto así. Temí lo peor, pero también sabía que la había cagado y me merecía lo que a Don Tito le viniera en gana hacer conmigo. Bajó la persiana metálica de la calle y ambos quedamos en semi oscuridad.
-¿Qué va a hacer?
-¡Vení para acá! – me gritó. Y jalándome del brazo se sentó en una pila de cubiertas de autos y me dio un tirón haciendo que cayera boca abajo sobre sus muslos. Quedé con mi culo expuesto ante él. Mis rodillas arrastraban el sucio suelo, mientras que mis brazos, extendidos hacia adelante se afirmaban contra otra pila de neumáticos. Horrorizado volteé mi cabeza a tiempo que veía la mano de Don Tito en alto. La palma bien abierta cayó con toda velocidad sobre mis nalgas arrancándome un grito de dolor.
-¡Ahora vas a aprender a no meter la nariz donde no te corresponde! ¿Te duele? – Me decía, y otra fuerte palmada chocaba en mí con gran estruendo.
-¡Ah! ¡Sí, me duele, Don Tito!
-¡Mejor! – y un tercer golpe me humilló el culo. Cuatro. Cinco... hasta que empecé a perder la cuenta. El dolor era inmenso, pero era Don Tito el que me estaba castigando, jamás me hubiera rebelado contra su autoridad. Así que me quedé quieto. Después de todo, estaba en su poder. Y ¡qué extraño!, fue en ese momento que comprendí lo que adoraba a ese hombre.
... Descargué toda mi furia contra ese culo, que paradójicamente amaba como un tesoro inalcanzable. Sólo podía subir mi mano, y descargar todo su peso contra tus nalguitas. Estaba como ciego, no veía más que tu traición.
Él seguía azotando mi culo. Me volví a mirarlo, y entonces descubrí otra mirada en sus ojos. Ya conocía esa mirada. Era la que había descubierto a través del reflejo del espejo del baño.
Sólo veía mi mano estrellarse contra tu culo. Mi vista no podía apartarse de tus glúteos redondos, perfectos. Ya te había visto en pelotas, por lo que imaginármelos a pesar de tu pantalón, no era difícil. Pero... ¿Para qué tanta imaginación si podía verlos ya?, me dije. Y quise más y más...
Entonces Don Tito, presa de un incontrolable furor, me tomó por el borde del pantalón, y tironeó tanto que consiguió bajarlo unos centímetros. Estaba ajustado con su cinturón, pero no obstante, su fuerza era mucho más grande (su deseo también) que la resistencia de la prenda. Le dio varios tirones más y sentí como mi pantalón descendía con trabajo hasta mis muslos. Había arrastrado mis calzoncillos por lo que mi culo quedó desnudo, vulnerable, y a su más absoluta merced. Una sensación única me invadió al sentir mi trasero al aire.
La visión de tu culo desnudo me encendió más, y no podía evitar relamerme al tenerlo tan cerca de mí. Levanté la mano, y seguí castigándote...
Su mano volvió a pegarme inexorablemente. Sentía toda la zona acalorada, y de tanto dolor, se me estaba entumeciendo. Pronto el dolor cesó, y dio paso a otra sensación, mucho más fuerte, mucho más inexplicable, mucho más increíble. Él siguió percutiendo mi trasero.
...Pero cada vez más pausadamente. Mi mano bajaba, mientras te decía "Vas a aprender, cabrón... ¿Qué se siente?... ¿Todavía te quedan ganas de robarme?...", pero cada vez esperaba más tiempo antes de volver a pegarte. Tu culo estaba como encendido, rojo como un tomate. Cada tanto, mi mano se quedaba ahí después de darte la palmada. Y cada palmada era cada vez más suave. 
¡Carajo! Sus manos empezaron a provocarme una de las sensaciones más sensuales de mi vida. Bajó mis pantalones aún más, entonces mi verga quedó liberada y frotándose fuera de mi voluntad contra sus muslos. Cada palmada iba transformándose en caricias cada vez menos rudas. Cada golpe repercutía en mi pija y la frotaba contra su muslo, otorgándome sensaciones indescriptibles. En cada pausa rogaba que viniese la próxima palmada. La esperaba casi con desesperación. Y después de que venía, su mano, hirviendo casi, se quedaba unos minutos sobre mi piel desnuda. A veces caía sobre mi raja, entonces abría bien las piernas, para sentir lo más adentro posible el contacto tan esperado.
... y sobre mis muslos, empecé a sentir como tu verga cobraba vida. Miraba tu culo, me lo comía con los ojos, y ahí iba otra vez mi mano a chocar contra tu carne colorada. Te abrí las cachas, para verte bien el agujero. Era rosado, apretadito, peludo y se contraía a cada palmada mía. Estabas caliente, y no solo por las palmadas. Estabas bien caliente, y tu pija se encargaba de transmitírmelo.
Mi cuerpo se fundía casi con el suyo. Lo sentía caliente, sudoroso, agitado, y me abandoné completamente a ese hombre implacable.
En medio de mi pecho, como un palo punzante, sentí su poderosa verga erecta. Por un momento, él, que estaba cubierto de sudor, hizo una pausa y se quitó la camiseta,. Después tomó la mía y me la subió por encima de mi cabeza dejándome desnudo.
-Basta, Don Tito – dije entre lágrimas. Sí, mentía, aún quería ocultar mi incontrolable deseo de que siguiera. Y a la vez que decía esto, abrí los muslos al máximo, adelantando mi culo en dirección a su cara – ¡Por favor, le juro que no lo voy a hacer más!
-¡Aunque me pidas por favor no te vas a librar de mi castigo! – decía Don Tito, pero con la voz ya mucho más suavizada.
Mis bolas quedaron colgando y una mano de Don Tito las agarró firmemente. Yo lancé un gemido corto y ahogado. Ese contacto fue a parar directamente a la punta de mi mojada verga. Creí que iba a eyacular ahí mismo. Tuve que contenerme y apretar bien el culo para no descargarme sobre su pantalón.
Pero la mano de Don Tito seguía acariciando mis bolas, las fregaba, las sacudía, las apretaba, mientras con la otra mano cada tanto seguía con sus palmadas, solo que ahora, la dejaba mucho más tiempo apoyada en mis nalgas, tocándolas descaradamente y avanzando con sus dedos sobre mi ojete.
Vos sentías mi pija en tu pecho. Mis manos se hundían en tu culo, en tus bolas, y todo tu ojete se me abría cada vez más. ¿Te acordás? Y de tu culo pasé a tu espalda. Estaba mojada de sudor, mis manos resbalaban por tu piel y vos te fuiste deslizando hasta quedar de rodillas...
Ahora sentía sus manos recorriéndome la espalda. La verga de Don Tito, que me taladraba el pecho, fue frotándome hasta sentirla en la garganta y en la cara. Con mis brazos apoyados en su muslo, alcé un poco la cabeza y miré directamente el gran paquete que se abultaba en su entrepierna. Toda la forma de su pija podía adivinarse tras el pantalón. Estaba ladeada a un costado y la punta enorme se marcaba perfectamente. Don Tito había dejado sus manos sobre mis hombros. Alcé la vista y lo miré a la cara: se mordía los labios y respiraba agitadamente. Esa mirada fue muy clara.
... y cuando me miraste, los dos supimos claramente lo que estaba sucediendo. Miraste mi bulto con todas tus ganas. La tenía tan dura que casi me explotaba. Tu carita estaba ahí, a menos de diez centímetros de mi bragueta, y yo ya no fui dueño de mis acciones. 
No pude despegar mi mirada de la entrepierna de Don Tito. Entonces, en un rapidísimo movimiento, él se desabrochó el cinturón, se bajó el cierre de la bragueta, apartó el elástico de su calzoncillo y ante mí dejó libre toda la erección de su verga. Me miró como diciendo "¿Qué...? ¿No era esto lo que querías ver...?".
Nunca había visto la verga dura de un hombre adulto. Recordaba mis jugarretas con amigos del club, cuando alguno salía empalmado de la ducha, pero esto no tenía comparación. ¡Qué espectáculo! La pija de Don Tito no era larga, pero tenía un grosor poco habitual. La cabezota se hinchaba enorme, puntiaguda y roja, totalmente cubierta de líquido brillante y gelatinoso. Su robusto tronco emergía de la intrincada sombra de sus pelos que se esparcían a los costados de sus muslos, enrulándose y espesándose en las ingles, y unas grandes, pesadas e inquietas pelotas, colgaban sobresaliendo de la abertura de su bragueta abierta.
Entonces me inundó su olor. Era un olor fuerte, mezcla de transpiración que emanaba de su frondosa vellosidad y de sus bolas tanto tiempo aprisionadas, y también de líquidos internos, que cada tanto surgía en gotas desde el meato urinario.
... Te mostré mi verga. Quería que vieras cómo me ponías. Además, en ese momento sentí que tenía que mostrártela. Yo que había visto la tuya sentía que era como faltar a un pacto entre hombres si yo no te dejaba ver la mía. ¡Qué loco! ¡Mirá las cosas que me pasaban por la cabeza en ese momento!...
Me tomó por los brazos y ambos nos pusimos de pié. Mi erección se irguió ostentosamente, y sentí como los ojos del mecánico me la devoraban. Se quedó mirándome intensamente unos segundos, con su respiración agitada. Sus grandes tetas subían y bajaban con cada bocanada de aire y su rostro lucía desencajado, rojo, atento. Tomó su sexo con una mano mientras que con la otra se acariciaba uno de sus pectorales.
-¿Te gusta?
Instintivamente llevé la mano a mi verga y comencé a acariciármela. Don Tito hacía lo mismo con la suya. Yo miraba como su prepucio subía y bajaba, cubriendo y descubriendo esa fruta pronta a ser devorada. No había respondido a su pregunta. Estaba muerto de miedo, lleno de dudas y loco de deseo. Pero Don Tito ya no estaba furioso. Su expresión de ira había cambiado totalmente y ya más calmo, expectante de deseo, me dijo:
-No tengas miedo, Marianito. No te pongas así, tranquilo, tranquilo. Sé que te gusta. Y para que sepas, a mí también me gusta lo que tenés ahí entre las manos. Eso no nos hace putos ¿entendés?. Es una cosa entre hombres. A los dos nos gustan las minas ¿no? Pero... los dos estamos calientes, y la podemos pasar muy bien. Nadie tiene porqué enterarse.
-Pero... si nos tocamos... ¿no somos putos?
-No, mirá – me dijo con la voz cada vez más suave. Y estiró una mano hasta tocar con sus dedos mis bolas. Y enseguida su mano se amoldó a mi duro carajo.
Yo sentí un escalofrío que me recorrió todo el cuerpo. Inmediatamente mi verga se tensó hinchando el glande y lanzando un chorrito de líquido transparente. Nunca había sentido tal cosa. Nadie me había tocado jamás. Ni mujer, ni hombre, por lo que me sentí transportado a un sitio indescriptible. Mi pecho subía y bajaba en mi respiración entrecortada. Estaba muy conmocionado y todo me parecía irreal.
... Qué sensación increíble fue tocar tu pija. Yo no tenía nada de miedo. Le estaba tocando la pija erecta a un macho y estaba en la gloria, no lo podía creer. Nunca me pregunté si estaba en lo correcto o no. Supe que también vos querías eso. Eso era suficiente. Tu erección era increíble. Todo tu cuerpo me pedía a gritos que te tocara.
-¿Ves?- me dijo Don Tito - ¿Ves cómo te sale el liquidito?, ¿Ves como se sacudió cuando la toqué?
-¿Y si se entera alguien? – dije atemorizado y mirando que la persiana y las ventanas estuvieran bien cerradas
-No te preocupes, pibe, nadie se va a enterar ¿Querés tocármela?
Yo no hacía más que devorar su enhiesto falo con los ojos.
-¿Está seguro que no me voy a volver puto?
-Probá, y vas a ver que no.
Extendí la mano, pero la detuve a medio camino.
-Pero... ¿y si nos besamos? ¿Si usted me da un beso, no somos unos grandísimos putos, Don Tito?
Entonces él sonrió mirándome con toda la dulzura del mundo y me susurró:
-Habría que comprobarlo ¿no te parece?
Me tomó la mano y la llevó hasta su vergota. Mis dedos se toparon con esa suavidad firme, húmeda del sexo excitado y listo para el amor. Tomé el tronco con más fuerza y le retiré la piel hacia atrás. Don Tito suspiró con un gemido. Su glande asomó todo mojado y sus pelos púbicos cosquillearon el dorso de mi mano.
... Y para demostrarte que no íbamos a transformarnos en dos maricones, te volví a decir: "tranquilo, Marianito", y me acerqué a tu boquita rosada, tibia, entreabierta, y te besé por primera vez. Era "tu" primera vez, y era "mi" primera vez. Entonces seguí acariciándote la pija, las bolas, me animé a meter la mano hasta abrirte un poco las piernas. Tu mano no había soltado mi pija. Yo estaba al palo, y la recorrías toda, de arriba abajo. Tenías un miedo atroz. Sentía tus labios retirarse instintivamente, temblaban, no sabían bien qué hacer, pero enseguida te apoyaste en mí, intuías que yo estaba mucho más tranquilo que vos.
Cuando Don Tito acercó su boca y me besó, todo mi ser vibraba. Era extraño, porque todas mis emociones estaban encontradas. Pero no podía dejar de sentir. Fue mi primer beso. Esperé a ver qué pasaba. No sabía qué hacer. Entonces su lengua entró tímidamente, abriéndose paso entre mis labios. Me retracté un poco. No sabía si me gustaba eso. Don Tito avanzó un poco más, tomándome esta vez de la nuca. Hizo una leve presión y toda su lengua me invadió la boca. Entonces respondí con la mía… y ya no pude dejar de besarlo.
Me abrazaste con todas tus fuerzas. ¡Ah!, ¡Si supieras cómo me sentí cuando me abrazaste! Quería decirte muchas cosas, pero fui muy cagón para hacerlo. Porque te sentía como un hijo, pero también quería cogerte y que me cogieras como un amante...


Nuestras pijas se acariciaban una a otra. El mecánico me rodeó con sus peludos y fuertes brazos. La sensación me ganó, desbordándome y haciendo que mi cuerpo obrara con voluntad propia. La boca de Don Tito bajó por mi cuello y sentí como me raspaba la piel con su barba sin rasurar. Lejos de molestarme, me excitó más. Su lengua me lamía y después su piel tosca hacía el contraste perfecto entre suavidad y rudeza. Yo abandoné mi cabeza hacia atrás ofreciéndome a él, que me tomó de las axilas, y siguió descendiendo con su boca ávida de explorar todo lo que venía a su encuentro.
No podía creer lo que estaba pasando. Tenía una lengua maravillosa. Arrasaba con todo, quedándose en mis pezones, succionando y saboreando cada accidente de mi cuerpo. Entonces, al seguir bajando, quedó de rodillas frente a mi joven e inexperta verga dura. La miró con esos ojos oscuros, sombríos, pero llenos de deseo, y acercó su boca a la punta. Me apresuré a poner mi mano en su frente:
-¡No!, ¡Pare, Don Tito, por favor, deténgase!
-¿Pasa algo, Marianito? ¿No querés que te la chupe?
-Me muero porque haga eso, pero...
-¿Pero qué pasa?
-Que no aguanto más, que creo que si me la chupa, voy a acabar ya mismo...
-No te preocupes, muchacho, tenemos todo el tiempo del mundo para volver a comenzar. ¡Pero esta pija yo no me la pierdo! – y diciendo esto, la tomó de los huevos y se la engulló con una energía pasmosa, producto de tanto deseo postergado.
Aullé de placer, pero inmediatamente me di cuenta de que yo estaba en lo cierto, y que tanto placer me superaba. A los pocos segundos, todo mi cuerpo se estremeció y una oleada de placer inmenso, fue subiendo desde la planta de mis pies y bajando desde el centro de mi pecho hasta invadir cada vez más intensamente mi pelvis. Quise retirar la boca de Don Tito, pero él, apartándome las manos, siguió bombeándome la verga con sus labios. Me arqueé incontroladamente en un mar de voluptuosidad. Don Tito me sujetó del culo, y yo descargué todo mi orgasmo en su boca.
Él trago cada gota de mi caliente semen, mientras yo sufría contracciones sublimes. Pero Don Tito no renunció a su manjar y, lejos de abandonarlo, lo siguió chupando, lamiendo y succionando.
Cuando acabaste en mi boca, sentí una felicidad enorme. Cada vez estaba más excitado, y no dejé de chuparte un solo momento. Tu juventud mantuvo la erección de tu pija siempre, y pronto empezaste a sentir que ibas a acabar otra vez. ¡Carajo!. Pero entonces me detuve y te abracé de nuevo...
Don Tito me agarró entonces por los hombros, me giró sobre mí mismo, y me apoyó contra el capot de un Fiat. Me abrió las piernas y me hizo sentir un pánico extraño. ¿Seguiría castigándome?
-Tranquilo - me dijo - ¿Te hice doler mucho, Marianito?
-Un poco – mentí, sin lograr tranquilizarme, pero excitadísimo siempre.
-Entonces, voy a reparar lo que hice, ¿me perdonás? ... creo que se me fue un poco la mano...
Se agachó frente a mi culo y empezó a lamerlo dulcemente. ¿Qué era aquello? ¡Dios mío, ese hombre me llevaba a sitios insospechables! Su lengua horadaba cada centímetro de mi agujero, deteniéndose en los pliegues, en el borde lleno de pelitos, entre mis bolas, en toda la extensión de la raya que separaba mis nalgas... ¡Aquello era infartante! Mi verga, latía y hasta me dolía de tan dura que estaba.
Después de un rato se levantó y me abrazó desde atrás, apoyando toda su virilidad en mi ensalivado culo. Ya no tenía miedo, y hasta me hubiera dejado penetrar por ese hombre. Pero mi deseo de besarlo pudo más, así que me di vuelta y lo tomé de la cabeza, juntando mi boca con la de él y entablando una lucha frenética de lenguas.
Me detuve un momento sólo para observar sus pezones. Los amasé con la mano ¡Cuánto había esperado por eso! Y después de acariciarlos, sobarlos, pellizcarlos, acerqué mi boca hambrienta y los empecé a chupar. Don Tito se moría de placer y yo sentía como sus pezones se ponían duros. Recorrí entonces todo el contorno de su aureola lamiendo los suaves y escasos vellos que custodiaban sus tetillas. Lo miré a los ojos y le dije muy serio:
-¿Sabe una cosa, Don Tito?
-¿Qué, hijo?
-Que ya no me importa si me vuelvo puto – nos quedamos un momento absortos, y luego bajé mi atención hasta su latiente sexo, lo tomé desde los huevos y me lo metí en la boca de un solo envión. Al principio me produjo arcadas pero resistí las ganas de sacarme eso de la boca hasta que toda mi cavidad se acostumbró a semejante volumen. Chupé y mamé bien a Don Tito. Lo giré y seguí con su culo, sin pensar, sólo recibía órdenes de lo que dictaba mi deseo.
-¡Meteme la pija, pibe, metémela hasta el fondo! – me suplicó Don Tito, abriéndose el culo con ambas manos.
... ¡Cómo me hiciste gozar, Mariano! En ese momento, cuando me cogiste, comprendí porqué a tantos tipos les gusta la verga. ¿Entendés? No te rías. Es en serio. Porque no hay nada más fuerte que el amor entre machos. Sentí que estábamos tan unidos que ya seríamos inseparables. Al principio nos costó ¿te acordás? Tu pija no entraba en mi agujero virgen, pero yo tenía tantas ganas, que acabaste por metérmela hasta el mango, y cuando sentí que tus bolas pegaban contra las mías, empecé a sentir que no tardaría en acabar.
¡Qué cogida impresionante! Nunca la olvidé. Mis manos aprisionaban los pechos de Don Tito mientras el panorama de su ancha espalda y su culo avanzando sobre mi verga hacían las delicias de mis ojos.
-¡Voy a acabar!, ¡no pares, no pares!
Lo agarré con fuerza y aceleré mis movimientos. ¡Estaba cogiendo a Don Tito! ¿Quién lo iba a creer? ¡A Don Tito, el mecánico del pueblo! Al pensar esto me puse a mil y mi segundo orgasmo no se hizo esperar. Estiré la mano y alcancé la verga de Don Tito. Ni bien la toqué, su semen salió disparando chorros espesos que me embadurnaron toda la mano. Sin dejar de moverme, agitado, dejé que también explotara mi verga y me derramé dentro del culo de Don Tito entre espasmos e impulsos intensos.
Y ahora que volviste, querido Mariano, espero que leas esta carta llena de recuerdos. Sé que vos también recordás todo esto igual que yo. Cuando te fuiste para terminar tus estudios, siempre supe que te iba a ir muy bien en la vida: formaste una familia, tenés un buen trabajo, sos feliz. Por acá, las cosas no han cambiado demasiado, vos lo sabés. Yo siempre te eché de menos, pero también estaba contento de tus logros, según me contaba siempre Doña Elena, (Dios la tenga en la gloria). Tal vez te sorprendan las cosas que acabo de poner en esta carta, pero, ya ves, me salió así, no sé muy bien como me animé a escribirla, pero en realidad, debe ser porque – te repito – sé que vos también recordás todo lo que vivimos juntos en el taller. Eso me otorga una deliciosa complicidad con vos.Solo quería mandarte un enorme abrazo, Mariano, y desearte todo lo mejor, porque te lo merecés. Hasta siempre. 
Tito Guzmán.
La carta me deja emocionado, conmovido, fuera de todo tiempo y espacio, con todos los recuerdos agolpados en mi pecho... y de pronto vuelvo a la realidad y reparo que estoy otra vez en el pueblo. Casi como un autómata, tomo mi abrigo y salgo raudamente por la puerta que atravesé hace una hora. No me dan los pies para caminar, correr, y atravesar las diez calles que me llevan hasta la entrada del pueblo, ahora tan cambiada.
Por fin, diviso el taller de Don Tito. Pasaron diez minutos de las nueve, hora de abrir, y la persiana, por supuesto, está abierta. El corazón se me sale del pecho. Ahí está. Es Él. ¡Es Don Tito!. Algo más canoso, con algo menos de pelo, pero sigue siendo el mismo. Me acerco, despacio, temblando, con la sonrisa que quiere volar, sabiendo que pronto se me humedecerán los ojos cuando me mire y me diga "¡Qué hacés, Marianito!".


Franco






Comentarios

  1. ZZZZZZZ, ya son las 4 de la madrugada, pero me fue absolutamente imposible pensar en acostarme antes de terminar el cuento. Sinceramente me cargó la parte de los golpes, aunque de a poco fueran dando lugar a nuevas situaciones - de hecho todo lo que tenga olor a abuso y sadomasoquismo me provoca angustia y repulsión. Pero sin embargo reconozco que es sólo un breve pasaje dentro del proceso de identificación / reconciliación con la figura paterna, y ese es un tema que me hace vibrar desde adentro. Me encanta que sea una termática recurrente en los relatos de Franco, me identifica profundamente.

    Hace un rato cumplí con mi deber cívico y emití mi voto para MR Vellohomo 2011. Me alegra que mi candidato tampoco esté ni siquiera dentro de las 5 primeras mayorías. Mejor, así podré armar mi propio cuentito de fin de mes con este papi del signo Leo, igual que yo (sin S&M, por supuesto).

    Ahora, con respecto a las observaciones sobre la cultura, me temo que por ser un concepto tan abstracto se vuelve inevitablemente un objeto manipulable en extremo y un vehículo de dominación de masas y de perpetuación de arquetipos políticos. Sin ser experto, quiero aportar con un par de reflexiones. Por ejemplo aquí en Chile, en tiempos de la dictadura la llamada "cultura" era monopolio de la izquierda. Así, cualquier patipelado que usara la palabra "libertad" y tocara charango era consagrado en los círculos opositores como un artista, aunque su producto musical fuera vomitivo. Lo mismo para las compañías de teatro, que aunque presentaran un bodrio sin pies ni cabeza, bastaba un tufillo a disidencia para ser consagradas como bastiones culturales de la resistencia al régimen. Por otro lado, la temporada de ópera siempre ha sido más frecuentada por socialités que no saben nada de música que por verdaderos conocedores y entusiastas. Dónde está la cultura en ello? Pensemos que incluso el mismísimo ballet Bolshoi recibía un generoso financiamiento estatal no por amor al arte y la cultura, sino porque era una efectivísima propaganda para la 'superioridad' soviética frente a la 'decadencia de occidente'. Con esto quiero reafirmar lo dicho por Franco en el sentido de que la cultura no se sustenta en políticas coherentes, de largo plazo y, lo más importante, independientes del poder de turno. Por desgracia, la cultura está al servicio de quienes son capaces de ideologizarla. Si ahora hasta los Wachiturros son artistas, embajadores de la cultura callejera(PLOP).

    Por último, comparto con Franco la fascinación del verano, el calor, los días largos y la sabrosa abundancia de pelos y pies al aire, pero quiero recordarlea que la palabra para pelirrojo es COLORÍN. Franco, te envidio, te envidio y te envidio por tu vecinito de la playa.

    Saludos a todos

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  2. Eres un artista. Hacía tiempo que no leía un relato homoerótico (creo que es la mejor forma de llamarlo) tan bueno.

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  3. El turco y su peluche.30/12/11, 9:27

    Salute barra! Salú tío Franco!! Que buena historia tio Francoo!!!Gracias y recontramil gracias tio querido por este ultimo cuento del 2011...que fue un espectacular broche de oro..y grasa de mecanico jejeje
    Lo mejor de todo para mi Franco es que despues de tanta pasión culminas el relato haciéndome emocionar...los ojos se humedecieron y me hubiera gustado estar alli...mirando ese abrazo entre Don Tito y Mariano...ademas como si fueran pocas las palabras tan bien escogidas, elegiste las fotos exactas para graficar el relato...esa verga gorda de Don Tito Wawwww!!!...valio la pena tener mi peluche cerca...estoy como el de la foto del otro dia jejeje..
    Gracias por tanta calidez de personay de artista Franco y gracias a todos por este reducto de amistad.Gracias tio Albert por tus palabras del otro dia sobre el cuidado del idioma...Gracias Tio Sebas por tu gran calidez...seguiras peliando con tu sobrinito el año que viene...tio cabron!! jajaja...Gracias y besos para todos!

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  4. Hola muchachada!!!! como estan ? que bueno ,pero que bueno terminar el año con este relato, les debo confesar que soy muyy muy fan de los relatos, vivo leyendo de todo tipo , y no pude parar de leer este relato,una por la forma en la que esta narrado ,excelente y otra por la historia, me calienta mucho las historias de maduros con jovenes. Les cuento que desde que comence a leer el retalo ,mi verga se comenzo a movilizar y una vez que cobro vida no dejo de estar dura,porque el relato tambien la mantuvo en ese estado.Excelente,genial, buenisimo!!!!
    abrazo grande para todos!!!
    Walter y Aldo!

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  5. Hola Franco, Hola Gente Linda:

    Hay algo de lo que todos se han dado cuenta,supongo.
    Soy puto,kirchnerista y peronista,
    en este orden pero a veces cambia.
    Franco:
    No voy a definir cultura seria arduo.Lo que si sé es que la mitad de la biblioteca habla de cultura de elites y la otra mitad de cultura popular o de masas.Yo eligo esta ultima que esta del lado izquierdo.
    La cultura de elites es lo que vos muy acertadamente llamas "fashion"
    La diferencia es que los ejecutores de la cultura de elite desprecian a las masas y a sus creadores.En tanto que los hacedores de lo popular intentan y a veces fracasan, incorporar lo valioso que tiene la cultura de elites.
    Un ejemplo es tu cuento como siempre bien redactado como los anteriores.
    Hace treinta años este cuento que tan valioso me parece a mi ,hubiera sido ignorado ( y esta es la verdadera censura) porque no solo pone en cuestion la sexualidad de los personajes,sino porque atraviesa las barreras etarias y sociales.Un adolescente clase media y un adulto sucio y atrapado en su destino de mecánico.
    Los putos de los 60,70 u 80 hubieran exclamado ¡qué porqueria! y los no putos lo hubieran condenado.Esto es cultura tambien.
    Tu cuento sin embargo en tanto nos genera subjetividad (fantasias, calenturas o recuerdos)permite que temas tan cerrados circulen hoy con la pasión que se merece.Esto tambien es cultura.
    Siempre hubo politicas culturales y quisiera aclararle a Seba que soy muy de tierra adentro,No me crie en la gran ciudad sino en un pueblo de provincia.
    Los ejecutores de la cultura tienen en sus manos la poderosa arma que se llama difusión sea de elites o sea popular.Esto es política cultural.
    No soy tan chico,en los 60 despuntaba un sentimiento propio de esos años,el cafe-concert,la protesta,el extraordinario aporte de la música brasilera y lo muy bueno que llegaba de los Beatles o de los incipientes Rolling.
    Suprimieron todo esto y quedo lo mas inocuo .Esto es cultura.
    En los 70 sucedio algo parecido pero mucho mas cruel y similar a la Alemania Nazi.Esto fue cultura aqui y en Alemania.
    En los 80 quisimos recuperarnos de a poco, pero el neoliberalismo se anunciaba con estruendos¿Por quë el rock nacional se difundió?Porque durante la guerra de Malvinas se prohibió el idioma ingles .Asi de absurdas son la políticas culturales.
    ¿Y en los 90?Recuerdo a Menem con Xuxa o Cecilia Boloco.El neoliberalismo es hábil no prohibió nada, ya que en el horizonte aparece Marcelo Tinelli vendedor de ilusiones y se reafirma Mirtha Legrand , como la señora de lo que debe ser.
    Escuchabamos todo, pero los modelos eran esos,Y vaya si esto no es cultura.(sigo)

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  6. Finalmente a partir del 2003 tenemos parte y solo parte de la difusión cultural.Y se hizo mucho.
    Todo culmina en el Bicentenario y se perfilan dos maneras.La elite en el Colón ,trasmitida por TN que intenta una visión cultural de la delantera de Susana Gimenez y el trasero de alguna diva y olvida el teatro y lo que se representaba.
    Lago de Cisnes y La Boheme son débiles imagenes que nunca fueron aprovechadas con fines culturales.
    La principal soprano argentina paso despercibida, Virginia Tola debió esperar su consagración casi un año a que Placido Domingo la presentara en el Obelisco ante 22 mil personas.El neoliberalismo corporizado en el Macrismo tiene estas políticas culturales.
    Mientras tanto en el Bicentenario lo popular y latinoamericano estalló y durante cuatro noches estuvimos refregandonos culo con pijas, pelos con pelos, manos con manos y disfrutando de nuestros artistas.
    Durante estos año fuerón muchas las políticas que se instrumentaron desde el gobierno nacional, teatros under, música, cine, libros,conferencias y toda la gran oferta cultural de Buenos Aires, que se esta difundiendo al resto del pais.
    Mauricio Macri es a la política lo que Marcelo Tinelli es a la televisión vendedores de fantasias útopicamente peligrosas.
    Hacer espectaculos es una forma sutil de cultura imprecisa.
    Hacer espectaculos con contenidos populares es una manera de estimular la riqueza del pueblo.
    Yo eligo lo último.Ambas son políticas pero con sentido diferente.
    Querido Franco me temo que me extralimite un poco.Pido disculpas.
    No me gustaria estar en tu blog solo para escribir o coincidir sobre pelos pero si me equivoqué hazmelo saber, no seria la primera vez que desaparezco, cosa que te comenté en el único mail privado que te mandé.
    Un 30 de diciembre escribiendo esto parece imposible.
    Mañana entraré para ver la derrota de mi candidato Mr Julio.
    Abrazo

    José II

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  7. Querido José II,
    Ante todo, quisiera retractarme de esa última frase que puse en el comentario dirigido a vos, la de "hablemos de pelos...", porque no fue una frase feliz y da a entender (aunque la haya dicho sin esa intención en lo más mínimo) lo que vos con toda razón me expresás: que no quisieras solamente hablar de pelos en este café. Y tenés mucha razón, porque si algo muy valioso ha sabido conseguir este espacio, es que todos podamos, según nuestras ganas y necesidades, salirnos libremente del tema que enmarca el sentido de este blog para sondear en otras profundidades que nunca están aisladas.
    Yo no adhiero para nada al modelo kirchnerista, y a esta altura de mi vida y habiendo vivido distintas instancias políticas, no adhiero completamente a ningún color partidario. No puedo aunque lo intente. Pero sí, por supuesto, tengo una ideología y pretendo ser fiel a ella. Sin embargo desde el punto de vista partidario, hace años que no logro encontrar una dirección que coincida con esa ideología. Por tanto, supongo que tenemos pareceres distintos acerca de muchas cosas. Pero eso no es para nada un problema. ¿desde cuándo pensar distinto que el otro lo es? y si -como habitualmente se da- lo es, pues fijémonos entonces qué tipos de individuos, (generalmente intolerantes y débiles de valores) no pueden eludir ese problema. La ubicación, la adultez, y el sentido del respeto hacia ideas opuestas es algo que vos y yo entendemos y practicamos. Como anfitrión de este sitio nunca he dado la bienvenida a alguien por sus ideas, y mucho menos de rasgo partidario.
    Y esa bienvenida que te di ni bien te hiciste presente aquí, la reitero ahora, y también mi invitación a que siempre te sientas libre de decir lo que quieras.

    Turquito:
    AH! Entonces ahora sos "El Turco y su Peluche"????
    Joder, si siguen cambiándose los nombres... mi pobre neurona -en esta época del año, agotada y confundida- va a colapsar en cualquier momento.
    Gracias por tus palabras, sobrinito.

    Deepsouth:
    Uich!, lamento que el pasaje de las palmadas en la colita hayan despertado, aunque levemente, algunas emociones angustiantes, querido Deep.
    A mí me pasa lo mismo que a vos con todo lo relacionado al sadomasoquismo o fetiches semejantes, pero!, a veces me sorprendo a mí mismo con ciertas situaciones que, como las del cuento, remiten no a un tema sado por más que esté relacionado, sino a otras formas de erotismo... estimulando un juego que representa rigores interesantes.
    En cuanto a la temática parental, creo que poco a poco se fue transformando en mi temática preferida, la que más mueve mis emociones. Justamente ayer terminé un interesante libro policial, y en toda la trama, el único momento en que se me saltaron las lágrimas fue en una escena -sobriamente narrada, sin golpes bajos- entre un hombre mayor y su protegido en el trabajo.
    Si en algún momento vuelvo a escribir con cierta asiduidad, de eso quiero escribir, definitivamente.

    Aubets:
    Bienvenido al blog!!!!, y gracias por tu cálido comentario.

    Walter y Aldo,
    Cómo están????
    Pero... (siguen confundiendo mi pobre neurona),... a quién de los dos se le puso la pija dura??? A Walter o a Aldo???
    O a los dos???????????

    Hasta mañana, mis queridos tertulians.

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  8. José II
    Admiro que tengas tan clara tu posición. Para mí, si hay algo que llegué a conocer a través de muchos (demasiados) años es que lo peor que hicimos y seguimos haciendo es polarizarnos al extremo que nadie quiera reconocer lo bueno que puedan llegar a tener los "enemigos" y lo malo que podamos tener "nosotros, los buenos", o esa cantinela de los imperialismos y demás!!!! No queremos reconocer que, si nos imvaden, es porque alguien, que termina siempre bien untado, les abre las puertas!!!!
    Y, José II, repito que no hago cargos a ningún partido en particular, para mí TODOS tienen trapitos sucios que ocultar!!!!
    Pero este no es tema para este café y este día, así que JoséII, quisiera terminar esto con un fuerte abrazo, lamentablemente virtual!!! ¿puedo?

    Del relato de Franco: ¡que tal si lo empezamos a postular para el nobel de Literatura, ya que Borges no llegó a tiempo, y no quedan muchos!!!
    Y como mañana a la noche no podremos pasar por aquí, propongo que los VHmanos, al brindar, recordemos con un destello de amor en los ojos, a toda la barra de VH!!!!

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  9. Defiendo lo mismo que propone Seba... despidamos este año y recibamos al siguiente con un bello recuerdo de todo lo que hemos vivido y sentido en este lugar tan maravilloso durante todo el tiempo que tenemos aquí.

    Franco: te soy completamente sincero... la primera vez que leí este relato, allá en aquel blog de relatos "de hombre a hombre" no me gustó; no por la historia, no por su temática... fue por cuestiones meramente superficiales. Por ello vi el título y dije "Ah... es este...". Sin embargo, los tertulianos y sus palabras siempre tan expresivas me hicieron volver a leerlo para confirmar u olvidar mis viejos sentires sobre él... ¡y qué agradable sorpresa fue leerlo y sentir ese calor que ha estado presente en todas tus obras de este tipo! No cabe duda que el tiempo y el trato con seres brillantes nos pueden cambiar muchas perspectivas y darnos a conocer emociones que quizás por cuenta propia nos pasen de largo.

    Con eso agradezco tanto la presencia de todos y cada uno de ustedes; sus características tan personales, sus expresiones, sus inquietudes... en este lugar hemos desnudado todas nuestras intimidades para sentirnos plena y verdaderamente BIEN; las del cuerpo, las de la mente y las del corazón. Y gracias a eso se que seguiremos tan felices en este paraíso. ¡Gracias mil por SER y por ESTAR, señores!

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  10. Franco, sos todo un narrador......a mi me gustó mucho ese cuentito de provincia. No hay algo de Cinema Pardiso...de aquel cuentito de la casita con techo de zinc, de.....

    Muy feliz año de

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  11. ¡Hola a todos!

    ¡Qué gusto volver y ver lo animada que está la tertulia! Me encanta que todos convengamos que la actividad de ésta va más allá de hablar de “pelos y vellos” y que nos motive a intercambiar pareceres por muy diametralmente opuestos que éstos puedan ser, incluso de forma apasionada pero, siempre –y ésta es la verdadera gozada de este Café- desde el respeto absoluto.

    Dicho esto, Cultura: a mi parecer, hay un axioma por el cual, hasta que no lo superemos, los latinos siempre la cagaremos: la constante utilización de ésta, sin solución de continuidad a lo largo de la historia, como instrumento al servicio del poder de turno sea-quien-sea-quien-gobierne.
    En esta materia, los anglos nos ganan, una vez más, por goleada: para ellos la cultura no es un bien patrimonial, sino una industria, un negocio. Sin más. Eso no evita que la cultura esté en manos de alguien y que, por supuesto, intente manipular con ella; pero, desde luego, aparta –y mucho- las zarpas de los gobernantes que, tanto en Europa como Latinoamérica, la apresan para su propio interés, por lo que éstos ya se cuidan muy mucho de meterse con ella.
    Cierto, tampoco es un sistema que me guste ni que de solución, pero bueno, es menos hipócrita, menos asquerosito que el que tenemos. Y escribo esto desde un país y un continente en el que sus gobernantes –todos, sean del color que sean- se desgañitan en enviarnos a estudiar a las escuelas públicas mientras sus hijos van a excelentes, carísimos y exclusivísimos colegios privados, sean-del-color-político-que-sean

    ¿Cultura? Tomo y adapto la definición que, principiando el bachillerato, me dio la profesora de Artes, una francesa muy culta y, sobre todo, muy pedagoga: “Música es lo opuesto al ruido”.
    Simplificando: para mí, Cultura es todo aquello que acune, mime y movilice mis sentidos. Sin chirridos. Sin ruidos. Sin despreciar su origen, factura o contenido. En suma: que me emocione. Y pongo un ejemplo personal: de joven, aborrecía los boleros; estilo musical que despreciaba por oírlo, erre que erre, en boca de las mucamas de casa. Pero ahora, de adulto, los valoro en su justa medida, como verdaderos melodramas en cápsulas que son, con esas letras tremendistas y esas músicas ampulosas; pero toda esa ñoñería condensada, cuando la escuchas con los sentimientos a flor de piel, con el alma en carne viva… te llega hasta el caracú.

    Bueno, dicho esto, a las ostias, que no puedo yo acabar el año en paz por culpa del tarado de mi hermano Franco: mirad la hora que es y no tenemos post del 31/12, ni resultado de la votación, ni despedida de fin de año ni leches.
    Joder, si es que así nos va…

    Tete: ES-PA-BI-LA, ¡Que nos dan las uvas! (¡nunca mejor dicho hoy!)

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  12. Hairy4ever:
    "MUSICA ES LO OPUESTO AL RUIDO"!! He sido docente 40 años, pero nunca escuche una definición tan clara, contundente y didactica!!!
    Con maestros así se entiende como saliste vos, estimado "PELUDO PARA SIEMPRE"!!! Aclaro que te rebauticé, convencido por todos los defensores del castellano ante la invasión de términos "anglos"
    Me encantó tu inclusión del tercer factor en la "disputa" sobre cultura: la economía, que hace pasar al tema, de la antinomia de los dos extremos a los vértices de un triangulo: gobierno, gobernados e industria.
    Y allí es que me cierra algo: Si el gobierno diera a sus gobernados una buena educación (no obligandonos a buscarla en la gestión privada, que tampoco es joya!!) estaríamos en condiciones de saber que exigirle a la industria!!!! Y es en ese campo en que el Hemisferio Norte está años luz más adelante que nosotros!!!!
    Que buena discusión para un fin de año en que nos proponemos, como todos los fines de año, mejorar nuestro entorno!!!
    Que bueno que esto se dé en un café en que todos entramos (por lo menos yo!!)al ver fotos de magníficos peludos en pelotas, y terminemos descubriendo que los "putos" también tenemos otros intereses comunes!!!!
    PELUDO!!! es un honor para mí estar sentado en este café, al lado de gente como vos y tantos otros, que no nombro por temor a que quede alguien afuera!
    En mi balance de fin de año, esta mesa de VH estará entre uno de los HABERES mayores!!!
    Gracias, BH de VH (Bellos Humanos de VH)

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  13. Hairy4ever:
    "MUSICA ES LO OPUESTO AL RUIDO"!! He sido docente 40 años, pero nunca escuche una definición tan clara, contundente y didactica!!!
    Con maestros así se entiende como saliste vos, estimado "PELUDO PARA SIEMPRE"!!! Aclaro que te rebauticé, convencido por todos los defensores del castellano ante la invasión de términos "anglos"
    Me encantó tu inclusión del tercer factor en la "disputa" sobre cultura: la economía, que hace pasar al tema, de la antinomia de los dos extremos a los vértices de un triangulo: gobierno, gobernados e industria.
    Y allí es que me cierra algo: Si el gobierno diera a sus gobernados una buena educación (no obligandonos a buscarla en la gestión privada, que tampoco es joya!!) estaríamos en condiciones de saber que exigirle a la industria!!!! Y es en ese campo en que el Hemisferio Norte está años luz más adelante que nosotros!!!!
    Que buena discusión para un fin de año en que nos proponemos, como todos los fines de año, mejorar nuestro entorno!!!
    Que bueno que esto se dé en un café en que todos entramos (por lo menos yo!!)al ver fotos de magníficos peludos en pelotas, y terminemos descubriendo que los "putos" también tenemos otros intereses comunes!!!!
    PELUDO!!! es un honor para mí estar sentado en este café, al lado de gente como vos y tantos otros, que no nombro por temor a que quede alguien afuera!
    En mi balance de fin de año, esta mesa de VH estará entre uno de los HABERES mayores!!!
    Gracias, BH de VH (Bellos Humanos de VH)

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  15. Hola Franco,Hola Gente Linda:

    Cuando terminé de leer los comentarios me pasaron dos cosas.
    Los ojos se me humedecieron y si...soy un llorón incorregible.
    En mi mente apareció una frase "estoy entre caballeros"¡¡qué antiguedad verdad!!
    Qizas tenga que ver con el fin de año,quizas con la farra de anoche (me dormí a a las 5 de la mañana) y esta noche me espera algo parecido.
    Pero seguro que tiene que ver con ustedes queridos amigos.
    Esta es la única respuesta valida
    que se me ocurrió.
    Durante el año que viene me tendran que aguantar...y...gracias.
    El cuento de Franco sobre el que ya dije algo no tiene desperdicio.
    Hay dos temas que no toqué y que ustedes y Franco abordaron,el sadomasoquismo y el incesto(llamemos a la cosas por su nombre)
    Los impulsos agresivos y su descarga real o fantaseada son universales, ingredientes necesarios de la sexualidad y por lo que yo sé desde Freud en adelante (Kinsey incluido)se han estudiado como parte indelegable del acto sexual.
    El tema es la intensidad por un lado y el grado de participación de quienes se desean.
    Cuando yo digo "muero por que me partan la boca" es tan cierto que espero que un beso se tranforme en una mordida.El infligir dolor o sufrirlo dependerá de cada pareja en particular.
    Lo que Franco relata es maravilloso quienes no hayan difrutado hasta el extasis de unas buenas palamadas en las nalgas que se ponga en una cola que seguramente esta vacia.
    Yo y todos ustedes sabemos hasta donde llegar,que pensar o desear.
    No,no, odio el sufrimiento y la dominación,pero cuando el dolor se mezcla con el deseo disfruto como una yegua o como un potro segun sea.
    Siempre fui fundamentalmente incestuoso mi primer y único amor fue mi hermano, mayor que yo diez años.Fue el primer pecho peludo que acaricie y la primera chota que intente pajear. El hizo su elección es heterosexual, casado con tres hijos y a pesar de esto lo sigo amando.Mi sobrino mayor tiene 15 años,rugbier peludo e inteligente, Cuando se abalanza sobre mi con su tierna torpeza mi erección es mayuscula y la de él tambien,no me preocupa y lo que tenga,que suceder, o no, sucedera.
    ¿Alguien cree en una sexualidad blanca? Yo no.
    El hecho de que los misters no esten difundidos puede significar dos cosas o el escrutinio es reñido o Franco nos regala otro dia.
    Yo sigo fanaticamente a Mr Julio.
    No los conozco pero los quiero esta noche estaran en mi mente y espero aunque sea minimamente estar yo en la de ustedes.
    Abrazo,buen año.

    José II

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  16. Tres cuartos de lo mismo de lo que dice al principio de su comentario Deep me pasó a mí cuando leí lo de los azotes que propinaba don Tito al otro protagonista del relato, una escena que no pude evitar encuadrarla en las prácticas, ya no digo sadomasoquistas, sino violentas a la hora de practicar el sexo, unas prácticas por las que no sólo nunca me he sentido atraído, sino que incluso llegan a incomodarme con su visión o, como en este caso, con la narración de alguna de dichas prácticas.

    De todas formas, no soy, o al menos así me considero, ni muchísimo menos la madre Teresa de Calcuta practicando el sexo, y estoy completamente de acuerdo contigo cuando dices que, a veces, te has llegado a sorprender a ti mismo en según qué situaciones, ya que también a mí me ha sucedido, con la mente clara tal y como siempre me gusta concentrarme en mis relaciones sexuales, desear algo que jamás se me hubiera ocurrido que pudiera desear, como me ocurrió durante el servicio militar que, un día y por sorpresa mía, un legionario de casi 50 años (yo tenía entonces 21: sí, Turquito, si me lees, tío Albert también fue veinteañero), :)) uno de los hombres más atractivos con los que me he acostado y con quien tuve la fortuna de mantener relaciones en los últimos meses de mi servicio militar que me tocó cumplir en África, se meó, apartando nuestros cuerpos desnudos del chorro de la ducha, abrazado a mí, y ya desde entonces esperaba en cada nuevo encuentro con él sentir regado cualquier (remarco: cualquier) rincón de mi cuerpo con su orina, y lo curioso del caso es que, a parte de aquel legionario, sólo con otro hombre y al cabo de muchos años, deseé repetir en varias ocasiones aquella práctica.

    Ha sido, pues, que, tras meditar la lectura y en una posterior relectura ya no he tenido en este pasaje del relato la misma sensación de estar leyendo una escena violenta como me ocurrió en la primera, ya que comprendí el simbolismo que encerraban aquellos azotes, que dolían tanto a quien los daba como a quien los recibía, en aquella relación dominada por la represión de ambos protagonistas.

    Y ya, para acabar, quisiera destacar el fragmento de la carta donde don Tito dice: “Te mostré mi verga. Quería que vieras cómo me ponías. Además, en ese momento sentí que tenía que mostrártela. Yo que había visto la tuya sentía que era como faltar a un pacto entre hombres si yo no te dejaba ver la mía.”

    ¡Cómo identifico mi homosexualidad con estas palabras de don Tito!

    Un fuerte abrazo y ¡feliz 2012!

    No tengo tiempo para leer los últimos comentarios, así como el último post, al que sólo le he podido echar una ojeada. Mañana por la mañana, con la tranquilidad que necesito, lo haré.

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