Un invento para varones adultos

Era un púber aún cuando dentro de un armario de la habitación de mi primo, encontré una cajita de cartón entre su ropa interior que me llamó la atención. ¿Qué era eso?, cuando saqué lo que había dentro y finalmente lo desplegué sobre la cama, sentí la curiosidad imperiosa de probar cómo me quedaría. Me quité el pantalón y el calzoncillo y enfundé mi mediana humanidad en el "suspensor" (así decía la cajita con la escueta ilustración). Recuerdo que corrí al espejo y me ruboricé, excitándome con mi propia imagen, casi avergonzado al pensar que alguien pudiera verme con semejante prenda interior. Pero se sentía bien. Nunca había usado algo tan anatómico y que, a pesar de ser un par de números más grande, se ajustara a la perfección alrededor de mi pelvis. La zona delantera quedaba perfectamente sostenida y protegida con esa tela elástica y gruesa mientras que ¡ah!, mi culo quedaba completamente desnudo y ventilado a los cuatro vientos.
Giré sobre mí si quitar los ojos del espejo, acomodándome la prenda sobre cada una de mis curvas, protuberancias y concavidades. Mi temperatura fue subiendo ante las imágenes inspiradas en hombres fornidos y peludos, cubiertos tan sólo con un suspensor, y que mi fantasiosa cabeza improvisaba inevitablemente.
Hoy en día no tengo mucho que imaginar. Los suspensores anatómicos, suspensorios o en inglés "jockstraps", dominan el imperio del homoerotismo y el pornogay desde hace años. Inventados  en 1874 por C. F. Bennett para proteger los genitales de los ciclistas, supongo que en la actualidad es la prenda más icónica del imaginario gay. Tanto que quizás haya olvidado un poco aquella magia erotizante que me subyugó esa primera vez, pero así y todo, es innegable el alto voltaje que genera contemplar un macho -desde cada uno de sus distintos ángulos- vestido solamente con este genial invento para varones adultos.































































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