No hay nada más atractivo que aquello que se oculta. Y ese misterio exacerba la más intensa imaginación a la vez que dispara el deseo de ver más, de descubrir aquello que está vedado, prohibido, escondido. Es infalible: lo que abulta promete, y aunque después nuestra expectativa no quede satisfecha, nada impedirá que toda nuestra atención se concentre en ese gran imán voluminoso -esa promesa- que el hombre tiene entre las piernas. He aquí bultos captados en imágenes en distintas épocas. Y también, los legendarios trapitos de de los '50 y principio de los '60.
Me causa risa el tan famoso taparrabos que los modelos terminaban usando a causa de la censura. Como en toda censura, lo que se quiere negar termina siendo ensalzado de una manera extraordinaria y aún más fuerte que si se afirmara a todas luces. Y esa escasa porción de tela, a veces impactante por ser calada o transparente, sujeta con esas pequeñas tiritas por encima de los muslos y perdida entre las nalgas (que sí estaba permitido exhibir), me parece eternamente inocente, ingenua, y a la vez pícara, astuta, y ¡burlona! hacia las establecidas leyes de las "buenas costumbres".
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