Esa manito...

Ya sea posando deliberadamente o por un momento casual (¿acaso creemos en las casualidades?), los hombres nos hemos tocado siempre en cada distinta época y edad. Un mutuo reconocimiento de pertenencia viril no necesariamente sexual que legitima el juego y la curiosidad. Las manos, tal vez ajenas a nuestra voluntad, saben que avanzan sobre zonas prohibidas que a la vez son habilitadas en un instante efímero y sublime por quien desea el lazo táctil.
Aquí han quedado registradas y, en todos estos casos, quedan así documentos inmortales del afecto y atracción entre hombres. Sí, nos gusta.



































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