En tu cuello

Las zonas más vulnerables del hombre también pueden ser -valga la paradoja- las más letales. Nunca podré resistirme a ellas. La debilidad en sí, posee un atractivo inevitable, y es un atrapante imán capaz de alimentarse, voraz, del más leve brillo de mi mirada. Allí está. Tu cuello se desvela con descaro. Palpita, embelesa, invita. Y después de cobrarse la avidez de mis ojos va por su siguiente y más importante presa, mi boca. Es un buen comienzo, es un excelente comienzo, es "el" comienzo de todo. Por allí me meto, me adentro, inicio todas las caricias, beso tímidamente, gozoso de perderme hacia nuevos rumbos, o, sin importarme nada, de quedarme sin noción de tiempo en su calor aromático. Los labios circundan la piel lisa, serpentean por el inicio de la barba, o se abandonan descendiendo hacia el comienzo de pelos más distantes. Sienten el paso de la respiración, la fortaleza de tu virilidad, y el sonido vibrante de cualquier jadeo. No se puede ya pensar. Sucumbo.
































































Comentarios

  1. Mmmmmmmmmm... ¡Los delirios vampirescos salieron a flote con este post!

    He de reconocer que en el día a día no voy precisamente fijándome en los cuellos de los varones; y cuando lo hago es porque quiero ver si hay algún rastro de vellosidades que asome de los cuellos de las camisas, provenientes del pecho o de los hombros... pero en la intimidad sí es de esos lugares donde me gusta provocar reacciones; ver cómo mi contraparte actúa, tiembla, gime ó se estremece... además es un lugar que emana unos aromas deliciosos; esa mezcla de perfume y sudor que puede ser el acabose... ¡o el empezose!

    Los besos en el cuello son prácticamente el camino a la perdición... porque los sientes y ya no hay vuelta atrás. ¡Te entregas a los placeres y pierdes la noción de tiempo y espacio!

    ¡Bravo, mi querido Franco! Nos sorprendes con estos tópicos tan lógicos en los que quizás no pongamos mucha atención en esencia; pero basta que nos los pongan en el mapa... ¡y de ahí no hay quien nos saque! ¡Bravísimo de Nuevo, Gaucho de Oro!

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