El Palacio Aráoz IV




Capítulo IV – Mi patrón

Después de la experiencia tan intensa con mi compañero de cuarto, el día transcurrió normalmente. Continué mi trabajo en la casa, y Reinaldo pasó a última hora para inspeccionar los frutos de su "instrucción". No hizo ni la más mínima alusión a lo que había pasado aquella mañana en las escaleras, sea como fuere, yo percibí que estaba un poco menos duro conmigo. Estuve toda la tarde pensando en Hipólito y nuestra paja compartida. En realidad habíamos compartido algo más que una simple masturbación, y todo me indicaba que con él empezaría una relación diferente desde ese día.
Después de la cena, me retiré a dormir temprano, pues estaba verdaderamente cansado no solo por la jornada de trabajo, sino por las emociones pasadas. Pero antes de apagar la luz, quise corroborar si el misterioso hombre del excusado, volvería esa noche a través del hueco de la mampara. Me escabullí rápidamente hacia el baño. Recuerdo que esperé largo tiempo, pero no tuve suerte. Nadie apareció. Un poco excitado por las fantasías que aún me rondaban en la mente, sobre todo con Paco, me fui a la cama.
Al día siguiente, comencé mis tareas más que puntual, por lo que el Sr. Gutiérrez, al pasar hacia las habitaciones del Doctor, me hizo un gesto de aprobación. Al poco tiempo, entró un hombre con saco blanco llevando una bandeja de plata con el desayuno del Doctor, por lo que deduje que se trataba de Germán, su camarero personal. Pasaron unos minutos cuando de pronto escuché un estrepitoso ruido. Como una ráfaga, Gutiérrez salió de las habitaciones del Doctor gesticulando como si se hubiera generado un incendio en la casa.
-¡Rápido, Gómez! ¡Germán se tropezó y dejó caer la bandeja al piso, ya avisé a la cocina! ¡Vaya ya mismo a buscar otra bandeja con el desayuno del Doctor mientras ponemos orden a este desastre...!
-¡Enseguida, señor! – contesté corriendo escaleras abajo en dirección a la cocina. Cuando llegué, Marion ya tenía la nueva bandeja preparada. Salí con prisa y subí con mucho cuidado hacia las habitaciones del Doctor, muerto de miedo por cometer otra hecatombe. Gutiérrez me estaba esperando con la puerta abierta. Del interior del dormitorio se escuchó nítidamente la voz del Doctor:
-¿Y mi desayuno, Gutiérrez?
-¡Sí, Doctor, acaba de llegar la nueva bandeja! – dijo el mayordomo, y cuando con su seña me estaba por despedir, el Doctor volvió a preguntar desde adentro:
-¿Y quién la trajo?
-Gómez, Doctor, el nuevo empleado.
-¡Ah, qué bien. Decile que pase!
Gutiérrez me miró con las cejas levantadas, ordenándome en silencio que estuviera a la altura de la situación con mi comportamiento. Yo entré temblando. ¡Iba a conocer a mi patrón!
En el piso estaba Germán, que con la ayuda de dos mucamas estaba limpiando la alfombra y levantando del piso la porcelana rota. Gutiérrez me condujo al dormitorio, pero el patrón no estaba allí. Detrás de otra puerta, el Doctor llamó en voz alta:
-¡Adelante!
Gutiérrez entró con la bandeja y yo lo seguí. Era el cuarto de baño del Doctor. Cuando entramos, él estaba sumergido en la bañera y leyendo uno de sus periódicos. El mayordomo depositó la bandeja en un soporte especial que hacía las veces de mesa sobre la enorme bañera llena de agua espumosa.
-¿Es el nuevo chico?
-Sí, Doctor.
-Pasá, pasá, vení más cerca que te quiero ver – dijo volviéndose hacia mí. Yo avancé unos pasos con mucha timidez.
-Buenos días, señor – de reojo advertí que Gutierrez alzaba aún más sus cejas, horrorizado.
-¿Cómo te llamás?
-Fermín Gómez, señor – no podía dejar de mirar a Gutiérrez que me lanzaba gestos de desaprobación.
-"Doctor" – corrigió mi patrón, indiferente.
-Sí, perdone, Señ... digo, Doctor.
-Vos sos el que trabajaba en el campo, ¿no?
-Sí, Doctor.
-Ajá, el administrador Tapia me dio muy buenas referencias tuyas. Gutiérrez, dejanos solos – dijo indicando al mayordomo que se retirara. Gutiérrez hizo un pequeño gesto reverencial y salió hacia el dormitorio, acribillándome con una mirada que no supe interpretar muy bien.

-Alcanzame esa toalla, Gómez - me dijo.
Me había imaginado al Doctor Aráoz como un vejete calvo, panzón, arrugado y de entrecejo fruncido. Pero delante de mí tenía a un hombre de unos cuarenta y cinco años, esbelto, con cabello corto, algo canoso y facciones amables. De cejas anchas pero muy espigadas, sus ojos verdes miraban con una profundidad inusual. Me escrutaba con ellos de la forma en que habría examinado a uno de los animales de su hacienda. Al menos, eso creí en ese momento. Al dejar el periódico a un costado para tomar su café me ofreció la visión de su torso desnudo. No podía ver más allá de la superficie del agua, pero eso bastaba para saber que sus bien formados pectorales estaban sombreados de una mata de pelos que se acentuaban en el centro. Mientras desayunaba, me hacía varias preguntas. Sobre mi edad, mis estudios, mi familia en el campo, mis tareas en la casa, etc. Yo iba respondiendo casi intimidado por su mirada y algo avergonzado por estar en esa situación de forzada intimidad, después de todo, estaba teniendo el primer contacto con el famoso Doctor Aráoz, en su baño y como Dios lo trajo al mundo.
Al terminar su desayuno, el Doctor me hizo un gesto para que yo retirase la bandeja. Obedecí y se la llevé a Gutiérrez, cuando regresé, me dijo:
-Cerrá la puerta, por favor.
Hice lo que me pedía. Al hacerlo vi nuevamente a Gutiérrez que me observaba con una expresión iracunda.
-Alcanzame esa toalla, Gómez – me dijo

Cuando le acerqué la toalla, el Doctor se puso de pié en la bañera y en ese momento me quedé atónito. Su mojado cuerpo se mostró a mí en toda su desnudez sin ningún tipo de pudor. Salió de la bañera cuan largo era y yo me acerqué a él, con la toalla extendida. Giró dándome la espalda, haciéndome entender que lo envolviera con ella.
Yo me acerqué a él, con la toalla extendida.
Giró dándome la espalda,
haciéndome entender que lo envolviera con ella
-Secame – me ordenó con toda naturalidad.
-Sí, Doctor – balbucée, mientras torpemente frotaba su cuerpo con la toalla.
-¿Estás contento con tu nuevo trabajo?
-Claro, Doctor. Espero ser merecedor de él.
-Un poco rudo, sí, sí, pero con el tiempo aprenderás... – dijo para sí, refiriéndose a mi modo de secarlo – ¡ya está bien! – me dijo, y se quedó con la toalla a los hombros. Se dio la vuelta, secándose la cabeza, y se puso frente a mí. Su cuerpo, seguramente mantenido en buena forma por el constante deporte, tenía proporciones muy armoniosas. Bajé la vista hasta su verga, que asomaba bellamente desde una gran cantidad de pelos. Su prepucio estaba totalmente descorrido y el tamaño de su cabeza, rosada y tersa, asomaba intimidante. Era un miembro de buen tamaño, aunque no demasiado grande. Con lo enérgico de sus sacudidas al secarse la cabeza, la pija se le movía de un lado a otro, golpeando cada uno de sus muslos con deliciosos ruidos. ¡Sus piernas eran formidables! Musculosas, voluminosas, fuertes. Eran como unas robustas columnas que sostenían ese cuerpo tan bien formado.
-Si estás contento con tu trabajo, a lo mejor te gustaría trabajar como mi sirviente personal ¿qué te parece?
-Me gustaría mucho, Doctor. Pero no sé si tengo la idoneidad requerida.
-Eso no cuenta demasiado. Solo hace falta otro tipo de condiciones. Si te gusta, podría considerarlo.
-¿Si me gusta, Doctor?
-Claro, y también si me gusta a mí, por supuesto – dijo dejando la toalla sobre sus hombros. Luego se dirigió al lavabo donde empezó a ponerse lociones y desodorantes.
-Perdón, Doctor. No entiendo...
Entonces se me acercó, haciendo gala de su imponente desnudez, y me tomó el cuello del uniforme:
-Está un poco holgado. Le diré a Gutiérrez que te lo haga arreglar. Los uniformes para mí son importantes.
-Lo sé, señor.
-"Doctor".
-Sí, sí, perdone...
No pudo evitar sonreír y empezó a observarme detenidamente. Tomaba las hombreras de mi casaca y las hacía caer una y otra vez para observar el encaje  natural sobre mis hombros. Hizo lo mismo con la parte delantera, tocándome reiteradas veces el pecho para hacerlo.
-Sí, definitivamente necesitás un arreglo con este uniforme, pero la "percha", la tenés – me dijo, y tomándome de la barbilla se me acercó aún más – Y también necesitás afeitarte mejor. Mi valet personal debe tener siempre una intachable presencia.
-Perdón, Doctor, pero hoy me afeité y… lo hago todos los días.
-Sí, seguro, pero creo que no lo hacés muy bien. Vení – y me condujo frente al espejo. Ahí me indicó que tomara la espuma de afeitar y él sacó una maquinita nueva con el filo reluciente. Se situó detrás de mí con la toalla a los hombros aún, sin preocupación alguna por cubrirse, y yo me quedé mirándome en el espejo. Entonces él empezó a desabrocharme la casaca.
-A ver, vamos a quitarte esto.
Yo lo miraba atónito por el espejo. Sus manos, lentamente, desabrocharon botón por botón y lo hacía de una manera muy sensual. ¿Qué estaba tramando el Doctor Aráoz?
-Mientras preparo el jabón, quitate también la camisa.
Obedecí muy perplejo. Aunque sentía el comienzo de una excitación que me cosquilleó en todo el cuerpo. El Doctor me miraba mientras se frotaba las manos con el jabón de afeitar. Yo desnudé mi torso y me quedé quieto y avergonzado frente al espejo.
-Tus músculos dan cuenta de lo mucho que trabajaste en el campo – me dijo devorándome con la vista.
-Así es, Doctor.
-Me alegro entonces de haber tenido como empleado alguien tan trabajador – dijo sonriendo.

Tenía que prolongar lo más posible ese momento mágico
Miré mi propio torso, como corroborando lo que él me acababa de decir, y dejé que él admirara mis prominentes pectorales. La fina capa de vellos que los recubría no se comparaba con la pelambrera del Doctor. Se me acercó lentamente y me indicó que me pusiera frente a él. Extendió sus manos untadas de jabón exquisitamente perfumado y él mismo las pasó por mi cara. Una ráfaga de placer me estremeció y sentí la carne erizarse y mis pezones endurecerse con el contacto frío y acariciante de sus manos enjabonadas. Fue una de las sensaciones más eróticas que había experimentado. Instintivamente bajé la mirada para no chocarme con la suya, pero mis ojos fueron a dar sobre su verga. Y para mi sorpresa noté que se había agrandado y endurecido notablemente. Seguía bamboleándose, pero con mucho menos blandura que antes. Sobre todo, su glande había cobrado mucho más volumen y color.
-Ya está. Ahora, tomá... – me dijo, dándome la hoja de afeitar.
-Nunca me afeité con una hoja así, Doctor.
-Si te gusta, te la regalo.
-¿En serio?
-Sí, claro. Veamos como la usás.
Y él se situó nuevamente detrás de mí, y posó sus manos sobre mis hombros. Estaban frías, pero muy suaves. Yo ensayé un movimiento con la hoja sobre mi piel, y era tan suave que no sentía nada. Seguí haciéndolo hasta que el Doctor me dijo:
-No. Esperá. Así no – y entonces tomó la hoja, y empezó a afeitarme él. Me tomó por el mentón y me llevó la cara hacia atrás, y como él me llevaba una cabeza de altura, la mía se recostó casi sobre su propio cuello. Mi espalda sentía el roce delicioso de su pecho y su vellosidad. Él hacía todo muy lenta y suavemente, maniobrando la hoja de afeitar hasta en los sitios más difíciles, y acercando vertiginosamente su boca hasta la mía.
-Así, así... y vas a ver cómo queda tu piel después de esta afeitada. Ahora seguí vos.
Obedecí, mientras él volvía a poner sus manos sobre mis hombros. Yo estaba muy concentrado en hacer bien la tarea. A medida que lo hacía, también aprendía y tomaba más confianza. Él me aprobaba, desaprobaba o me guiaba según lo que hiciera falta. Y todo lo hacía con la voz más suave del mundo. Cada tanto, tomaba un poco de agua y me la pasaba por el mentón. El agua caía por mi pecho, con un sonido tintineante que no había escuchado antes. Mojaba mi torso una y otra vez, deslizándose entre mis enhiestos pezones. Entonces mi patrón tomaba su toalla y secaba las gotas que se escurrían por mi cuello, pectorales y abdomen.
Yo no quería terminar nunca. Hacía todo cada vez más lento. Tenía que prolongar lo más posible ese momento mágico. El Doctor volvía a poner la toalla en su cuello, y como si quisiera sostenerme desde atrás, me tomaba por los costados de mi torso. Sentí sus manos aún frías y una descarga recorrió todo mi cuerpo. Mi sexo despertó, abultando evidentemente el pantalón. Y mientras seguía afeitándome, las manos del Doctor se posaron en mi cintura.
-Así, Gómez. Veo que sos muy hábil para aprender las cosas – me dijo con su acariciante voz.
-Reinaldo, mi instructor, me dijo lo mismo, Doctor.
-¿Ah, sí?, ¿Él es el que te está enseñando el trabajo?
-Sí, Doctor.
-Entonces, vas a aprender muy bien. De eso podés estar seguro. Reinaldo es muy buen empleado y siempre instruye muy bien a los novatos.
-Espero aprender pronto, Doctor.
-Lo sé – me dijo mirándome por el espejo. Entonces volví a quedarme inmóvil cuando sentí que sus manos jugaban con el contorno de mi pantalón... y avanzando hacia adelante, desabrocharon el cinturón. Me quedé mudo, y sin respirar. Él me miró de reojo, como buscando una señal de desaprobación. Pero él sabía que yo no estaba en condiciones ya de oponerme.
-Tu pantalón se está humedeciendo – me dijo. Y su voz ya era un tenue susurro.
Yo seguía mojando la hoja en el agua y recorriendo mi mejilla, dejando que las gotas cayeran aún más sobre la tela de mi pantalón abierto, aunque sabía que ya no había nada más que rasurar. El doctor desabrochó los primeros botones de mi bragueta, tan lentamente que me dio vértigo imaginar lo que pasaría después. Tomó el pantalón por la cintura y comenzó a deslizarlo hacia abajo arrastrando también mi ropa interior. Yo escrutaba atentamente cada detalle por el espejo. Él siguió bajando el pantalón despaciosamente y no podía dejar de mirar mi trasero desnudo que iba apareciendo ante sus ávidos ojos. Cuando quedé completamente desnudo, dejé de afeitarme y apoyé mis manos en el borde del lavatorio. Mi pija se levantaba dura hacia el techo. El Doctor se agachó frente a mi culo descubierto y lo miró atentamente:
-¡Qué culo tan peludo! Tal vez sería conveniente que lo afeitáramos también. Vamos a ver. – me dijo, y arrodillándose en el piso, me abrió desmesuradamente las nalgas. Lanzó una ahogada exclamación de aprobación y acercó su nariz a mi peluda hendidura.
-¡Mmmmmmm...! Huele a limpio... eso está muy bien. Me gusta mucho eso. No hará falta rasurarlo. Además... así me gusta mucho - Y acercó nuevamente la cara. Esta vez lo hizo de manera tal que su nariz se metió entre los pelos de mi raja. Yo me arqueé de placer al sentir ese nuevo contacto. Sentí su exagerada aspiración, mientras me volvía a abrir el culo con sus manos grandes y frías. Instintivamente me incliné sobre el lavabo y abrí las piernas lo más que pude. El Doctor Aráoz, después de olerme el ojete, metió su lengua cuan larga era, recorriendo y lamiendo toda la zona. A mí. A Fermín Gómez, su nuevo empleado proveniente del campo. ¡Qué sensación maravillosa! Su lengua acariciaba el contorno de mi agujero, bañaba mis pelos llenándolos de saliva caliente y besaba con grandes ruidos mis nalgas que no dejaba de amasar con sus manos. Nunca había sentido nada parecido. El contacto de su recio mentón contrastaba con ese sector tan delicado y suave que tenemos los hombres, haciéndome sentir la rudeza de su dura barba pulcramente rasurada. Me volvía loco y mis movimientos acompasados con sus embates, pedían más y más. Sus labios se pegaban a mi culo, subiendo o descendiendo también hasta mis pelotas que colgaban contraídas.
Miré por debajo de mis piernas y me encontré con las piernas abiertas y arrodilladas del Doctor. Entre medio de ellas aparecía su pene erecto y chorreante de líquido preseminal. Su glande había adquirido una dimensión notable. De tan dura que estaba, la verga apenas se movía, apuntando recta y gorda hacia adelante.
Entonces el Doctor se puso de pié rápidamente y me metió su pija entre las piernas. Yo aprisioné su miembro entre ellas, sintiendo como se frotaba contra mis pelotas. Él gimió de placer y sujetándome por detrás, me masajeaba los pectorales como si fueran tetas. Nuestros movimientos se aceleraron, y todo el contacto entre mi culo y su verga, parecía anatómicamente diseñado para el placer. No me estaba penetrando, pero la sensación era de una intensidad increíble, porque toda su dureza masajeaba la zona más sensible de mi cuerpo. Cuando creí desmayarme, en realidad estaba teniendo un orgasmo alucinante, ya que mi pija, se agitaba sin contacto alguno en el aire. La verga del Doctor se frotaba casi violentamente por todo mi perineo, bolas y el umbral de mi ojete, pero dejaba libre mi pija, que para mi asombro comenzó a largar todo su semen en contracciones muy fuertes. Entonces el Doctor me giró poniéndome de frente a él, y ayudó a que evacuara todo mi líquido tomando mi pija entre sus manos y exprimiéndola como si ordeñara una vaca.
El Doctor Aráoz se detuvo. Me sorprendió que no eyaculara. Cuando todo terminó, me sonrió levemente, me dijo que me vistiera y que le avisara a Gutiérrez que estaba listo. Pensé: "¿Para qué cosa estaré listo?". Pero estaba tan confundido como para pensar en eso, que, en definitiva, no me importaba demasiado. Él se echó una toalla a la cintura, cubriendo su erección que no daba muestras de ceder, y me dijo:
-Podés estar seguro, Gómez, de que consideraré seriamente que seas mi valet personal – y entonces me miró muy fijamente para decirme: - Salvo que vos…  no quieras.
-¡Oh, sí, Doctor! ¡Sí que quiero! ¡Se lo agradezco mucho, Doctor!
-Bien. Ahora andá, y decile a Gutiérrez que venga.
-Muy bien, Doctor… gracias, gracias otra vez.
-Tomá - me dijo, alcanzándome la hoja de afeitar - es tuya.
Hice un asentimiento balbuceando las gracias y él me miró con una franca y amable sonrisa, blando en su expresión y amable en sus gestos. Y haciendo una pequeña reverencia con la cabeza, me retiré, contento y satisfecho.

         Continuará...

Comentarios

  1. Me encantaría trabajar en un lugar así! Me quedo de la nuca los lunes, Franco jaja
    Abrazo grande
    Juanjo

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  2. No te preocupes, Juanjo, hablamos con Gutiérrez a ver si le queda algún puesto para vos.
    abrazo!

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  3. Salú la barra!
    Tío franco , cuánto extrañaba tus cuentos!
    Mientras Ortolani me sirvió un rico café lei esta cuarta entrega y senti el placer de estar junto a vos, te imaginé leyendonos el cuento junto a los leños encendidos del café...y la imaginación y las preguntas vuelan.
    Inetto identificarme con un personaje secundario de la historia y aún no lologro...sabes cuál me interesa mucho Paco! mmm ese pecho peludito algo debe esconder, y ojo no soy de los que ya leyeron la saga! a propósito como andas Manuu!!? El decano de este café debe estar paladenado este relato. cómo anda Don Pepe?? cómo anda mi shileno favorito? Cómo andami griego favorito? Cómo andan el artista mendocino?Cómo andan todos?
    El Sr Araoz esta muuy fuerte, hermoso personaje.
    Gutierrez será su amante secreto? o vivrá eternamente enamorado de el?Gutierrez me recuerda al personaje que hizo Anthony Hopkins en Lo que resta del día, Gran novela y gran pelicula.
    Me pregunto vinimos a servir a este mundo? o a gozar? o a otras alternativas..ustedes que piensan?
    Con respecto al sexo en su variante Frot , me encanta y apasiona, vieron que hay una tendencia que se llama G0y, con cero no con o?Los G0y son hombres bisexuales, que disfrutan delas relaciones entre hombres , pero sin penetración...algunos dicen que desprecian alos gay , otros dicen queno , que solo es una variante de placer más...pregunto puede durar una pareja de hombres sin penetración ?
    Este Turco ha vuelto con más preguntas que certezas ...y bueh creo que eso es vivir , renovar las preguntas y expandir el espìritu.
    Un texto erótico no es literatura menor, todo lo contrario, por eso puede generar discuciones , meditaciones , recreaciones, etc.
    En este día gris de otoño, este Turco , les manda un gran abrazo a todos ustedes.
    Se los quiere y mucho!

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  4. Pero, ¿Qué veo, Romeo?¿ Ese es El Turco que llega fresco como arameo?

    Se ve como que estuvo arando surcos, y habiendo tomado un camino que ha sido bifurco, ha llegado por fin a reunirse a este camino este gran hermano que hoy vuelve a extender la mano. Le tomo la mano, lo abrazo y lo beso. Con eso se libera a este pobre preso.

    ¿Se necesita decir algo más?

    Don Pepe

    Ps. En voz bajita a El Turco. Oyeme cabrón que me tienes que contar como está eso de que te desafanaste de internet. Si que la pergeñaste bien...pero no te creo. Jajaja Pero así te quiero. Es lo que hay, diría aquel. Jajaja Oye Turcounañomásviejo, que tenemos que ponernos al corriente, pues ya sabrás lo abusivo que ha sido el truhan este.

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  5. Franquito.

    Te confesaré que a esta historia le daba vueltas para leerla, sobre porque cuando llegaba a todorelatos, estaba con más calentura que el cabrón burro en primavera.

    Había historias toyas que se me hacían cachondas y las releía una y otra vez, entre ellas una que no has subido nunca...

    Pero esta historia de El Palacio de Aráoz, yo lo pronunciaba Araoz, otra sonoridad más familiar, me fue atrapando cuando empecé a leer la saga. Al contrario de El Turco, recuerdo el final como si fuera ayer. Me conmovió ese final tan tierno como inesperado.

    ¿Se los cuento? ¿No? Mmmm

    Definitivamente en esta historia sabes ir subiendo la temperatura del horno para calentar nuestros birotes.

    Yo me quedo con el dueño de El Palacio...con él está la diversión...jejeje Creo que conseguiré una invitación especial para su próxima fiestita.

    Abrazos gabachos.





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  6. ¡Mis queridos tertulianos! Esta mañana amaneció fresca para ser primavera... por eso vengo a tomar un café para entrar en calor; cosa que hice ayer en la mañana al leer este relato que para mí ha sido realmente evocador. ¡Me recordó uno de los mejores, sino es que el mejor orgasmo que he tenido en mi vida! Nada más que conmigo no fue de espaldas, sino de frente; el amante de la ocasión puso mi herramienta justo abajo de la suya, entre sus muslos, mientras él frotaba lo propio sobre mi bajo vientre mientras nos sosteníamos con nuestros brazos y nos devorábamos las fauces... ¡Es sentir en el centro cómo ardió Roma! Ha sido realmente evocador... tanto de mi experiencia como del gusto con el que siempre he disfrutado tu talento para las letras homoerórticas, mi querido Franco.

    ¡Y repito lo dicho! Estoy disfrutando este relato como si no lo conociera; con el mismo entusiasmo de cuando nos encontramos por primera vez; es como volver a ver por enésima vez esa película que te sabes de memoria pero siempre disfrutas o darle una hojeada a ese libro que ha sido tan importante en tu vida... ¡Algo similar está ocurriendo en este momento contigo, mi querido Turco! Ven acá, déjame meter la mano debajo de tu camisa, quiero ver si en este tiempo que no tuviste contacto con el ciberespacio lo tuviste en cambio con otras personas que te hayan hecho distraerte en un arranque de insensatez... ¡No, por supuesto que no! ¡El Rey de la Lujuria sabe bien que sus follajes son intocables!

    Ahí con tu peremiso, compadrito Don Pepe, te voy a robar un momentito a nuestro hermano pródigo. Ven, Turquito: permíteme volver a meter mi mano ahí y hacer dos o tres jueguitos repetitivos mientras te doy mi percepción personal a ese reto que hoy nos lanzas... ¡De que se puede se puede! Quizá no de forma permnanente, pero el hacerlo tan esporádicamente te hace apreciar de verdad una penetración en el momento en que la haces. Si bien es cierto que nuestro sexo por lo general es explorador (nos gusta meternos en cuevas oscuras y llegar hasta el fondo de ellas); también habemos muchos a los que nos gusta experimentar nuevas sensaciones, conocer nuevas formas de llegar a la cúspide y apaciguar al animal que llevamos dentro y nos pide más y más... Así que, en resumen; creo que se puede durar con una penetración esporádica; no erradicándola... ¡No puedes borrar algo que sabes que te puede llevar al cielo! Hasta los más machitos que se las dan de "muy acá" saben bien el placer que puede darles estar adentro de un igual; como bien se dice por acá, "en tiempo de Guerra cualquier hoyo es trinchera"; o "si es agujero, aunque sea de caballero"... Jejeje.

    ¡Besos y abrazos multiplicados para todos, caballeros!

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  7. Turquito,
    Jajajaa... estás como Proust, À la recherche du temps perdu, poniéndote al día con tantas preguntas.
    Supongo que poco a poco recibirás las noticias de cómo anda la gente por aquí, nuestros queridos parroquianos. Ortolani se la pasa sugiriéndome algunos punitorios y correctivos para quienes hace mucho que no se toman un café por aquí. Ya veremos.
    OICH!; no sabía lo de los G0y. Más bien ese adjetivo me suena a GOY, cosa que cualquier judío entendería muy bien. Pero no sabía que se les decía así a los que limitan su sexo entre hombres a la no penetración. Hay etiquetas para todo, pero, personalmente, creo que si uno no quiere penetrar o ser penetrado, es algo comparable a si te gusta el dulce de leche o no. Sí, uno piensa ¿a quién no le puede gustar el dulce de leche? sin embargo encontré cientos de personas que lo detestan. Supongo que no por eso habrá que bautizar a toda esa gente como antidulcelecheros (o anti argentos, bah!, jajaja). Lo que siempre me resultó curioso es eso de considerar (con visos de ridículo), que si no hay penetración anal, (sobre todo desde el lado pasivo), el sexo entre varones no es considerado homosexualidad. Es histórico eso de que el hombre que penetra a otro no es maricón, pero sí el que es penetrado. En fin.
    La duración de una pareja sin penetración????? mmmmm... si alguna vez me toca, te cuento, por ahora no es mi experiencia. Pero si se me permite opinar, creo que una pareja puede durar incluso sin tener relaciones sexuales. (!) Estamos acostumbrados a que el sexo lo es todo, sin embargo para mucha gente, las cosas esenciales pasan por otros cimientos.

    Don Pepe, adorable burrito en primavera,
    Me halagan sus comentarios, y me encanta que, después de tanto tiempo, se acuerde bien del final.
    También le digo que estoy emocionado y muy agradecido por sus palabras con las que me festejó el aniversario VI.
    Pepe querido, con visitantes como vos, VH no tiene otra salida que superarse día a día y ser digno de tu sensibilidad.

    Manu,
    AHHH!, ese orgasmo intenso compartido en el café! No te parece que tendrías que mostrarnos mejor cómo fue??? digo, la posición, los detalles... Ortolani ya se ha ofrecido como voluntario para hacer la ilustración contigo.
    Cómo estamos, no?

    Mozo, una agua fresca de mango! con mucho hielooooo


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  8. Turco Geceroy (me imagino que así debe pronunciarse ese terminajo).

    Desconocía el término, que se me hace muy maricón para una pasión de varón. Al principio, también me confundí con el término que utilizan los judíos para referirse a los gentiles -no judíos- Sí, lo desconocía, pero no desconozco la conducta pues siempre he creído que en ese vano intento del hombre por clasificar todo para poder analizar, siempre hay características que no encajan en la conducta general que se pretende uniformar.

    Creo que el ser Geceroy (G0y), nos ha tocado a todos en un momento de la vida con otra persona. Siempre hay esos momentos en el que el sexo no pinta en un momento de una buena relación, que me parece lo más sublime pues es casi hacer el amor con el cerebro para llegar a otro tipo de éxtasis orgásmico. De esa temporalidad a una forma permanente, hay gran diferencia. Si la justificación es no pasar por el síndrome del sodomizado, penetrado, dominado, creo que está mal enfocado. Pero cada quien.

    Si hay una conducta histórica que quizás pudiera encasillarse en ese término, pudiera ser la de Alejandro y Hefestión. Una amistad y amor inconmensurable que se conocía y respetaba, amor que quizás careció de la unión sexual a pesar de ser una conducta permitida, incluso entre los persas.

    Esa posibilidad de moverte en libertad entre el deseo y la pasión carnal por un lado, y el afecto, la amistad y el amor por el otro, tiene un colorido tan rico de matices y tonos que cada quien pinta y toca con los pinceles y cuerdas de sus emociones, para lograr la armonía de sus vidas.

    Me da gusto que estés de vuelta Turco.

    Compadrito...ahora si entendí tu mensaje....;-)

    Franquito...seguiré esperando ese cuento suyo que me apasiona...A ver cuando lo saca del baúl.

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