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Mostrando entradas de julio, 2011

Domingo vintage

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Buscando alojamiento

Cuentito de fin de mes

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La casita del árbol -cuento- D etuve el automóvil frente al portón de hierro y antes de bajar para abrirlo, ante esos dos pilares sencillos pero severos, rememoré fugazmente toda mi niñez. Allí había pasado los veranos más felices de mi vida, desde muy pequeño hasta mis quince, y desde entonces habían pasado veinte largos años. Tuve que esperar un poco a que se aquietara el tumulto en mi pecho. Tenía que estar preparado para más emociones. Entré al campo inmenso de la estancia Los Aromos siguiendo la avenida escoltada de cedros y enseguida atravesé el pequeño puente que cruzaba el arroyo. Poco después divisé el casco. La casona todavía se veía esplendorosamente bella, con su galería, sus balcones y el parque circundante. Me ahondé en la sombra franca de los eucaliptos de la gran plaza delantera, y algunos perros salieron a recibirme con ladridos que anunciaban mi presencia. -¡Joven Pablo! – exclamó Don Artemio con los brazos en alto. Había sido el capataz de la estancia, ahora, junto

Vellohomo presenta

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Si es por el paquete, ¡el matador nada tiene que envidiarle al toro...! Debo reconocer que las corridas de toros nunca produjeron en mí demasiado interés. Sin embargo -y tal vez sea, no sé, digo yo, por mi ascendencia ibérica- hay algo de toda esa garbosa parafernalia que me atrae sobremanera: ¡los infaltables bultazos que cargan los toreros enfudados en esos eróticos trajes de luces...! Matadores. Ole, ole y ole.

Mr. Vellohomo del mes

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----- MR. VELLOHOMO DEL MES DE JULIO ----- Sí, seguí mirándonos así, y te damos el Mr. del año...!

La ternura de hoy

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El mejor amigo (de un hombrecito así... yo también sería el mejor amigo)

Jóvenes y peludos

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Sí. Los hombres maduros siempre fueron mi debilidad. Eso no implica necesariamente que no sepa admirar la belleza de los más jóvenes. Y más aún tratándose de jovencitos con sus pelos bien puestos. Más de una vez me he quedado absorto viendo la frondosidad de pechos, axilas, piernas y brazos en los juveniles cuerpos de unos chiquillos, que, aunque lo parezcan, de chiquillos ya no tienen nada. Porque a veces cuesta unir esos rostros de niños con los infartantes cuerpazos de hombre que ellos ostentan sin pudor, con todo el descaro de los años mozos, y hasta la inocencia del jardín de infantes. Entonces, la atracción de esas vellosidades tempranas -desde las más tenues a las más intensas- puede llegar a producir en mí, una excitación irresistible. Belleza pura, lozana y fresca.