El cuentito de fin de mes
Octavio, mi querido suegro
Si pienso en los acontecimientos que voy a
relatar a continuación podría inferir que todo ha sido una locura. Y vaya si lo
fue. Pues jamás en la vida habría imaginado que una cosa así fuera a ocurrirme.
Mi nombre es Diego, tengo 29 años y un año
de casado. Mi esposa Flavia es el ser más adorable que conocí en mi vida, y con
ella he sido muy feliz desde el momento en que nos conocimos hace cinco años.
Nuestro flamante matrimonio nos hace ver la vida de una manera gloriosa, pues
nos amamos profundamente. Aunque no todo ha sido fácil. Hace tres meses que
Flavia está sin trabajo y mi nuevo puesto en una importante empresa es nuestro
único ingreso. Pero es el comienzo, y no siempre mi sueldo es suficiente como
para satisfacer todas nuestras necesidades. Recientemente nos mudamos a un
apartamento en el centro de Buenos Aires, por lo que tantos gastos, y llegado
el verano, nos hizo descartar la posibilidad de tomarnos vacaciones en algún
lugar fuera de la ciudad.
Siempre hemos contado con la ayuda de los
padres de Flavia. La adoran como si aún fuera la niñita consentida que hasta
hace poco vivía con ellos. Y yo he sido aceptado en la familia con no poco
cariño. Especialmente por parte de mi suegro, Octavio, pues a través de él,
conseguí este nuevo empleo en donde se me asegura una carrera promisoria.
Supongo que el hecho de que soy huérfano de padre y madre provocó,
especialmente en mi suegro, un instinto algo paternal hacia mí, de manera tal
que siempre me sentí muy querido por él. Surgió naturalmente una relación muy
buena y sincera entre nosotros, que va desde esa sutil complicidad varonil (a
veces rayana en lo machista), a la amistosa protección de un padre que, además,
solo tuvo hijas mujeres.
Cuando los padres de Flavia supieron que
nosotros no teníamos dinero para salir de vacaciones, inmediatamente Octavio
nos invitó a pasar el verano con ellos. Se encargarían de los gastos y no nos
tendríamos que preocupar por nada. A pesar de mis reparos, la mirada de mi
esposa me convenció y terminamos por aceptar.
Hacía algunos años ya que mis suegros
pasaban las vacaciones en Punta el Este, a unos 135 km de la capital uruguaya, y
siempre paraban en el apartamento de Nina, la hermana de mi suegra. Ella era la
verdadera anfitriona, claro. Si bien su apartamento frente al mar es muy bello
y con una ubicación inmejorable, se nos presentó un inconveniente: solo disponía de dos
dormitorios y cinco camas, dispuestas de manera tal, que era imposible que los
dos matrimonios pudiéramos dormir cada uno en una habitación, pues: ¿dónde
dormiría Nina?. Así que la solución fue asignar los dormitorios de forma tal que en uno durmieran mi
suegra, Nina y Flavia, y en el otro Octavio y yo. Mujeres en uno, varones en el
otro.
Al principio, esto me pareció muy
incómodo, pero como eso de "a caballo regalado no se le miran los
dientes" es algo que suelo poner en práctica bastante seguido, sobre todo
en época de vacas flacas, y ante la insistencia de Flavia y sus irresistibles
ojos suplicantes, sonreí, y terminé de convencerme de que eso era lo mejor cuando ella me dijo a media
voz que ya íbamos a encontrar un momento de intimidad para nosotros entre tanta
gente, aprovechando alguna oportunidad en que mis suegros y su tía Nina
salieran y nos dejaran solos.
Finalmente llegó enero y todos viajamos a
Punta del Este. Nos recibió Nina, una mujer amable y simpatiquísima, que
enseguida hizo lo posible para que nos sintiéramos como en nuestra casa. Cuando
empezamos a desempacar sentí algo de tristeza cuando vi a Flavia
disponer sus cosas en una habitación que no sería también la mía. Ella lo
advirtió y vino hacia mí. Me dio uno de sus dulces besos y me abrazó
tiernamente. Octavio, que había visto la escena, también sonrió y me dijo:
-¡Eh!, hombre, que no es el fin del mundo,
ya vas a ver como no será tan terrible dormir conmigo... y la pasaremos más que
bien. Además, seguramente en algún momento, nosotros saldremos a hacer las
compras y ustedes, pues... – y me hizo un significativo guiño.
A partir de ese momento, la relación con
mi suegro sostuvo siempre ese tono. Me llevaba muy bien con él, y era evidente
que él tenía por mí un afecto muy especial. Esa primera noche, cuando después
de haber ido a cenar afuera, finalmente nos retiramos a nuestras habitaciones,
Octavio había tomado algunas copas de más. Me despedí de mi mujer con un eterno
beso porque iba a ser la primera vez en mucho tiempo que dormiríamos separados.
Eso era muy extraño para los dos. Cuando entré a la habitación, Octavio entró
detrás de mí y cerró la puerta. Lo que dijo me llamó la atención, aunque lo
tomé como un comentario medio en broma:
-Finalmente descansaremos un poco de las
mujeres – dijo, en tono cómplice.
Me quedé mirándolo algo sorprendido.
-Es que, bueno – continuó – no hace falta
que te diga que Nina es muy buena mujer, pero ¡cómo habla!, y a veces es un
poco pesada, ¿verdad?, y cuando se junta con mi mujer... pues...
Yo me sonreí y asentí no con poca timidez.
-Aquí vamos a estar tranquilos, entre
hombres, y seguramente, será nuestro descanso cotidiano después de tanto
cotorreo – me dijo con toda la picardía en su mirada.
-Octavio, ¿le molesta si leo antes de
dormirme?
-Hijo, a ver si nos entendemos ¿cuándo vas
a dejar de tratarme de usted? ¿No te parece que ya es hora de que me tutees?
Yo no atinaba a responder.
-Simplemente te exijo que me tutees. Me
hacés sentir como un viejo, y, a pesar de estas canas, ya sabés que todavía
tengo cuerda para rato, o al menos eso es lo que me dice siempre tu suegra... –
me dijo entre risas y guiños.
Tenía razón. Octavio era un hombre mayor,
pero su estado físico era inmejorable. Era muy alto, calvo, con cabello
entrecano solo a los costados de su cabeza. Sus ojos eran verdes, de una
intensidad y profundidad poco común, que denotaban una expresión inteligente y
vivaz. De rasgos fuertes, su bigote oscuro, resaltaba una boca amplia y de
blanquísimos dientes. Octavio había sido un gran deportista en su juventud, y
su cuerpo, delgado pero firme, se encargaba de manifestar su excelente estado
físico. Eso siempre me había impactado de él, y no con cierta envidia admiraba
sus prominentes pectorales que se marcaban debajo de la camisa.
-Está bien, Octavio, a partir de ahora,
voy a tutearte. Aunque, bueno, tal vez me cueste un poco.
-Joder. ¿Tan viejo te parezco? Solo
tengo....
-¡Cincuenta y dos... un anciano total! – le dije riendo
sonoramente – es eso, usted..., perdón, "vos" sabés que hace tiempo
nos conocemos y siempre te traté de usted. Lo que digo es que al principio será
raro.
-Sí, sí, reíte, ya veremos como llegás vos
a mi edad. Más de uno quisiera tener mi estado físico – dijo sonriéndome y
haciendo una cómica pose de físico culturista. Se abrió un poco los primeros
botones de la camisa y respirando hondo, hizo una exagerada mueca que me
desternilló de risa. Pero en verdad el cuerpo de Octavio era magnífico. Su
definido pecho emergió entre sus brazos cruzados. Me miró un poco más serio. Y
esa mirada fue tan profunda, tan extraña para mí, que tuve que bajar la mía.
Los primeros días, pasaron alegres y
divertidos. Fueron todos espléndidos. Íbamos a la playa casi todo el día y
regresábamos a eso de las seis ó siete de la tarde. Generalmente cenábamos
afuera o íbamos a caminar. Muchas veces nos escapábamos con Flavia a alguna
playa más apartada donde ella y yo teníamos nuestros ratos a solas. Pero en la
casa, había sido imposible tener un momento de intimidad, por lo que esos días
sin sexo, estaban haciendo estragos en mí. La vida cotidiana era bastante
común, es decir: las mujeres se encargaban de mantener ordenado el apartamento
y de preparar alguna que otra comida; y Octavio y yo, salíamos con el coche al
supermercado, entre otras cosas.
Un día, al levantarnos, vimos que el cielo
estaba bastante nublado. Entonces nos quedamos más tarde en la casa, y
decidimos no ir a la playa. Las mujeres querían ir de compras, nada más
aburrido para los miembros masculinos de la familia. Octavio dijo entonces que
quería aprovechar para hacerle una revisión al coche en el taller mecánico por
unos ruidos que había advertido días atrás.
-Muy bien – dijo Flavia – nosotras
estaremos en el centro comercial, tal vez comamos algo o vayamos al cine, así
que no se preocupen por nosotras, si quieren, nos encontramos a la tarde.
-Ok – dijo Octavio - ¿Venís conmigo,
Diego, o preferís "aburrirte" con las damas?
-De ninguna manera – irrumpió mi suegra –
no queremos hombres mientras gastamos dinero.
Haciendo bromas, todos estuvimos de
acuerdo en salir separadamente. Y así lo hicimos. Cuando las despedimos,
Octavio y yo salimos en el coche rumbo al taller. Pero ni bien estuvimos solos,
Octavio me dijo socarronamente:
-¡Al cuerno con el taller! Está abriendo
el cielo, pronto saldrá el sol, y no vamos a desperdiciar una mañana así yendo
al taller ¿no? ¡Nada de eso!. Podríamos ir a... ¡Ya sé!... te voy a mostrar las
cabañas que vimos el año pasado con mi mujer, ¿te acordás que te hablé de eso? Quién
sabe, tal vez podamos alquilar una el año que viene. ¿Vamos?
Yo estaba encantado, y a la sazón, me
llevaba cada vez mejor con mi suegro, así que asentí.
-Y ya verás la playa que hay allí... ¡Ah,
es una maravilla!
-Pero... ¡No hemos traído nuestras mallas!
Octavio sonrió y no me dijo nada al
respecto, solo me miró de soslayo diciéndome:
-Te encantará el lugar, Diego. Además, hay
un bosque, y un arroyo que desemboca en el mar. Son playas enormes, casi
vírgenes, y muy poca gente llega hasta allí.
Él estaba muy entusiasmado, hablaba en
alta voz, gesticulando a cada frase. Yo estaba un poco sorprendido, pero, al
fin de cuentas, la personalidad de Octavio siempre había sido así, era un
hombre que en ciertos momentos tenía la impronta de un adolescente. Salimos de
la ciudad y después de veinte o treinta minutos salimos de la autopista para
entrar en un camino de tierra lindado de grandes árboles.
-Llegamos. Es un gran bosque que se está
loteando constantemente. ¿No es hermoso? La verdad es que me gustaría mucho
comprar un terreno aquí, y en un futuro poder tener una casa cerca del mar. No
estamos lejos de la costa.
Dimos unas vueltas con el coche y Octavio
me mostró las cabañas. Era un complejo de varias casas tan rústicas como bellas
en medio de añosos árboles y a unos pocos metros de los grandes médanos que nos
separaban de la playa. Cuando ya me había mostrado todo el sitio me miró con
una chispa en sus ojos.
-¿Qué te dije? Ya está asomando el sol.
-Es verdad. ¿Querés que volvamos y
busquemos a las mujeres para ir a la playa?
Octavio miró hacia los médanos, miró
nuevamente el cielo, y casi susurrando me contestó:
-No. La verdad que no. ¿No querés ir a la
playa ahora?
-¿Aquí?
-¿Sabés donde estamos?
-No tengo idea
-En la playa naturista.
-¿Cómo?
-Bueno, es una playa...
-¿Una playa nudista?
-Exactamente. ¿Vamos?
Dudé un poco. En realidad me sentí un poco
raro con la situación. Pero al final, tímidamente asentí con la cabeza.
Entonces Octavio sonrió satisfecho como un niño al que le compran un dulce y
estacionó el coche. Sacó unas toallas del baúl y la sombrilla que llevábamos
todos los días a la playa. Las nubes se iban disipando y poco a poco el día
empezaba a resplandecer.
Cuando entramos a la playa, aún vestidos,
había poca gente, pero todos, hombres, mujeres y niños, iban desnudos. Había
gente de todas las edades. Yo nunca había estado en una playa naturista. Era
una sensación nueva y rara.
-Vení – me dijo Octavio – pronto el lugar
estará lleno de gente, iremos para aquella barra, donde suele estar siempre
tranquilo.
Él llevaba la sombrilla bajo el brazo, yo
las toallas. Nos descalzamos y lo seguí. Después de unos minutos de trayecto la
playa se hizo aún más solitaria, y a unos cientos de metros, vimos algo de
gente tumbada en la arena. Por fin, después de caminar bastante, mi suegro
decidió detenerse y me preguntó si me gustaba ese lugar. Le contesté que sí, en
verdad era un sitio paradisíaco.
-Te dije que te iba a gustar. Y ya ves, no
necesitaremos nuestros trajes de baño.
Extendimos las toallas en la arena, y
Octavio instaló la sombrilla. Ya el sol había salido para quedarse. Cuando todo
estuvo listo, mi suegro comenzó a quitarse la camisa. ¿Iba a desnudarse? Y en
todo caso ¿porqué me incomodaba eso? Habíamos pasado días durmiendo en la misma
habitación, lo había visto semidesnudo varias veces, también en traje de baño,
pero claro, en ese momento, sentía algo extraño dentro de mí. Octavio quedó con
su velludo torso al desnudo y cuando comenzó a desabrocharse el cinturón, yo
bajé la vista. Miré hacia el mar, pero por el rabillo del ojo advertí que
Octavio estaba completamente desnudo ya. No supe muy bien qué hacer, recuerdo
que fui hasta la orilla, como para darme tiempo a acostumbrarme a la nueva
situación. Octavio se había sentado sobre una de las toallas. Yo regresé y él
me preguntó lo que yo temía escuchar:
-¿No vas a sacarte la ropa?
Entonces, algo perplejo, sin mirarlo
directamente, avergonzado, comencé a quitarme la ropa. Octavio me miraba. Y yo
noté que me miraba con más atención que la habitual. Me quité la remera y el
pantalón. Cuando quedé en calzoncillos, me dijo:
-Vamos, Diego. Si te traigo aquí, es para
compartir contigo esta maravillosa sensación de libertad que se vive en este
lugar. ¿Nunca has estado al natural y en contacto con toda esta belleza,
verdad? ¿O es que tenés vergüenza? Estamos prácticamente solos, la persona más
cercana está a 500 metros.
No recuerdo qué le contesté, pero me sentí
un tonto y me convencí en realidad de que Octavio tenía toda la razón. Me quité
rápidamente mi bóxer y quedé desnudo frente a él. Me miró complacido con una
sonrisa muy calma. Yo me senté en la otra toalla, a su lado. Me quedé mirando
el horizonte y poco a poco comencé a sentir el placer de estar echado en la
arena, con la brisa acariciando mi desnudez y el sol calentando mi piel. Sentí
curiosidad de ver a mi suegro, y aprovechando que él había entrecerrado sus
ojos, me volví hacia él. Por primera vez lo veía desnudo. No pude evitar mirar
sus genitales. No eran muy voluminosos, o al menos, no tenía un pene muy largo.
Era bastante ancho y dos grandes testículos muy peludos sostenían su tronco y
lo hacían ver como levantado, hacia delante. Era tan velludo allí, que apenas
asomaba su miembro entre tanto pelo. Me llamó mucho la atención eso, toda la
zona era muy oscura, en contraste con el centro de su pecho donde tenía largos
pelos blancos que la brisa marina movía y agitaba. Octavio se abrió de piernas
y sus pesadas bolas se desparramaron y parecieron más grandes aún. El sol hacía
impacto en toda su largura, y en ese momento me miré a mí mismo, lamentándome
de no tener un cuerpo tan hermoso. A pesar de haber tomado bastante sol mi piel
estaba casi blanca todavía, pues Flavia se había encargado de cuidarme con
protector solar en demasía. En cambio, el cuerpo de mi suegro lucía un
bronceado parejo acentuado por la marca perfecta de su traje de baño. Su pubis,
blanco, resaltaba la negrura de su abundante y cerrado vello púbico.
No sabía muy bien que me estaba pasando,
pero fue imposible para mí apartar la vista de Octavio. Tampoco sabía si él lo
estaba notando, pero yo estaba allí, a pocos centímetros de mi suegro, y no
podía dejar de mirarlo, presa de una nueva y extraña atracción. Su pene,
flácido y recostado sobre sus pelotas, estaba a medio descapullar. Podía ver
como asomaba su glande.
Algo me distrajo. A poco metros de dónde
estábamos nosotros, un hombre se había instalado con sus cosas. Era corpulento
y de unos 40 años. Disimuladamente, vi como se desnudaba completamente y
mostraba casi orgulloso un excelente cuerpo tostado completamente por el sol,
incluídas sus nalgas. Miré su pene que se bamboleaba a cada movimiento. Fue
cuando me sorprendió con su mirada. Y así permaneció, con la mirada tan fija,
que me obligó a voltear. Miré de nuevo a mi suegro. Seguía como adormecido.
Bajé a su entrepierna. Su pene estaba algo más grande ¿o era una idea mía? No, evidentemente
no, porque su glande había salido casi por completo. Volví a mirar al hombre, a
unos metros de nosotros, y constaté que me seguía mirando, ofreciéndome toda su
desnudez. Me sentí incómodo, pero también presa de un estado raro y poco
habitual en mí. Entonces me pasó algo inexplicable. Mi miembro comenzó a latir
y noté que en poco tiempo estaría erecto completamente. Atribuí esto, no a las
visiones de esos cuerpos desnudos, sino a mi largo período de abstinencia
sexual con Flavia. Era claro, porque jamás en mi vida me había fijado en un
hombre desnudo. Pero, algo alarmado y no poco avergonzado como para esconder mi
acelerada erección, decidí meterme al mar. Rápidamente me zambullí en sus olas,
sintiendo la vista de nuestro vecino de playa sobre mí.
El agua fría hizo efecto y conseguí
atenuar mi dureza. Por fortuna. Al cabo de un rato, miré hacia nuestra
sombrilla. Octavio estaba de pié, y me hacía señas con las manos. Me gritó
ahuecando sus manos en su boca:
-¡Diego: voy a caminar un rato!, ¿venís?
-¡No! – le contesté, temiendo que mi verga
se pusiera dura nuevamente - ¡Andá vos, me quedo un rato más en el agua!
Lo vi alejarse para el lado de los
médanos. Eso me extrañó, pues esperaba que fuera a caminar siguiendo la orilla.
Me quedé un rato nadando y saltando las olas. La playa se empezó a poblar poco
a poco. Cuando salí del agua, había varios hombres desnudos diseminados por la
playa, así como alguna que otra sombrilla, pero en general, seguía siendo una
vasta y extensa playa con muy poca gente.
Ya más acostumbrado a mostrar mi cuerpo
desnudo, me sequé al sol. Decidí también ir a caminar un poco, pensando tal vez
que lo mejor era soltarme del todo con mi desnudez. Me dejé llevar, y al rato,
olvidé que estaba en un lugar público, que estaba desnudo, que era tímido, y
empecé a integrarme a esa naturaleza casi salvaje de la costa, el sol y el
aire. Cada tanto me cruzaba con algún otro caminante y también pasaba cerca de
gente asoleándose. Unos me miraban insistentemente y otros eran indiferentes a
mi persona. Todos, absolutamente todos, eran hombres. No tardé mucho tiempo en
darme cuenta de que era una playa gay, porque además, vi varias parejas que
iban tomadas de la mano.
Caminé bastante tiempo bajo los fuertes
rayos solares. Cuando miré hacia atrás para ver cuánta distancia había
recorrido noté que el hombre que me había mirado tanto me estaba siguiendo.
Nervioso y no poco asombrado empecé a apurar el paso. Y con la idea de
perderlo, me encaminé hacia los médanos. Iba mucho más deprisa que él, por lo
que pronto lo dejé bien atrás.
Esa zona, cercana a un pequeño lago que
formaba un arroyo antes de desembocar en el mar, estaba llena de grandes dunas
y varios arbustos. Entre los médanos había más hombres desnudos. Muchos tomaban
sol plácidamente, otros oteaban el horizonte de pié, y algunos deambulaban sin
dirección alguna. Los había jóvenes, de físico exuberante, como gordos, flacos
o mayores. Algunos se paseaban ostentando miembros magníficos, chocando entre
sus muslos en toda su extensión. Había perdido de vista a mi perseguidor, pero
sentía que me había metido en un lugar no menos peligroso. Seguí caminando y
pude advertir que entre los arbustos pasaban algunas cosas fuera de lo normal.
¿Era posible? Sí. No quería mirar abiertamente, pero, había notado algunas
parejas en situaciones más que íntimas.
Nuevamente me encontraba entre una
situación de asombro y de curiosidad irresistible por ver algo más de ese mundo
oculto y nuevo para mí. Quería irme de ahí, pero ¿porqué no me dirigía hacia la
orilla e iba hacia nuestra sombrilla? No podía hacerlo. Seguí caminando
lentamente en el silencio absoluto roto solo por la brisa marina, gozando extrañamente
de esa situación, desnudo, sintiendo mi sexo balanceándose entre mis piernas,
mirando y siendo mirado, evitando las miradas frontales, pero al mismo tiempo
buscándolas. ¿Era posible que los hombres se encontraran allí para tener sexo?
Y Octavio, ¿sabía a qué sitio me había traído? Empecé a prestar más atención, sobre
cada arbusto, en cada ondulación del terreno. Una morbosa e incontrolable
curiosidad me impelía a hacerlo.
Entonces sentí algunos ruidos, parecidos a
gemidos, respiraciones entrecortadas, y largos suspiros. Estaba entre un
matorral de acacias, me detuve y presté atención para guiarme por el oído.
Avancé unos pasos, viré... y cuando entre las ramas pude distinguir algo, me
quedé paralizado. Oculto por el ramaje y a pocos metros de donde estaba, vi al
hombre corpulento que me había estado siguiendo. Pero al apartar más los
arbustos, pude ver mucho más que eso. Arrodillado, otro hombre desnudo como él,
se abocaba a la frenética tarea de chuparle la verga. ¡Era Octavio!
¡No podía creer lo que estaba viendo! Mi
primera reacción fue huir de ese sitio. ¡Había visto a mi suegro, a Octavio, al
padre de Flavia, teniendo sexo con un hombre! Miles de pensamientos y
situaciones volvían a cobrar un nuevo sentido a partir de esa realidad, pensé
en mi esposa, en mi suegra que seguramente ignoraba con qué hombre estaba
casada, no sé, tantas cosas, pero todo de golpe y como un duro mazazo golpeando
dentro de mí. Entonces experimenté una mezcla de emociones. ¿Debía irme de allí?
¿Debía irrumpir y evitar todo eso que me parecía repugnante? ¿Insultarlo? Pero pese
a todo lo que me pasaba por la cabeza no atinaba a nada. Solo me quedé ahí,
petrificado. Comprendí que no era dueño de mis actos, y no entendía por qué yo
no podía dejar de observar todo eso.
Mi suegro tragaba una y otra vez aquel
pene duro y descomunal. Obviamente, era evidente que mi suegro tenía una gran
experiencia y su cara reflejaba el gran gusto que sentía haciendo eso. La verga
que estaba succionando con avidez era larga, por lo que yo no podía entender
como esos veintitantos centímetros de dureza desaparecieran dentro de la boca
de Octavio tan fácilmente. Los bigotes de mi suegro chocaban repetidamente con el
vello púbico de aquel hombre que estaba de pié y recostado sobre un tronco.
Respiraba intensamente y entre gemidos estaba gozando de manera extraordinaria,
eso era evidente. Octavio, chupaba toda la zona agitadamente sin descuidar cada
pliegue. Vi como su hábil lengua se detenía entre el prepucio y el glande
rosado y mojado, y luego lamía las bolas para volver a tragarse toda la verga
hasta el fondo. Sus manos no permanecían inactivas, pues con ellas recorría la
extensión del torso del hombre que le sostenía la cabeza desde la nuca.
Cuando volví de mi sorpresa, pude reparar
en mí mismo, y mi mano, involuntariamente, se dirigió a mi sexo. ¡Estaba
erecto! Mi reacción fue mirar hacia todas direcciones con temor de ser visto,
pero nadie había allí. Aún así, mis manos cubrieron mi pene como pudieron por
temor a que alguien me viera. Seguía oculto, y seguía mirando cada detalle de
lo que pasaba entre esos arbustos. Mi suegro se levantó y el hombre lo tomó
entre sus brazos. Ante mi asombro, Octavio lo besó en la boca con infinita
dedicación y los movimientos fueron cada vez más intensos. Los dos hombres,
frotando su desnudez entre sí, estuvieron varios minutos abrazándose con
pasión. Cuerpo a cuerpo, boca con boca, lengua sobre lengua. La gran erección
de Octavio, había cambiado por completo la apariencia de su verga que ahora
lucía enorme y completamente descapullada. No había crecido en longitud, pero
sí, tenía un grosor nunca visto por mí antes en un miembro. Se levantaba duro,
recto, como lanza hacia adelante. A pesar de todo, la visión de mi suegro en la
apoteosis de su virilidad era francamente interesante, pues ese cuerpo tan
bello parecía equilibrarse cobrando una perfección definitiva gracias a su
hombría dura. El hombre acariciaba el trasero de mi Octavio con movimientos
cada vez más profundos, y finalmente me asombré de ver como empezaba a meter
algunos dedos en su ano. Octavio lanzaba gemidos de placer y estaba como
enloquecido. Jamás, jamás lo había visto así, ni imaginando sus actos de mayor
intimidad.
Yo estaba como loco. Eran tantas cosas adentro
vividas por primera vez que ni siquiera intentaba comprender lo que me estaba
sucediendo. Estaba excitado, sí, sí, con mi pene erecto, deseando ser tocado y
lamido según estaba viendo, pero al mismo tiempo, embargado de una repulsión
inexplicable. Mis pezones se endurecieron cuando vi que Octavio devoraba los de
aquel hombre. Mi piel se erizó cuando la lengua de mi suegro recorrió la piel
de ese extraño, y era como si fuera experimentando en carne propia todo lo que
en realidad ese hombre estaba recibiendo de Octavio. Entonces, el hombre dijo
en voz alta:
-¡Me parece que tenemos un espectador...!
El hombre se había dado cuenta de mi
presencia y yo estaba aterrado. Mi corazón saltó del pecho y las piernas no me
alcanzaron para huir de allí. Corrí. Escapé con pánico ante la posibilidad de
que Octavio me reconociera. Afortunadamente había huido tan rápidamente que
tuve la certeza de que él no me había visto. Con mis manos seguí cubriendo mi
verga, avergonzado, y no paré de correr hasta regresar a nuestra sombrilla. Ahí
me quedé sentado por un rato muy largo, con millones de pensamientos y otros
tantos sentimientos contradictorios. ¿Cómo iba a volver a mirar a los ojos a
Octavio? ¿Qué le diría? Y lo peor: ¿Qué sentía verdaderamente Octavio por mí?
¿Era solo afecto paterno? ¿Le atraía? ¿Yo le gustaba?, y... ¡Dios!...
Compartíamos la misma habitación. Después de lo que había visto, todo, todo,
tenía nueva significación ahora.
Al cabo de media hora Octavio regresó. No
lo podía ver a la cara. Estaba tan locuaz y alegre como siempre.
-¡Que tal, Diego! – me dijo sonriente -
¡Ah! Mirá como estoy. Todo sudado con el calor que se ha levantado.
Bien sabía yo que ese sudor no era por el
calor del día. Asentí débilmente, pero permaneciendo muy perplejo ante mis
pensamientos.
-Me voy a meter al agua ¿venís?
-No, no. Ya nadé bastante.
-Como quieras – y corriendo entró en el
mar, zambulléndose rápidamente entre las olas. Yo, que aún no podía digerir lo
que había pasado, lo miraba y me cuestionaba nuevamente todo lo que sentía por
él. Pero no pude evaluar nada, ya que estaba totalmente confuso. Mi suegro era
homosexual y seguramente era un secreto que sólo yo sabía. Cuando salió del
agua, vino hasta mí y se detuvo tan cerca que las gotas de agua salada me
salpicaron el cuerpo. Instintivamente cubrí mi sexo con la toalla. Octavio,
empezó a secarse lentamente con la suya. Su pene estaba nuevamente flácido y
colgaba entre sus grandes pelotas. Al verlo, recordé como se veía cuando lucía su
máxima dureza y con esa imagen, mi verga tuvo un sacudón. Confuso, asustado, o
no sé qué, me apresuré a decir:
-Es un poco tarde ya. Seguramente las
mujeres nos estarán esperando. ¿Nos vamos?
-¿Tan temprano? Aún no son las cuatro de
la tarde.
-Será mejor que nos vayamos. Es que no me
siento nada bien.
-¿De veras? ¿Qué te pasa?
-Nada, nada. Solo un malestar.
-Creo que tomaste mucho sol, y en la hora
más brava del día. Estás muy colorado, Diego.
-No es nada, pero ¿podemos regresar?
-Sí, claro, lo que digas.
En todo el viaje de regreso permanecí casi
en silencio. Cuando nos encontramos con Flavia, mi suegra y Nina, yo estaba a
punto de llorar. Era demasiado. Flavia me vio y se alarmó cuando vio el estado
de mi piel. Había estado caminando por la playa sin protección solar alguna,
por lo que estaba rojo como un camarón. La tarde pasó rápidamente, fuimos a
tomar el té, charlamos sobre las cabañas, sobre la playa, pero nunca Octavio
dijo que habíamos estado en una playa nudista. Yo solo pensaba en la noche que
me esperaba. No quería quedarme a solas con mi suegro en la misma habitación.
Pensé en eso durante toda la cena, y cuando fue el momento de regresar a casa,
inventé una excusa para demorarnos e invité a Flavia a tomar un café por ahí. Ella me
notó muy extraño, pero como no entendía por qué y como yo no le podía decir
mayor cosa, terminamos discutiendo.
Cuando volvimos, esperaba encontrar a mi
suegro durmiendo, pero ellos también habían salido. Flavia
estaba muy cansada, así que se retiró a su habitación. Yo sentía que a pesar de
estar también cansado, no iba a poder conciliar el sueño esa noche y decidí
darme un baño. Tomé una ducha casi fría, la necesitaba. Cuando regresé al cuarto encontré a mi suegro sentado
en la cama, en calzoncillos y con la camisa abierta.
Había regresado con las mujeres hacía unos momentos. Yo quedé perplejo y solo decía
monosílabos. Solamente tenía puesto una bata de baño, por lo que un miedo incomprensible
y un nerviosismo atroz invadió mi cuerpo.
-Hola, Diego. Finalmente, nosotros también
fuimos a tomar unos tragos. ¿Cómo te sentís?
-¿Yo? Estoy bien.
-Digo, como estabas un poco… pero,
hijo... estás muy colorado.
-No... estoy bien.
-Nada de eso. Necesitás ponerte algo. A
ver...
Y se acercó hasta mí. Me llevó a la luz
del velador y me miró la cara.
-Ah, ¡cómo estás!
Después me abrió un poco la bata y
comprobó que mi pecho también estaba colorado.
-A ver, dejame ver...
-No, te dije que estoy bien...
-Pamplinas, dejame ver cómo estás – y me
tomó la bata abriéndola más aún. Mi pecho estaba muy rojo - ¿Te arde?
-No, solo me molesta un poco.
-Pero te va a arder más tarde si no te
ponés alguna crema, quitate la bata...
-No, por favor...
-Diego... pero... ¿no tendrás vergüenza de
mí? – me preguntó riendo – Vaya, no es la primera vez que te veré desnudo.
Yo no supe llevarle la contra, así que me
quedé inmóvil, sin oponer resistencia. Él sacó una crema de la mesa de luz y
con paternal gesto me desajustó el cinturón de la bata. Instintivamente me puse
de espaldas, preocupado en cubrir mi sexo. Octavio abrió mi bata y la deslizó
hasta el piso. Quedé desnudo ante él en medio de un silencio total. Sentí la
vista de mi suegro sobre mi espalda y mi trasero. Tomó la crema, la distribuyó
en sus manos y, después de un momento de total expectación, sus manos se
apoyaron en mis hombros, pasando la crema muy suavemente por ellos. Me
sobresalté, sintiendo el frío contacto, pero también por la suavidad de sus
roces.
-Que piel suave que tenés. Siempre imaginé
que se sentiría así al tacto.
Sentía sus manos acariciarme. Recorrieron
toda la espalda. Su cara estaba tan cerca de mi espalda que podía sentir su
aliento fresco sobre mi piel humectada con la crema. Escalofríos recorrían todo
mi cuerpo y pese a mis reparos, me di cuenta de que estaba experimentando un
momento de gran placer.
-Alguien puede entrar...
-Tranquilo – me dijo con voz acariciante –
nadie va a hacerlo. A esta hora, ya deben estar dormidas, nadie nos podrá ver
ahora.
Esta última frase quedó resonando en mis
oídos. Octavio estaba llegando a mi trasero. Sus manos ya estaban calientes
gracias a la suave pero intensa fricción. Entonces se sentó al borde de la cama
para estar más cómodo y sentí sus manos sobre mis nalgas. ¡Qué maravillosas
manos! Grandes, firmes, metiéndose entre mis glúteos sin pasar el límite de lo
invasivo. Volteé un poco para verlo de reojo, y su cara estaba a muy pocos
centímetros de mi culo que seguía en poder de sus manos. Con suma atención
miraba todo detalle, sobre todo, cuando me abría los gajos de mi trasero
dejando mi ano velludo ante su vista. Con cada movimiento, la intensidad
crecía, y con ese crecimiento, su respiración se hacía cada vez más densa.
-Tus nalgas están muy firmes. ¿Has
practicado natación alguna vez?
-No... no... solo salgo a correr... pero
no siempre...
-Estás en muy buen estado – decía
murmurando, mientras sus manos tardaban en salir de mi culo.
-Aquí es más difícil distribuir la crema,
porque tenés muchos pelos.
Yo iba a decir "tomate tu
tiempo", pero preferí limitarme a pensarlo solamente.
-Ahora tus muslos – dijo - ¡Ah!, los tenés
muy duros.
Sus manos aprisionaron mi muslo derecho.
Lo frotaba fuertemente, como si fuera una columna. De arriba abajo, ambas manos
sobaban y pasaban una y otra vez por mi piel enrojecida.
-¿Te duele?
-No. En absoluto.
Octavio pasó al otro muslo. Además de
ponerme esa crema, me estaba dando un masaje cuidadoso y esmerado. Todo era
silencio. La habitación a media luz. Yo pensaba en todo lo que había pasado a
la tarde, y las imágenes me volvían una y otra vez a la mente. Octavio seguía
con su trabajo, y cada tanto, sus manos exploraban en la parte interna de mis
muslos, aventurándose hacia mi entrepierna, casi a la altura de mis bolas. Yo
hacía grandes esfuerzos para que mi verga no se levantara. Pero ya no sabía
como aguantar eso. Estaba entre la pesada dicotomía de callar y entregarme o
decirle toda la verdad, decirle que había estado allí, que había visto todo,
que lo había descubierto, pero sus manos, sus manos, estaban haciendo estragos
sobre mi piel cada vez más acalorada. Mi pene empezó a agrandarse, lo sentía...
ya no podía resistirme más.
Mi suegro, aún sentado al borde de la
cama, balbuceó:
-Date la vuelta, Diego.
Esas palabras me taladraron la mente, como
si hubieran sido gritadas. Me sobresalté, y quedé inmóvil, entonces, él,
suavemente, me tomó de la cintura, y me ayudó a girar sobre mí mismo. Quedé
frente a él, con toda mi desnudez a la luz de la lámpara, y su rostro, que
estaba a la altura misma de mi pelvis, quedó a pocos centímetros de mi sexo que
ondulaba pesadamente. Mi pija estaba ya morcillona y empezaba a levantarse
palpitando levemente, él se quedó como extasiado, conteniendo la respiración
con los ojos muy abiertos.
-Ahora te pasaré la crema por la parte
delantera de las piernas.
Empezó a hacerlo, y a cada movimiento, mi
verga se ponía más dura, perdiendo toda flexibilidad. Al concentrarse en mis
muslos, sus manos entraban sutilmente hasta el punto mismo en que hubieran
rozado mis bolas, pero, delicadamente, no llegaba nunca a ese extremo, lo que
me provocaba un deseo incontenible de que las tocara. Cada vez que deseaba eso,
mi sexo, anhelante, no dejaba de subir.
Mi excitación era algo incomprensible.
Estaba más que confundido. Entonces sentí que debía hablar. Que debía
finalmente liberar las palabras que estaban prisioneras dentro mío. Me dolía el
pecho y a la vez, una sensación de increíble voluptuosidad habitaba mi abdomen
y mi pubis. No aguanté más, y entrecortadamente, comencé a decirle:
-Octavio... esta tarde...
-Shhhh... no hables... lo sé.
-¿Cómo? ¿Qué es lo que sabés?
-Diego... sé que estabas escondido detrás de los
arbustos esta tarde.
-¿Me viste entre los arbustos?
-No, no te vi, pero vos me viste a mí.
-¿Cómo lo sabés?
-Porque ese hombre sí te vio, y me lo
dijo.
Él seguía masajeando mis piernas, mis
tobillos, subía hacia mi cintura, mis caderas, y yo estaba cada vez más duro.
-Pero entonces... Octavio, ¿no decís nada?
¿No me das una explicación?
-No, Diego. Sólo vos y yo sabemos esto. Y
creo que no hace falta explicarte nada, ¿verdad?
-¿Eso creés?
-Sí.
-¿Por qué?
-Porque... ahora mismo, te estás
muriendo de ganas de que yo haga con vos lo que le hice a aquel extraño en la playa –
me dijo, fijando su vista en mis ojos y con una expresión profundamente seria
en su rostro.
Eso me dejó mudo. Tenía razón. Su mirada,
siempre fija en mí, y su boca acercándose cada vez más a mi verga, ahora
totalmente erecta, me hizo olvidar absolutamente donde estábamos, avancé hacia
él, y su boca engulló por completo mi miembro.
-¡Ahhh!, Octavio, Octavio... no, por
favor....
Me escuché decir esas palabras, reticente
aún, cuando en realidad quería decir todo lo contrario. Deseaba a ese hombre,
ahora lo sabía perfectamente. Su boca era ardientemente cálida, juro que jamás
había experimentado un placer semejante. Mientras él seguía devorándome tomé su
camisa y la deslicé de sus hombros. Pasé mis manos por su cuello y sus peludos
pectorales. Tenía una piel increíblemente deliciosa al tacto. Era suave y
caliente. Él me tomaba por las bolas, metiéndoselas también en la boca cada tanto.
Después de un rato de ese gozo extremo, su boca subió por mi abdomen trepando
hasta mis pezones, que metió uno a uno en su boca y recorrió con húmedas
lamidas. ¡Ah!, recuerdo el escalofrío que recorrió toda mi espalda. Me abrazó,
poniéndose de pié. Y vi como mi pecho sin vellos, contrastaba con el suyo,
totalmente peludo. Mi verga se frotó contra el bulto duro que aprisionaba su bóxer.
Su boca mordisqueó mi cuello y fue subiendo por mi mejilla hasta que se fundió
con la mía. Nuestras lenguas se buscaron y yo me entregué por completo a él.
Había bajado los brazos, y no oponía la menor resistencia, ni siquiera en mi
mente. No podía dar crédito a eso. Allí estaba yo, siéndole infiel a mi esposa
con su propio padre, y lo peor era que no la menor intención de impedir tal
situación.
Tomé el borde de su prenda interior y la
bajé hasta sus tobillos. Al hacerlo, el pene de Octavio volvió a estar frente a
mis ojos. De su maraña de pelos ensortijados surgía desafiante y durísimo. Unas
gotas de líquido transparente bañaban por completo todo su hinchado glande. Me
pregunté cómo sería probar esa fruta nueva. Mi rostro quedó frente al sexo de
mi suegro, y para mi sorpresa fui abriendo la boca instintivamente. Él advirtió
eso y me dijo cariñosamente:
-No tenés que hacerlo, Diego. No si no lo
deseás realmente.
Yo, lo miré. Vi su paternal expresión una
vez más. Me sonrió con una infinita ternura. Entonces también le sonreí,
diciéndole:
-Sí, quiero hacerlo.
Y acercándome a su verga apoyé los labios
sobre el mullido glande. Sentí su gusto. Era una mezcla de salado con dulce. Me
relamí los labios y puse la punta de la lengua sobre el pequeño orificio rojo y
palpitante. Me gustó. Me gustó mucho. Entonces abrí más la boca y probé meterme
la punta. La acaricié con mis labios, sintiendo como el miembro daba sacudidas
involuntarias ante mis leves movimientos. Esto me excitó más y seguí tragándome
lentamente el tronco hasta tenerlo casi todo adentro de mi boca. Era muy
grueso, ensanchándose más aún en su base, por lo que tenía que abrir la boca
desmesuradamente. Pero la sensación era increíble. Él me acariciaba la cabeza
del modo que un padre lo hubiera hecho a un hijo. Así lo sentí. Y lejos de
rechazar eso me excité más, y sentí una intensa comunión con ese hombre. Las
pesadas y peludas pelotas de Octavio chocaban contra mi barbilla. Los pelos me
acariciaban todo mi rostro, eso era único. Mis manos lo aprisionaron por detrás
y él mismo se abrió las nalgas para que mis dedos entraran. ¡Estaba muy
caliente ahí adentro...! y mi dedo mayor llegó hasta la entrada de su ano.
Estuve masajeándolo allí un largo rato, sintiendo como él debía morderse los
labios para no gritar de placer. Debíamos hacer silencio y no olvidar que
detrás de esa puerta dormían nuestras esposas. Mi dedo exploraba cada pliegue.
Tenía muchos y largos pelos allí, por lo que debía apartarlos suavemente para
poder tocarle solo el comienzo de ese agujero que cada vez se abría más y más.
Metí un poco una yema y su ano me respondió aprisionándola. Enseguida se dilató
más... y más... y pronto pude palpar su caliente y húmedo interior. Llevé, con
mi otra mano, un poco de saliva al sitio, y entonces, completamente lubricado,
mi dedo entró sin problemas. No solo uno, sino dos, y después tres, comprobando
que mi suegro tenía el ano grande y entregado. Mientras tanto, su verga seguía
en mi boca. Nunca en mi vida había chupado un pene. Mi asombro era tan grande
como mi sensación de naturalidad, es decir, como si en mi vida no hubiera hecho
otra cosa que mamar pijas.
Octavio se dio vuelta y quedó de espaldas
a mí. Se recostó en la cama, y se extendió en toda su largura frente a mí. Su
cuerpo extraordinario volvió a impactarme, pero ahora de una manera claramente
definitiva. Aún sin poder dejar de mover su pelvis, su culo quedó expuesto
escandalosamente ante mí cuando sus propias manos lo abrieron, mostrándome el
interior de su rojo agujero. Me arrodillé ante él y empecé a comérselo como si
se tratara de un plato gourmet. Chupé, lamí, saboreé ávidamente todo el sector,
desde sus bolas hasta la misma superficie de las nalgas sombreadas suavemente
de pelos. Él me ayudaba a abrir más y más su culo, y con mi lengua lo penetraba
sin parar. Octavio extendió su mano hacia la mesa de luz y tomando el pote de
crema me lo entregó tembloroso. Yo entendí eso como una invitación muy
concreta. Tomé gran cantidad de crema, la unté sobre su gran agujero
completamente dilatado y lubriqué bien toda la zona. Entonces me monté sobre
él, apuntando mi verga dura como el acero hacia el ojo de su más intima zona
corporal. Apoyé primero la punta, apenas ubicada con mi mano, me aseguré en el
borde de la cama, y después de un instante de contemplar excitadísimo nuestra
posición, avancé con mi polla dentro de él. Lo hice muy lentamente, pero al no
sentir ninguna oposición, empujé más, sintiendo como mi verga se metía sin
dificultad alguna dentro del culo de Octavio. Estaba tan abierto y tan
lubricado con la crema que en un limpio y solo movimiento mi miembro
desapareció hasta el fondo. Mis bolas chocaron con las suyas y cuando lo sentí
por dentro, ambos lanzamos un gemido largo y sostenido.
Penetré a mi suegro con una pasión
creciente. Él me ayudaba con movimientos pélvicos, perfectamente sincronizados
con mis embates. Lo abracé desde atrás por los hombros, mientras nuestra
respiración se hacía insoportablemente agitada. Lo besé, lo acaricié, lo amasé
con mis dedos, al punto de sentir toda la fuerza que se potencia cuando dos
machos hacen el amor. Entonces me invitó a cambiar de posición. Me acosté boca
arriba en la cama y él me montó sentándose en mi verga. Fue él el que tomó el
ritmo entonces. Así, como estábamos, él podía besarme y acariciar mis tetillas,
pellizcándolas y amasándolas fuertemente. Esto me proporcionaba un placer
increíble, y aún más cuando ante mi vista tenía a ese hombre bien macho sentado
sobre mí. Yo tomé su gruesa polla y comencé a bombearla. Los movimientos se
hicieron feroces. La cama crujía, todo se movía, y nosotros gozábamos como
nunca. Entonces sentí que los latidos de su miembro estaban anunciando su
eyaculación. Sin detenerme, intensificando el frenético vaivén, hice llegar a
Octavio a su máximo goce. Salieron tres, cuatro chorros de espeso semen que
fueron a parar a mi pecho, cuello y cara. Sus pesadas gotas, me ardieron como
fuego, entonces le anuncié que era mi turno de acabar. Enseguida Octavio se
deslizó a mi lado, y tomando mi verga en sus manos, se la metió rápidamente en
la boca, masturbándome divinamente con ella. No tardé en explotar y derramarme dentro
de su boca. Octavio tragó cada gota de mi caliente esperma, haciendo que mis
ojos se pusieran en blanco y mi cuerpo todo se arqueara en un espasmo de placer
casi intolerable de tan grande que era.
Nos quedamos así, agitados, llenos de
semen, y exhaustos, durante varios minutos. Había sido el acto sexual más extraño
de mi vida. Y nada, nada era semejante a hacer el amor con mi mujer. Aquello
era otra cosa, peor, mejor, no lo sabía, pero sí era distinto, desde el
principio hasta el final, era fuerte, era contundente, era tremendamente
enloquecedor. Octavio, intentando calmar su respiración, me atrajo hacia su
pecho y me acarició la cabeza.
-Tranquilo, hijo, todo está bien. Ya ves,
no ha pasado nada grave.
Perturbado y conmocionado como estaba, no
atiné a decir nada. Pero sabía que tenía razón.
Esta es la historia. Una historia que
hasta el día de hoy me resisto a creer.
Después de aquellas vacaciones, estoy
aprendiendo algo más de mí mismo. También estoy comprendiendo que Octavio y yo
vamos a transitar por la vida teniendo muchas, muchísimas cosas en común.
Franco
Relato escrito en abril de 2004
Salute la barra!
ResponderEliminarWoof woooff wooooofff , excelente relato Tio Franco.La mejor prueba de que es excelente es que me puso reduro cuando lo leí y tuve que ir al baño ,en mi trabajo, para hacerme una flor de pajota!!
MMM hasta me dieron ganas de casarme para poder tener un suegro asi! jajaja
La verdad te felicito está muy bien escrito, y sabes que, me quedé con ganas de que siga!!!Me encantaria saber como han seguido esa relación suegro-yerno wwwwaw.
Podes escribir la continuación?? Di que si tío , si que si!!!... daleee!!!! jajaja.
Encima el plus de que transcurre en Uruguay en esas playas tan hermosas y en ese pais tan querido!
Los amigos recordarán esa peli que hemos visto acá en el cafe donde suegro y yerno se mataban! mm clásico total.
Bueno...se halla abierta la inscripción: el turco busca suegro...ya saben! jajaja
Besos para vos tío Franco y para toda la barra!
Mi suegro Octavio,
ResponderEliminar¡Ahhhh el cuentito del mes! ¡Cuántos meses durmiendo la última noche desvelados esperando el cuentito del mes! ¡Como nos tenías castigado malhadado tabernero y aromático barista! ¿Pero que hicimos para merecer esta sequía que hoy irrumpe en caudaloso manantial en algún oasis otomano? Si, claro..como no somos turcos...ni turquitos...ni sobrinos...pues no merecíamos el cuentito del mes ni besitos de oso zalamero.
Pero bueno...llegó el cuentito que es uno de mis favoritos, quizás junto el de la casita del árbol, el del militar y aquel cuentito del amigo Agustín?, que es cachonda mente consolado después del rompimiento de su matrimonio.
Bueno, en plena hora de mi colación no habrá más opción de copiar y guardar el cuentito, para disfrutarlo en la soledad nocturna, ahora que mi compañero anda de viaje.
Ya ando ansioso calentando la bragueta...pero el trabajo es primero que la calentura....bueno a veces. Jajaja.
Hay que prepararse para ese manjar de cuento...para disfrutarlo como si fuera la última noche de los cuentos de las mil y unas noches placenteras...
Abrazos ansiosos...
Don Pepe
Hola!!!
ResponderEliminarAhora sí, por si quedaba alguna duda, el cafe VH ha terminado de pulir sus bronces, encendidas todas las luminarias, luciendo el brillo de las noches de gala....todos los parroquianos absortos y embelesados en el showman que desgrana tal historia... y en la mesa de juego la perinola queda en "todos empalmados"..
...y cada uno de nosotros...metiendonos mentalmente en la piel de suegro o yerno....
GRAN OVACION AL FINAL!!!!!!!
Pero, mi querido Pepe!
ResponderEliminarSi extrañabas los cuentitos, no tenías más que pedirme uno. O acaso nunca tuviste sobrinitos??? cuando uno se pone a contarles cuentitos es porque éstos estuvieron como media hora hinchando las pelotas con sus "porfis, porfis, dale, dale, sí, tiíto, un cuentito, un cuentito..., porfis, porfis...!", y uno, se apoltrona complaciente, accediendo magnánimamente y dice "bueno, a ver, los quiero a todos acostaditos y tapaditos, con sus ositos, bueno, ta bien... a ver? atención... había una vez..."
Turquito,
mmmmmm... continuación???
Bueno, vamos a ver... tal vez un día de estos me inspire y siga la historia. Ese Octavio merece una vida más larga, sí. Veremos, veremos...
Seba,
La verdad de la perinola, es cuando sale "toma todo"...!, sí, a Ortolani le encanta cuando jugamos a la perinola...
Besos a todos, vengo a la noche, ahora tengo que seguir trabajando, alguien tiene que trabajar en este país, che.
Pepitoooo, que niño tan celoso!!!
ResponderEliminarVenga conmigo, prepare pororó y esta noche leemos( yo por tercera vez ) el cuentito del tiito Franco, yo se lo leo y ud hace gala de sus "habilidades manuales", me dijeron que aud en su barrio le dicen Pepe el pizzero, será verdad?, dicen que " soba la masa" como el mejor, como esos que agarran la masa y la revolean por el aire...waww...que hablidoso mi Pepín!!
Dale Pepín ,que nolstros tenemos muuchos cuentos pendientes, venga sientese y amase, despues comemos juntos jajajaja.
Pd tíitoooooooo se viene Octavio II!!! SIIII iupiiii!!!!
Hola, amigos! Aquíven tienen de vuelta después de una MUY LARGA ausencia! Desde el cambio de estación con sus fulgores dorados pasando por el delicioso morbo que dan los cuerpos masculinos transpirados tras férreas prácticas deportivas y la contrastante presencia (y por eso especialmente bella) de machos varoniles abrazados a mis tiernos colegas de peluche... estos últimos en espera de un momento estelar que nuestro querido Gaucho de Oro guardaba para el retorno de uno de nuestros hermanos pródigos; quién más podría ser que el admirable Rey de la Lujuria... ¡Y qué elección tan maravillosa guardaste para este regreso, Franco! ¡Uno de tus más finamente bordados relatos, clásicos ya de nuestra literatura particular!
ResponderEliminarCómo olvidar al buen Diego, presa de una trampa involuntaria de la que supuestamente debería escapar... y sin embargo no lo hace porque sabe.que lo que encontrará será algo perversamente excitante, oscuramente luminoso (paradójico, pero cierto y real). ¿Cómo no caer rendido ante la seducción de un madurito en plenitud de facultades, con muchas horas de vuelo y.además simpático y paternal como el tremendo Octavio? ¡Imposible!
Recuerdo con claridad la primera noche.que leí esta historia; quedé embelesado ante tal nivel de sensualidad que fue imposible ir a la cama y dejar quietos a mis dedos; pues morían de ganas de volver a hacerle sentir a mi cuerpo todas las sensaciones que el joven descubrió de la hábil mano del maduro... ¡Es de estas historias que provocan orgasmos múltiples en una misma noche! Esa es la.magia de tu arte, Franco... Seducción clara a través de la palabra. ¡GRACIAS hoy y siempre por compartir ese talento con el universo!
Amasando y amando, pizza al horno I
ResponderEliminarMartha. ¿Si Don Pepe? Cancele todas mis reuniones de la tarde, tengo que realizar unos cál-culos complejos y no quiero distracciones. Puede usted retirarse más temprano. ¿Ya salió el personal? De verdad que esta distraído jefe, hace casi una hora que se retiraron.
-Bien, bien.
- Por cierto, mañana viene Don Octavio con su yerno, para lo del empleo.
¿De verdad? Lo había olvidado. ¿Qué haría sin usted?
- Ay jefe...año se vaya muy tarde.
- Se oye el clic de la puerta al cerrar.
- Al fin...ya no aguantaba la opresión de los pantalones....mi verga sale disparada por la apertura al frente del bóxer...ya goteando por la ansiedad de leer el relato.
- me levanto y voy a prepararme un lassie, sacó el yoghurt y le agrego un poco de vodka Stoli.
- Mmm delicioso....y me empiezo a acariciar mi camote gordo ya lubricado, empiezo las réplicas para calentar el ambiente...
Empiezo a escribir...
Ha de saber Signore Franco que yo no soy un chamaco hincha pelotas como otros amiguitos del barrio.... ese Turquito casi siempre se sale con la suya. Desde niño era muy mañoso...nos invitaba a ver el cinito en su casa, donde tenía ya preparado el momoxtli, pororó decía él en ese idioma extraño. Nos ofrecía el pororó en una bolsa que asentaba en su entrepierna, y cuando metíamos la mano, ahí estaba esa verga peluda. Retirábamos nuestras manís como si fuera una serpiente escondida, y enseguida se oía su estruendosa carcajada. Turco cabrón, le decíamos.
Signore DonFranco, ¿tons va a complacerme a mi el próximo mes? Ande diga que siiiií....porfiiiiiiiiiiis, porfiiiiiiiiiiis. Sólo lo miro con mi mirada de borrego enamorado a medio morir...
Turquito, mejor que nos cuente su tío el cuento de hoy para dormirnos. Nos acostamos boca abajo con suficiente momoxtli o pororó y con las manos sobre nuestro mentón, para mantener nuestras cabezas levantadas. Y para que constate de mis habilidades de pizzero, mientras usted ve la peli en esa posición, con esas nalgotas al aire, me enharino las manos para empezar la dulcísima tarea que me ha encomendado mientras usted oye a su Tiito.
Amasando y amando, pizza al horno II
ResponderEliminarAplano sus nalgas y luego hago el intento hacer un borde para doblarlo, como dictan los cánones.. Apoyo una mano sobre la nalga izquierda y ejerzo presión delicada y fuerte a la vez, mantengo la presión hacia adelante mientras se plega de nuevo la nalgínea masa en dos.
Apoyó una mano sobre la nalga ya sudorosa y con todo el brazo estiro esa deliciosa masa temblorina mientras el cuentito sigue con el yerno siguiendo al suegro en el bosquecillo.
De nuevo repliego esas nalgotas con el sudor perlado que va escurriendo por en medio y así sigo alejando y replegando esa masa que me da tentación de morder. Considero que falta un poquitín de agua y aprovecho para lamerla toda de arriba a abajo y de abajo arriba....están ya tan relajadas que el Peloponeso se abre mostrando el oráculo... Con la lengua lo invoco haciendo círculos como si fuera una danza de clamor para que se abra...
Mientras, con las manos continúo girando imaginariamente esa gran masa portentosa del turco, redonda y velluda como un melocotón. Me enharino un poco más y veo como va mejorando esa masa dura a algo con textura suave y consistente. Alterno ahora el amasado con unos golpes...
Se escucha la voz grave del Tiito del Turco, que ve entre divertido y azorado como preparo la masa para la pizza a la Turca. El yerno va hacia el encuentro con la hombría de su suegro.
"Tomé el borde de su prenda interior y la bajé hasta sus tobillos. Al hacerlo, el pene de Octavio volvió a estar frente a mis ojos. De su maraña de pelos ensortijados surgía desafiante y durísimo. Unas gotas de líquido transparente bañaban por completo todo su hinchado glande. Me pregunté cómo sería probar esa fruta nueva."
Amasando y amando, pizza al horno III
ResponderEliminarRepito varias veces y continúo el amasado del culo...digo de la masa de las nalgas, que se relaja más rápidamente y queda más suave y fuerte. Estirar, replegar, levantar y golpear...una y otra vez...ya se oyen ya los gemidos del Turquito.
Mientras el Tiíto del Turco sigue con esa voy grave y ya cavernosa como de ebrio...
"Penetré a mi suegro con una pasión creciente. Él me ayudaba con movimientos pélvicos, perfectamente sincronizados con mis embates. Lo abracé desde atrás por los hombros, mientras nuestra respiración se hacía insoportablemente agitada. Lo besé, lo acaricié, lo amasé con mis dedos, al punto de sentir toda la fuerza que se potencia cuando dos machos hacen el amor. Entonces me invitó a cambiar de posición. Me acosté boca arriba en la cama y él me montó sentándose en mi verga. Fue él el que tomó el ritmo entonces. Así, como estábamos, él podía besarme y acariciar mis tetillas, pellizcándolas y amasándolas fuertemente."
Le interrumpo...
Esta masa ya esta lista Signore Franco, falta el ingrediente principal para meterlo al horno..su peperonni.
Signore Franco deja caer su bata y su gigantesco peperonni que salta y late como loco, pegándose al ombligo con ansiedad....
Me dice..."Pepe, creo que también necesita su salami..." Es una pizza de dos ingredientes...
Le cierro el ojo, mientras que el otro lagrimea por la emoción de encontrarnos los tres...el turco suspira de emoción y tiembla de placer y miedo.
Besos en tu orá-culo Turco...
Ps. ¿Te gustaron mis dotes de pizzero? ;-)
Aqui tienen una PRIMICIA...un audaz papparazi cosiguió esta foto del tío Pepe en la playa nudista!!!
ResponderEliminarhttps://31.media.tumblr.com/df11be87758de9d9373896ab02f873ab/tumblr_n3d4ufBFfD1r4ni8no1_500.jpg
....Pero, tío Pepe... se equivocó al ponerse los sombreros...!!!! no necesitarían estar al revés?
Salute la barrita!!!
ResponderEliminarDesperté esta mañana abrazado al pecho de mi tío Franco y aproveché que dormía para estamparle un besote en medio de los pelotes del pecho y le hice un rulito con los dedos...me levanté y ya empalmado por mi erección matutina paso delante de la habitación del primo Pepe y lo veo durmiendo colita al aire , boca abajo...tenia una mama tremenda, intenté despertarlo y fue imposible , miro el vaso en la mesita de luz y el vodka mezclado con jugo de naranja había hecho estragos en muestro angelical Pepín...soñaba y hablaba en sueños de Franquitoo...doble penetración...que culoo!!..tanto hablaba que me puso cachondo y me sentí atrapado por esa cachondez contagiosa.A tal punto que tomé su manito , la hice rodear mi miembro ya duro y apretando su mano con la mía di inico a una paja frenética...mmm no saben lo que fue sentir esa mano rechonchita , laxa, cariñosa y tan experta...amasando mi cipote!!!
Aceleré los tiempos y en pocos minutos bañe ese puño de rica y cremosa lechita de campo argentino.
Entonces , como mi espíritu travieso a veces me gana, tome un fibrón rojo y le escribi a Pepito en su mano. GRACIAS, en la otra escribi: GRAN TRABAJO MANUAL, en su palma escribí: tomar un espejo y mirar la parte baja de la espalda y allí escribí: TE AMO Maestro Amasador, Y luego dibujé UN CORAZÓN.
Después me duche, desayunamos con tío Franco y entonces tiito me dice: Anoche tu primito Pepe vino muy pasado de copas del trabajo, que pena no pude leerle el cuentito, pero eso sí.. lo acoste en la camita, pueda ser que hoy este mejor.
Yo muy sonriente le dije al tío: estoy seguro que tendrá un feliz despertar, pase por su cuarto y se escuchaba soñar en voz alta...que calentón es mi primo ...mejor no te cuento tiito..Ayy esta familiaa...! dijo tiito Franco, mientras sonreía y me llevó en su Land Rover a la facu, yo le di un besito , una enruladita mas en el pechito y le dije: dejo abierta la puerta un ratito asi los chicos ven el tío lindo que tengo... jajaja.
Besos para todos.
Pd PEPE...que manitoss chaval... que manitos!
Hooooolaaa!
ResponderEliminarSebas, jajaja...¡zas! Estos canijos paparazzis...no te digo....ya no puede uno estar tranquilo...¡Híjole! Hasta ahora veo que equivoqué de sombrero, pero afortunadamente estaba en reposo....pero en cuanto vi a esos dos rosarinos enpelotados, pos tuve que descubrirme para cambiar de sombrero...ahí mero es donde usted me reconoció por...la nariz. Jejeje
Turquito Jalil...es usted el cabronsísimo diablo, mire que abrocharse así a mi mano puñetera....mis dedos estuvieron pegados como si fuera estuvo engrudo y no leche de la campiña argentina. Todo el día no pude escribir hasta que para despegarlos tuve que usar un pico de thinner.
Pero se equivoca usted mi cuate, no fue un sueño...y no finja demencia que la colita debe estarle ardiendo...jajaja. ¡Ayyy este Turquito! Como se resiste a los hechos...es el síndrome del machito desflorado.
Desperté todo amuinado, por el efecto del lassie que no desarmado ro destornillador...pero esta pinche agüita de los rusos (vodka significa agüita en ruso) me desarmó y desconchinfló toditito.
Pero se me fué pasando el enojo o muina cuando vi tus mensajes. Pero tuve que leer mi diccionario de lunfardo-mexicano para saber que diablos me estabas diciendo. Pero me encanta que me hables así, con ese francés argentino....jajaja. Te quiero también cabroncito, primito de mi corazón (seguramente le habrá puesto toloache a mi bebida el pinche turco, sólo así me ha logrado enganchar), eres a todo dar y no le sacas...jeje
Fuera de relajo, me divierto aún más cuando el primo Jalil está por la casona de su Tiito,
Y pues venga un regalito en correspondencia a esos mensajes y ese fantástico cuentito. Vaya también para mis amiguísimos Manu y Sebas, en este post presentes.
Continúo adelante...
QUÉ BÁRBAROS! Qué ardientes! Qué brutales! SENCILLAMENTE GENIALES TODOS, SEÑORES! Uno por creativo, otro por pícaro, uno más por juguetón y el último por ocurrente! QUÉ DELICIA ESTAR AQUÍ, CHINGAOS! Aunque sólo sea de espectador... No importa; yo tengo memorias imborrables con cada uno y con todos juntos. Ahora me tocó estar de este lado... Y es un verdadero AGASAJO!!! Qué gusto me da de verdad estar aquí. QUÉ GUSTO!
ResponderEliminarHojas de otoño
ResponderEliminarEncontré este video de Autumn leaves, cuando examinaba las nuevas fotos del portafolio de Seth Fornea, donde sale ya con el pito al aire. ¡Que buena verga de este colorín! A Don Deep le conviene el tubo grande de esta buena medicina...jeje.
Les dejo la versión de video hecha por su antiguo novio...
Den clic aquí para escucharla con Jared
Encantador el video, si consideramos que es un amateur enamorado. Para los más exigentes, mejor la versión de Eva Cassidy. Se que también es la canción preferida de Sebas, aunque en su versión francesa con Montand? ¿O con que cantante y con quién te gusta escucharla?
Versión con Eva Cassidy
Autumn leaves
The falling leaves drift by the window
The autumn leaves of red and gold
I see your lips, the summer kisses
The sun-burned hands I used to hold
Since you went away the days grow long
And soon I'll hear old winter's song
But I miss you most of all my darling
When autumn leaves start to fall
C'est une chanson, qui nous ressemble
Toi tu m'aimais et je t'aimais
Nous vivions tous, les deux ensemble
Toi que m'aimais moi qui t'aimais
Mais la vie sйpare ceux qui s'aiment
Tout doucement sans faire de bruit
Et la mer efface sur le sable les pas des amants dйsunis
Franquiito, niño de todas las estaciones y que cambia como ellas pero cuya alma permanece siempre generosa. (¿Me vas a complacer con mi cuentito el próximo mes? Anda di que Siiií...porfis, porfis). Ni yo me la creo siendo tan zalamero. Jajaja.
Besos.
Sobrinitos:
ResponderEliminar(sí, porque con el cuentito de fin de mes, es como si todos fueran mis sobrinitos)
Los puedo ver a todos, atentos y asidos a sus ositos, (bueno, algunos están asidos a otras cosas), juntitos en la cama, y con la boca abierta ante cada entonación de mi voz al describir las escenas del cuento.
Es que se me ponen tan tiernos y tan cachonditos, que... no sé... sí, son unos cabroncetes, saben que si me piden cualquier cosa, yo diría que sí a todo.
Turquito, sí, vamos a ver, el Tío Octavio tiene larga trayectoria para ser contada en historias, pero cada vez que le pido que me relate alguna, grabador en mano, termino con otra cosa en la mano, y al final no grabo nada.
Manu,
mi decano favorito...!
"Recuerdo con claridad la primera noche.que leí esta historia; quedé embelesado ante tal nivel de sensualidad que fue imposible ir a la cama y dejar quietos a mis dedos; pues morían de ganas de volver a hacerle sentir a mi cuerpo todas las sensaciones que el joven descubrió de la hábil mano del maduro..."
Esto es música para mis oídos. Creo que lo más lindo que le puede pasar a un escritor de relatos eróticos, es que sus lectores se "emocionen" de esta manera al leerlos. Provocar esas íntimas reacciones es como decir "tarea cumplida".
Bueno, basta... que me vas a hacer sonrojar...
Pepe,
Usted me dice:
"Ha de saber Signore Franco que yo no soy un chamaco hincha pelotas como otros amiguitos del barrio....",
pero bueno, no se preocupe... si sigue usted en compañía de mi sobrinito rosarino, pronto no tendrá nada que envidiarle.
Además...
esos porfis, viniendo de usted... son verdaderamente irresistibles.
Seba,
Pero... si esa foto la tomé yo, el otro día cuando se entreveraron con el turco...
Pucha!, ya no respetan ni los derechos de autor...
Salu la barra. He estado leyendo lo del terremoto y tsunami en Chile y si bien sé por amigos que las víctimas son en su mayoria personas grandes que han fallecido por infartos y otras razones, sería muy tranquilizador saber que don Deep y su familia se hallan bien, asi que ojalá nos tranqulices Depp , ya sea por acá o en privado.
ResponderEliminarSe anuncias rèplicas muy fuertes, deseo de corazón que todo se vaya tranqulizando.
Y felicito al pueblo chileno por lo bien organizados que han estado y por su inclaudicable espíritu de lucha y buen humor aún en momentos como éstos.
Un gran gran abrazo Deepp querido.
¡Hooolaa!
ResponderEliminarMe sumo a los deseos del joven Turco, de que tú, tu familia y amigos se encuentren bien. Intuyo qué eso es así, dado que el epicentro y centro de afectación están muy al norte de tu ciudad. En costas mexicanas se esperaron oleajes después de 6 horas de ocurrido el terremoto. ¡Que manera de viajar de la energía!
Para mi fue tremendo, estando muy sur de tu ciudad, ver los remanentes de los estragos en ese año fatídico del 2010. A pesar de todas las previsiones y la cultura de prevención los estragos se minimizan pero son igual de fuertes ante esta tremenda liberación de energía de la tierra.
Bueno Don Deep, saludos desde este Café, con el deseo de vernos pronto. Abrazo no telúrico.
ResponderEliminar¿Ya vieron como se siente un terremoto magnitud 8.2?
Aquí les va el video de personas en un restaurante...y el edificio se mantuvo en pie...http://youtu.be/XSY_nfR20vo.
A mi me tocó una réplica de esa magnitud en el metro de la Ciudad de México...fue fantasmagórico...una experiencia alucinante en la que salimos a salvo.
Abrazos
Queridos amigos:
ResponderEliminarBueno, a estas alturas ya llevo tres terremotos, el físico de anoche en el norte del país, el que me provocó el cuentito y el estremecimiento que sentí con las hojas de otoño.
Gracias Turquito y Don Pepe por la preocupación. Todo mi entorno familiar y mis amistades están bien. Afortunadamente la gente en el norte estaba preparada para este sismo, pero creo que el desgaste psicológico ha sido tremendo. Hace semanas que estaba temblando fuerte y todo el mundo esperaba el gran sacudón. Por desgracia en estas cosas de la naturaleza no se sabe qué viene después. Sería este el GRAN terremoto que se esperaba en el norte o será solo la antesala de otro sismo mayor? Cuánto tiempo más va a temblar? Si bien la población dio una clase magistral de civismo y organización, la angustia y el temor socavan poco a poco hasta la más dura fortaleza.
El cuentito... recuerdo cuando lo leí por primera vez en "relatos de hombre a hombre". Es un verdadero placeeeeeeeeer revivir las sensaciones de entonces. Manu, te presto mis deditos?
Finalmente, respecto a las hojas de otoño, simplemente me encantó la forma tan sentida que tiene Jared de interpretar esta canción. De hecho me gusta más que la versión de Eva. Será que está cargada de amor de hombre?
Besos a todos y una vez más gracias.
Si que relato bien expresado y sentido tanto que tengo mi verga tibia en una tarde lluviosa aquí en la sábana uff
ResponderEliminarGracias