El tierno placer de las cucharitas

Se podría estar así por horas, por toda la noche. Y sentir los vellos del pecho acariciando cálidamente la espalda. La concavidades propicias para el contacto más deseado. Nos quedamos así, sí. Sólo hasta girar entre sueños para intercambiar las íntimas sensaciones. Brazos sobre brazos, buscando mutuamente las manos que, finalmente parecen confundirse al entrelazarse ávidas y suaves. Y, como algo natural, aprovechar la proximidad y las formas para entrar y dejar entrar.










































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