El cuentito de fin de mes
El guardabosque -Parte II- (para leer Parte I, click aquí) Mi regreso a Buenos Aires fue muy difícil de sobrellevar. Lejos, muy lejos, habían quedado el sol, las montañas, el lago, la cascada, el bosque… sus sonidos, sus aires, sus olores… Lejos, muy lejos, estaba Emanuel. Volver a casa, a la convivencia enfermiza con mi familia, ensombreció mi vida nuevamente, y durante varios días me encerré en mi habitación, entristecido por la falta de mi adorado guardabosque. Sin embargo yo había cambiado mucho. No era ya el oscuro adolescente inseguro de sí mismo, y en el tiempo que siguió, mi nueva personalidad – que evidenciaba a todas luces un cambio enorme – dio mucho que pensar a mi padre. Me convertí en un individuo bastante extrovertido e incluso empecé a salir y a cultivar amistades. Ese año me inscribí en un centro deportivo y empecé a practicar natación, comprobando que también me atraían otros deportes. ¿Mi padre estaba satisfecho, entonces? Claro que no, nunca...