Desde la primera vez que, siendo niño, me fascinó el torso desnudo de un hombre, sigo asombrándome ante la maravilla de sus formas. Que un hombre se quite la camisa es algo que, al estar aceptado socialmente en ciertos ámbitos, suele pasar desapercibido. Para mí -y sé que para ustedes también- es como si me montaran el mejor espectáculo erótico del mundo.
Hacía uno cuantos dias que no pasaba a tomar un cafe... y, cuando algo se añora, al recuperarlo el placer es mayor.. El cuento es los mejores, a la altura, para mí, de ese del chico que pasa dos veranos en la Patagonia.. ese eterno tema, que comente en el post.. digo esto porque no se si lees los comentarios anteriores..
ResponderEliminarY este tema de hoy... bue.. me recuerda un dicho campero: "cuando el amor llega al ojete, no hay quien lo sujete",.. necesitaríamos a nuestro perdido amigo Turco para comentarios con la chispa necesaria...franco, con cuentos y posteos como estos, este año se esta presentando muy interesante..
Qué profunda caricia es la que recibe un varón en su ojete o la que deposita en lo más secreto e íntimo de su amante. Allí rinde todo su machismo sin complejos. Tengo que confesar que los argentinos son maestros de la práctica. A mí me inició uno. Nunca pude olvidar ese momento de gloria.
ResponderEliminarSeba,
ResponderEliminarCómo estás? Bueno, acá Ortolani te ha guardado tu lugarcito, porque aunque no hayas venido seguido, acá siempre sos bienvenido.
Gracias por tus palabras, y por el comentario del último cuentito. Tal vez, de todos mis relatos, tenga también una preferencia por el cuento del Guardabosques. Simplemente me hubiera encantado vivir algo así. Ese deseo me hizo escribir el relato.
Me ENCANTÓ el dicho campero. Lo usaré más seguido.
Doy fe que es una gran verdad...!
Un gusto saludarte de nuevo!
Cisplatino,
ResponderEliminarLa profunda caricia. Podría estar horas dando esa caricia y recibiéndola. Sería el mismo éxtasis.
Comparto esa sensación de gloria, esa que se tiene al atesorar intensos recuerdos. Me pasa lo mismo.