Un lugar maravilloso


¿Qué puedo decir de los vestuarios de hombres que no haya dicho antes?
¡Ah...! ¡esos santuarios maravillosos...! Recintos que, como ningún otro, me provocaban un mundo de sensaciones ya desde el momento preciso de atravesar sus umbrales. Mi pecho vibraba, mis latidos se aceleraban, mi garganta se secaba..., todo mi cuerpo temblaba y mi temperatura subía hasta teñirme la cara de rojo. Al ir franqueando la entrada recibía ese vaho inconfundible que mareaba, enseguida: el sonido indefinido proveniente de un salón reverberante, silbidos, voces, algún coro de cánticos festejando un reciente triunfo deportivo..., y ni bien entraba, el clima húmedo y cálido por la proximidad de las duchas calientes que me embriagaba por completo. De inmediato surgían las más paralizantes visiones: aparecían hombres desnudos por doquier, yendo y viniendo ya con sus toallas envueltas a la cintura, ya ofreciendo las pendulares joyas de su anatomía, meneando sus firmes traseros, o bien vistiendo o desvistiendo sus atrayentes anatomías.
Ah, los vestuarios...! lugares paradisíacos para quedarse a vivir, y sede de los más excitantes rituales entre hombres.
Hoy volvemos a entrar en ellos.






























































 

Comentarios

  1. Franco querido:
    Tremendamente mágico tu relato. Lo has dicho todo. Mencionar vestuario es asociarlo con duchas y estas se asocian con vapor, murmullo de conversaciones con hombres que se sienten LIBRES, con sus vergas, sus traseros liberados del encierro obvio del día a día. En mis tiempos que ingresé y trabajé posteriormente en una de las ramas de la Defensa de nuestro país, uno de los gratísimos momentos del día era ese " Santuario masculino". Todo lo anterior después de hacer deporte, al salir franco, después de trabajo intenso etc....

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