Día de lluvia en la ciudad

Hoy, sobre Buenos Aires, cae una lluvia otoñal que oscureció todo el cielo y lo hizo gris, casi negro. Los cuartos de la casa están en penumbras y en lugar del inicio, parece el fin de la jornada. Cuando hace este frío y, además, llueve, surge en mí unas ganas incontenibles de estar con él. No puedo dejar de pensar en él, y de todas las cosas que haríamos juntos. Es un día para estar todo el tiempo juntos y no preocuparse por ninguna otra cosa que dar y recibir caricias, uno en el otro, sin tiempo ni espacio. Amo los días así, pero cuando es imposible cumplir este deseo las horas parecen pesar y transformar todo en algo tedioso y abrumante. Entonces la realidad entra por cada rincón, y me lanza contra lo que no se puede postergar. En media hora tengo que empezar a trabajar, después ¡ay!, salir de casa para mi cita con el médico, luego, más trabajo, ponerme al día con algunas cuentas pendientes, hasta que finalmente venga el descanso. 
Un día especial se transforma en un día más, para cobrar coraje y pasarlo lo mejor posible esbozando una sonrisa de... autocompasión. Bueno, hay cosas más terribles, ¿no es así?, pero estos días, tan bellos, con esta luz diáfana y tan propicia, parecen estar desperdiciados, decepcionantemente desperdiciados, cuando las obligaciones están ahí, insoportablemente primarias.



Comentarios

  1. Día para una infusión caliente, un abrazo amigo y muchas caricias, y unas manos tibias por debajo del sweater, te mando abrazo Franco

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  2. Qué lindo..., tendría que haber más días así...
    Abrazo!

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