"Textos profanados" (*) El bandido y el extranjero H allándome en Andalucía a principios de Otoño de 1830, hice una excursión bastante larga para esclarecer, en mi carácter de arqueólogo, las dudas que aún quedaban sobre el sitio memorable en que, por última vez, jugó Cesar su postrera carta contra los campeones de la república. Quería evidenciar de una vez por todas, el error de muchos geógrafos que establecían erróneamente el lugar donde se había librado la batalla de Munda. Según mis conjeturas después de recoger datos en la excelente biblioteca del duque de Osuna, pensaba yo que era en las cercanías de Montilla donde habría de buscar ese sitio célebre. Después de contratar en Córdoba un guía y dos caballos, me fui al campo con los “Comentarios” de César y algunas camisas por todo equipaje. Cierto día, errando por la meseta de Cachena, destrozado de fatiga, muerto de sed y abrasado por un sol de plomo, renegaba con toda mi alma de César y los hijos de P...